EL ISLAM POLÍTICO CONTRA CHINA

Usted ha notado probablemente que la información que posee sobre lo que se trama alrededor de Myanmar es muy incompleta y es posible que ni siquiera haya oído hablar de la coalición militar que se prepara para atacar ese país. Lo cierto es que, como Thierry Meyssan revela en este trabajo, los acontecimientos actuales venían siendo organizados por Riad y Washington desde 2013. No tome posición sin haber leído antes este artículo y haber analizado la información que aquí se expone.

Según el estado mayor estadounidense, Tailandia está en la zona del mundo cuyos Estados deben ser destruidos, como puede verse en este mapa, publicado por Thomas P. M. Barnett en 2003.

En la continuación de su Gran Estrategia de Extensión del Ámbito de la Guerra, el Pentágono venía preparando simultáneamente la utilización de los kurdos en el Medio Oriente ampliado, una guerra civil en Venezuela y una guerra de desgaste en Filipinas. Pero esos conflictos van a tener que esperar porque se ha dado la prioridad a un cuarto teatro de operaciones: Birmania, a las puertas de China.

28 de septiembre de 2017. El estadounidense Jeffrey Feltman (segundo de derecha a izquierda), número 2 en la jerarquía de la ONU, asiste a los debates del Consejo de Seguridad junto al secretario general Antonio Guterres. Luego de haber supervisado personalmente la agresión contra Siria, Feltman pretende organizar la agresión contra Birmania. Como funcionario estadounidense, Feltman fue secretario de Estado adjunto, en tiempos de Hillary Clinton.

En la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU realizada el 28 de septiembre, la embajadora de Estados Unidos y varios de sus aliados acusaron de «genocidio» al gobierno de coalición de Myanmar.

La sola mención del término «genocidio», que en derecho europeo designa una masacre masiva pero que el derecho estadounidense aplica a un método de asesinato —aunque el criminal tenga en su haber una sola víctima—, es suficiente para que Washington considere que se justifica una guerra, con respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU o sin él, como ya pudo verse en el caso de Yugoslavia. La reunión del Consejo de Seguridad de la ONU se convocó a pedido de la Organización para la Cooperación Islámica (OIC), la antigua Organización de la Conferencia Islámica.

Desde 2013, los medios de difusión occidentales vienen presentando el budismo bajo una imagen sectaria. En esta portada de la revista Time, aparece el monje Ashin Wirathu. Condenado en 2003 a 25 años de cárcel debido a su prédica antimusulmana, estuvo entre los beneficiarios de la amnistía general decretada en 2012. El hecho es que hay fanáticos en todas las religiones.

Para hacer que los hechos concuerden con su narración particular, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, que durante la «revolución azafrán», en 2007, tanto celebraron la resistencia no violenta de Aung San Suu Kyi y los monjes budistas frente a la dictadura del SLORC (State Law an Order Restoration Council), simplemente metieron en un mismo paquete al ejército birmano, a la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi y a todos los budistas del país y los clasificaron, a todos juntos, como «los malos».

Desde los tiempos de la dominación extranjera —primeramente británica y más tarde japonesa—nunca hubo en Birmania un periodo de paz civil y desestabilizar ese país se hizo mucho más fácil desde que la junta militar del SLORC aceptó compartir el poder con la Liga Nacional por la Democracia (LND) y que ambas comenzaron a tratar de resolver juntas los numerosos conflictos internos del país.

Indispensable para la economía china, el oleoducto de Yunnan desemboca en la ribera del Pacífico, en el Estado birmano de Rakáin (antiguamente llamado Arakán).

Por un azar de la geografía, el oleoducto que vincula la región china de Yunnan con el Golfo de Bengala pasa por Birmania, país que además alberga varias estaciones chinas de vigilancia electrónica de las rutas navales que pasan frente a sus costas. Llevar la guerra a Birmania resulta por tanto más importante para el Pentágono que bloquear las dos «rutas de la seda» en el Medio Oriente y Ucrania.

Herencia de la colonización británica, entre las poblaciones discriminadas en Birmania se cuentan los 1,1 millones de descendientes de los obreros bengalíes que Londres desplazó para utilizarlos en Birmania. Pero resulta que esta minoría nacional —que no es una minoría étnica— es de confesión musulmana mientras que la gran mayoría de los birmanos son budistas. Y resulta también que, durante la 2GM, los rohinyás colaboraron con el Imperio británico en contra de los nacionalistas birmanos.

Perfectamente equipado, el Movimiento por la Fe o Ejército de Salvación Rohinyá de Arakán fue entrenado por los británicos en Arabia Saudita y Bangladesh. Antes del inicio de los recientes acontecimientos, contaba al menos 5.000 soldados.

En 2013, en momentos en que el Pentágono y la CIA habían desplegado hordas de yijadistas en Siria, donde libraban una guerra de posiciones, Arabia Saudita creó en La Meca una enésima organización terrorista: el Movimiento por la Fe (Harakah al-Yaqin). Ese grupo, que dice reunir a combatientes rohinyás, está en realidad bajo las órdenes del pakistaní Attaullah Khan Esakhelvi, quien luchó contra los soviéticos en Afganistán. El reino saudita albergaba la más importante comunidad masculina de rohinyás, después de Birmania y antes de Bangladesh, con 300.000 trabajadores, todos hombres sin sus familias.

Según un informe de los servicios de inteligencia bengalíes, redactado antes de la actual crisis, el Movimiento por la Fe actúa desde hace un año con una escisión de la organización bengalí Jamat-ul-Mujahideen bajo el eslogan «La Yijad de Bengala a Bagdad». Ese grupúsculo juró fidelidad al Califa del Emirato Islámico (Daesh), Abu Bakr al-Baghdadi, y ha reunido en el seno de una coalición a grupos como los Mujahideen indios, Al-Jihad, Alouma, el Movimiento de Estudiantes Islámicos de la India (SIMI), el Lashkar-e-Toiba (LeT) y el Harkat-ul Jihad-al Islami (HuJI) pakistaní. Todo ese conjunto de grupos recibe financiamiento de la fundación Revival of Islamic Heritage Society (RIHS) con sede en Kuwait.

Hace menos de año y medio, en marzo de 2016, cuando el SLORC aceptó compartir el poder con el partido de Aung San Suu Kyi, Estados Unidos trató de utilizar a la Premio Nobel de la Paz en contra de los intereses chinos. Al mismo tiempo, sabiendo que no iba a ser fácil manipular a la hija del padre de la independencia birmana —el comunista Aung San—, y fiel a su eterna estrategia de apostar simultáneamente a dos caballos, Estados Unidos también estimuló el Movimiento por la Fe.

En septiembre de 2016, Aung San Suu Kyi explica ante la Asamblea General de la ONU sus esfuerzos a favor de los rohinyás. Al igual que su padre Aung San —quien creyó en su momento en la ayuda de los japoneses para liberar Birmania de la colonización británica—, la Premio Nobel de la Paz creyó ingenuamente en la simpatía de los anglosajones para resolver los problemas internos de Myanmar.

En septiembre de 2016, Aung San Suu Kyi representó a su país en la Asamblea General de la ONU. Muy ingenuamente, explicó los problemas de su pueblo y a través de qué medios ella estaba tratando de resolverlos paulatinamente, comenzando por la cuestión de los rohinyás. Ya de regreso en su país, se dio cuenta de que sus antiguos respaldos estadounidenses eran en realidad enemigos de su patria. El Movimiento por la Fe emprendió una serie de ataques terroristas, como el perpetrado contra el puesto de la policía fronteriza de Maungdaw, donde 400 terroristas robaron el arsenal y mataron 13 aduaneros y soldados.

Aung San Suu Kyi prosiguió tenazmente la instalación de una comisión de consulta encargada de analizar la cuestión de los rohinyás y de proponer un plan concreto para poner fin a los actos de discriminación contra ellos. Esa comisión se componía de 6 birmanos y 3 extranjeros: la embajadora de los Países Bajos Laetitia van den Assum; el ex-ministro libanés de Exteriores Ghassan Salamé, que en realidad representa a Francia; y el ex-secretario general de la ONU Kofi Annan, como presidente de la comisión.

La Comisión de Consulta sobre los rohinyás alrededor de su presidente, Kofi Annan. Entre los seis miembros birmanos hay personalidades históricas de la lucha por los derechos humanos —como U Win Mra y U Khin Maung Lay así como Al Haj U Aye Lwin, guía espiritual de una orden musulmana sufista.

Los nueve miembros de esa comisión iniciaron un trabajo de singular calidad, a pesar de todos los obstáculos birmanos. Varios partidos políticos fracasaron en su empeño por lograr que la Asamblea Nacional disolviera la comisión, pero lograron que se adoptara contra ella una moción de desconfianza en la Asamblea local del antiguo Arakán (el Estado donde viven los rohinyás). En definitiva, la comisión entregó su informe el 25 de agosto de 2017 con una serie de posibles recomendaciones que podrían aplicarse —sin ningún tipo de trampas— para mejorar las condiciones de vida de todos.

Ese mismo día, los servicios de inteligencia de Arabia Saudita y Estados Unidos emitieron la señal para desatar la respuesta: el Movimiento por la Fe, rebautizado por los británicos como Ejército de Salvación Rohinyá de Arakán, dividido en 24 comandos, atacó varios cuarteles del ejército y puestos de la policía, dejando un saldo de 71 muertos. Durante una semana, las tropas birmanas realizaron una operación antiterrorista contra los yijadistas. Unos 400 familiares de estos últimos huyeron hacia Bangladesh.

El 1º de septiembre de 2017, el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, en su calidad de presidente de la Organización para la Cooperación Islámica, abre en Estambul la campaña mediática sobre los rohinyás.

Tres días después, el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan comenzaba a comunicarse telefónicamente con todos los jefes de Estado de países musulmanes para alertarlos sobre «el genocidio contra los rohinyás». El 1º de septiembre, o sea el día del Aid al-Adha, la fiesta más importante del mundo musulmán, el propio Erdoğan llamaba, en un vibrante discurso pronunciado en Estambul en su calidad de presidente en funciones de la Organización para la Cooperación Islámica, a salvar a los rohinyás y apoyar su Ejército de Salvación.

Sin embargo, lo cierto es que esos yijadistas nunca defendieron a los rohinyás sino que intervinieron sistemáticamente para hacer fracasar todos los intentos por mejorar sus condiciones de vida y poner fin a la discriminación contra ellos.

El general Mohsén Rezaí fue el comandante de los Guardianes de la Revolución que lucharon junto a la OTAN y Arabia Saudita contra Serbia, en la guerra de Bosnia-Herzegovina.

El 5 de septiembre, el presidente del Consejo de Discernimiento de Irán, Mohsén Rezaí, proponía unir las fuerzas de todos los Estados musulmanes y crear un ejército islámico para salvar a los «hermanos rohinyás». La importancia de esa declaración reside principalmente en el hecho que el general Rezaí fue comandante en jefe de los Guardianes de la Revolución.

A pesar de que el ejército birmano había cesado toda acción contra los terroristas, seguían los incendios de aldeas rohinyás mientras que la población rakáin de la región de Arakán linchaba musulmanes, por considerar que estaban todos vinculados a los terroristas. Según los rohinyás, los soldados del ejército birmano estaban quemando sus aldeas, pero según el ejército birmano eran los yijadistas quienes cometían esos hechos. Poco a poco, todos los rohinyás del norte de la región de Arakán se marchaban para buscar refugio en Bangladesh, cosa que curiosamente no hicieron los rohinyás que viven en el sur de la misma región.

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