REVELACIONES: LA YIJAD DE LAFARGE-HOLCIM

En ocasión de la publicación del libro de Thierry Meyssan, «Sous nos yeux. Du 11-Septembre à Donald Trump», damos inicio a una serie de artículos que desarrollarán por separado algunas de las muy numerosas informaciones que contiene ese volumen.

En línea con la intervención del candidato Jean-Luc Mélenchon en el debate televisivo previo a la elección presidencial francesa, abrimos esta serie con la verdadera historia de la transnacional Lafarge-Holcim en Siria.


El 2 de marzo de 2017, la empresa Lafarge-Holcim reconoció que su filial en Siria «entregó fondos a terceras partes para llegar a arreglos con cierto número de grupos armados, entre ellos terceros bajo sanciones, con vista a mantener la actividad [de la filial] y garantizar un paso seguro a los empleados y el aprovisionamiento hacia y desde la fábrica».

Esa transnacional productora de cemento ya es objeto de 2 investigaciones. La primera la iniciaron, el 15 de noviembre de 2016, las asociaciones Sherpa y ECCHR, mientras que la segunda la emprendió el ministerio francés de Economía. Ambas encuestas son consecuencia de supuestas revelaciones del diario francés Le Monde, que afirma que Lafarge entregó dinero al Emirato Islámico (Daesh), en violación de las resoluciones de la ONU.


Es importante observar que los artículos publicados el 2 de marzo en Intelligence Online (un boletín poco difundido de Le Monde) y en el propio diario Le Monde fueron redactados por Dorothy Myriam Kellou, que no es periodista de ese cotidiano francés. Dorothy Myriam Kellou estudió en la Universidad de Georgetown, notoriamente vinculada a la CIA, y fue encargada de prensa en el consulado francés de Jerusalén. Lo que publicó esta joven fue confirmado por un libro de Jacob Waerness, titulado RISIKOSJEF I SYRIA, donde este ex-empleado describe la grave situación del personal de Lafarge en Siria. Después de publicar el libro, su autor siguió colaborando con el fabricante de cemento.

Las falsas revelaciones de Le Monde en realidad se coordinaron con Lafarge-Holcim para desviar la mirada de la opinión pública y de los jueces hacia algo que no pasa de ser un detalle: ¿Podía aceptarse o no el chantaje de Daesh?

La verdad es mucho más grave.

La preparación de la guerra contra Siria

En junio de 2008, la OTAN organizaba la reunión anual del Grupo de Bilderberg en Chantilly, (US-VA). Hillary Clinton y Barack Obama se presentaron como participantes en esa reunión.

Entre los 120 presentes se hallaban también Bassma Kodmani —la futura portavoz de la Coalición Nacional Siria— y Volker Perthes —el futuro asistente del diplomático estadounidense Jeffrey Feltman en la ONU a cargo del tema de Siria. Durante un debate sobre la permanencia de la política exterior estadounidense, estos dos personajes intervinieron para presentar la importancia de la Hermandad Musulmana y el papel que esa cofradía podía desempeñar en la «democratización» del mundo árabe.

Jean-Pierre Jouyet —el futuro jefe del equipo de trabajo del presidente de Francia—, Manuel Valls —futuro primer ministro de Francia— y Bertrand P. Collomb —el patrón de Lafarge— estaban presentes en el encuentro junto a Henry R. Kravis —el futuro coordinador financiero del Emirato Islámico (Daesh).


Lafarge en Siria

Lafarge es el líder mundial de la producción de cemento. La OTAN pone en manos de Lafarge la construcción de búnkeres para los yijadistas en Siria y la reconstrucción de la parte sunita de Iraq. A cambio, Lafarge permite que la OTAN maneje el funcionamiento de sus instalaciones en ambos países, sobre todo la fábrica de cemento de Yalabiyeh —al norte de Alepo y cerca de la frontera turca. Durante 2 años, la transnacional francesa garantiza el material de construcción para la edificación de gigantescas fortificaciones subterráneas que permiten a los yijadistas desafiar al Ejército Árabe Sirio.

Lafarge se halla ahora bajo la dirección del estadounidense Eric Olsen, quien integra a la transnacional las fábricas de los hermanos Sawiris y de Firas Tlass. Este último es hijo del general sirio Mustafá Tlass, quien fue ministro de Defensa del presidente Háfez al-Ásad. Firas Tlass es además hermano del general Manaf Tlass, al que Francia quiso convertir en el próximo presidente de Siria, y de Nahed Tlass-Ojjeh, la viuda del negociante de armas saudita Akram Ojjeh. Nahed Tlass-Ojjeh trabaja actualmente con el periodista francés Franz-Olivier Giesbert.

Los vínculos entre Lafarge y las fuerzas especiales francesas se facilitan gracias a la amistad existente entre Bertrand Collomb —ahora convertido en presidente honorario de la transnacional— y el general Benoît Puga —jefe del estado mayor particular del presidente de Francia bajo los mandatos sucesivos de Nicolas Sarkozy y de Francois Hollande.


La mentira del diario francés Le Monde

En un primer momento, el diario online de los mercenarios anti-sirios Zaman Al-Wasl publica varios correos electrónicos que demuestran que Lafarge está entregando dinero al Emirato Islámico. En una segunda fase, Le Monde publica sus artículos y los documentos de Zaman Al-Wasl desaparecen de su sitio web, documentos que usted encontrará aquí, en nuestro sitio.

Según el diario francés Le Monde, Lafarge estaba pagando a los yijadistas el petróleo que necesitaba para el funcionamiento de la fábrica. Eso es falso porque esa instalación funciona principalmente con carbón, que seguía recibiendo de Turquía. Sin darse cuenta de la importancia de lo que está confesando, «Le Monde» reconoce que Lafarge producía anualmente 2,6 millones de toneladas de cemento, destinadas a las «zonas rebeldes».

Pero, en medio de esta terrible guerra, era imposible que los civiles construyesen absolutamente nada en esas zonas.


La construcción de búnkeres para los yijadistas

2,6 millones de toneladas durante más de 2 años suman un total de 6 millones de toneladas de cemento producidas para los «rebeldes». Y si escribo la palabra «rebeldes» entre comillas es porque esos combatientes no son sirios sino individuos provenientes de todo el mundo musulmán e incluso de Europa.

Tal cantidad de cemento es comparable a la que utilizó el Reich alemán para construir la Línea Sigfrido en 1916-1917. Desde julio de 2012, la OTAN —incluyendo a Francia— estaba organizando una guerra de posiciones, conforme a la estrategia que describe Abu Bakr Naji en su libro de 2004 Management of Savagery, o sea «Gestión de la Barbarie».

Es fácil imaginar la cantidad de ingenieros militares de la OTAN —incluyendo especialistas franceses— que fueron necesarios para construir este gran conjunto de fortificaciones.


Lafarge, los Clinton y la CIA

En la década de los 80, Lafarge enfrentó un proceso por contaminar en el Estado de Alabama (Estados Unidos) recurriendo a la célebre abogada, Hillary Rodham-Clinton, quien logró reducir la multa que la Environmental Protection Agency impuso a la transnacional a sólo 1,8 millones de dólares.

Bajo el mandato de George Bush padre, Lafarge prestó servicios a la CIA en Iraq transportando ilegalmente el armamento que más tarde utilizaría la rebelión cuando Iraq invadió Kuwait y la coalición internacional encabezada por Estados Unidos acudió en ayuda del emirato ocupado por Sadam Husein.


La intervención militar rusa

Atrincherados en sus búnkeres, los yijadistas podían darse el lujo de desafiar al Ejército Árabe Sirio, manteniendo sus posiciones sin dificultades. Siria se vio dividida en dos durante 2 años porque el gobierno tuvo que optar por ceder terreno para garantizar la protección de la población.

Cuando Rusia interviene en el conflicto, a pedido del gobierno sirio, su misión consistía en destruir con bombas penetrantes los búnkeres de los yijadistas. La duración prevista de esa operación debía ser de 3 meses —desde septiembre de 2015 hasta la navidad ortodoxa, el 6 de enero de 2016—. Sin embargo, las fortificaciones de Lafarge-Holcim eran de una envergadura tal que las fuerzas rusas necesitaron 6 meses para acabar con ellas.


Conclusión

Cuando la transnacional Lafarge-Holcim terminó su misión en Siria al servicio de la ingeniería militar de la OTAN, simplemente cerró la fábrica y prestó la instalación a la alianza atlántica. La fábrica de Lafarge en Yalabiyeh fue entonces convertida en cuartel general de las fuerzas especiales de Estados Unidos, Francia, Noruega y el Reino Unido que ocupaban ilegalmente el norte de la República Árabe Siria.

Al contrario de lo que sugiere la cortina de humo del diario Le Monde, el caso de Lafarge-Holcim no es la triste historia de una empresa constructora que negoció con yijadistas para salvar a sus trabajadores. La responsabilidad real de Lafarge-Holcim reside en el papel central que desempeñó en una amplia operación militar de destrucción emprendida contra Siria, una guerra secreta que ya ha costado cientos de miles de vidas.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195758.html

¿QUÉ PASARÍA SI WASHINGTON RENUNCIARA A LA YIJAD?

La voluntad del presidente Trump de combatir a Daesh y acabar con el terrorismo internacional resulta extremadamente difícil de concretar porque perjudica a los países que lo organizaron e implica una reorientación de la política internacional. El nuevo presidente useño no parece en condiciones de ordenar a sus tropas el paso a la ofensiva mientras no logre establecer nuevas alianzas.


La oposición que el presidente Donald Trump está teniendo que enfrentar es tan fuerte que el plan de lucha contra el Emirato Islámico (Daesh), cuya presentación debía tener lugar el 22 de marzo en una cumbre de la coalición prevista en Washington, todavía no está listo. Su línea política sigue siendo poco clara. El único objetivo confirmado es la erradicación del yijadismo, pero no se ha resuelto ninguna de sus implicaciones.

El general Joseph Votel, jefe del CentCom, sigue sin presentar las opciones existentes en el terreno. Al parecer ya no habrá de hacerlo hasta el mes de abril.

En el terreno, todo se limita por tanto a un intercambio de información entre los estadounidenses, de un lado, y rusos e iraníes del otro. Para mantener la situación, estas 3 potencias han acordado evitar un enfrentamiento entre los turcos y los kurdos y se están realizando intensos bombardeos aéreos contra al-Qaeda, en Yemen, y contra el Emirato Islámico, en Iraq. Pero no se ve nada decisivo. Se mantiene el compás de espera.

Quien se ocupa del manejo del terrorismo internacional por cuenta de Londres y Washington es la Liga Islámica Mundial, que ha venido haciéndolo desde 1962. La Liga Islámica Mundial abarca simultáneamente la Hermandad Musulmana —que se compone de árabes— y el Ejército Naqshbandiyya cuyos miembros son fundamentalmente turco-mongoles y caucásicos.

Hasta el inicio de la Guerra Civil Yemení, el presupuesto militar de la Liga Islámica Mundial era más alto que el del ejército de Arabia Saudita, lo cual quiere decir que la Liga es el primer ejército privado del mundo, sobrepasando ampliamente al tristemente célebre Academi/Blackwater. Aunque es una fuerza estrictamente terrestre, resulta particularmente eficaz en la medida en que su logística depende directamente del Pentágono y porque dispone de numerosos combatientes suicidas.

Situación militar actual de Yemen:
     Controlado por los rebeldes hutíes y seguidores del expresidente Saleh
     Controlado por el Ejército de Yemen leal al presidente Hadi o por tropas de la Liga Árabe
     Controlado por Al-Qaeda y Ansar al-Sharia

Fue la Liga Islámica Mundial —o sea, la familia real de Arabia Saudita— quien garantizó a Londres y a Washington el personal que organizó en 2011 la segunda «Gran Rebelión Árabe», siguiendo el modelo de la que tuvo lugar en 1916, pero respondiendo esta vez a la denominación de «primavera árabe». En ambos casos, el objetivo era apoyarse en los wahabitas para redefinir las fronteras regionales en interés de los anglosajones.

Por consiguiente, ahora no se trata simplemente de abandonar el arma que constituye el terrorismo sino también:
—de romper la alianza entre Londres y Washington tendiente a garantizar el control del Medio Oriente ampliado;
—de privar a Arabia Saudita y Turquía del arma que habían venido desarrollando por cuenta de Londres y de Washington durante más de medio siglo;
—de decidir el futuro de Sudán, Túnez y Libia.
Por otro lado, hay que llegar también a un acuerdo con Alemania y Francia, países que desde 1978 acogieron dirigentes de la Hermandad Musulmana y financiaron la yijad.

Pero ya estamos viendo que el Reino Unido no está muy conforme con todo eso. Ahora resulta que fue el GCHQ —o sea, el servicio británico que se dedica a la intercepción satelital— la entidad que garantizó la escucha de las comunicaciones de la Trump Tower durante la campaña electoral estadounidense y el posterior periodo de transición. Por su parte, según la agencia jordana de noticias Petra, Arabia Saudita financió en secreto un tercio de la campaña electoral de Hillary Clinton contra Donald Trump.

Es por eso que el presidente Trump parece estar en busca de nuevos aliados cuyo respaldo le permita imponer el cambio.

Trump está organizando ahora un encuentro con el presidente chino Xi Jinping, durante el cual podría planificar la adhesión de Estados Unidos al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (Asian Infrastructure Investment Bank o AIIB). Con esa jugada, Trump pondría a sus aliados ante el hecho consumado: si Estados Unidos participa en la construcción de las rutas de la seda, será imposible para el Reino Unido, Arabia Saudita, Turquía, Alemania y Francia continuar la yijad en Iraq, Siria y Ucrania.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195670.html

HABLANDO DE «ANTE NUESTROS OJOS»

En ocasión de la publicación de su nuevo libro Sous nos Yeux: Du 11 Septembre à Donald Trump, actualmente en proceso de traducción al español y a otros idiomas, Thierry Meyssan habla de ese trabajo en entrevista concedida a través de Internet.


RED VOLTAIRE: Thierry Meyssan, acaba de aparecer su nuevo libro SOUS NOS YEUX... 10 años después de la publicación del anterior. ¿De qué trata y por qué dejó pasar tanto tiempo?

THIERRY MEYSSAN: Hace 16 años, yo denunciaba el golpe de Estado del 11 de septiembre. Lo que yo anticipaba en aquel momento efectivamente tuvo lugar: los responsables de aquella operación instauraron un estado de emergencia permanente en Estados Unidos e iniciaron una serie de guerras imperialistas. Mucha gente sólo retuvo de aquel libro el corto pasaje sobre el atentado del Pentágono pero es un libro de ciencias políticas que debería tomarse muy en serio.

No entiendo por qué me preguntan si sigo «creyendo» todavía lo que escribí en 2002: estoy viéndolo, estoy viviéndolo diariamente. Las ciencias políticas son ciencias empíricas: entre las hipótesis, sólo es posible distinguir las que son ciertas de las que son falsas a través de sus consecuencias. Y el tiempo me ha dado la razón.

Hace más de un año que Francia se halla bajo un estado de emergencia, mientras que todas esas guerras han devastado el Medio Oriente ampliado y dejado más de 3 millones de muertos. Incluso están extendiéndose a Europa con flujos migratorios y atentados terroristas.

En SOUS NOS YEUX... [en español «Ante nuestros ojos»] he querido pasar revista a la planificación de esas guerras y explicar quién las decidió, por qué y de qué manera. Los occidentales abordan ese fenómeno de manera secuencial. Para ellos, en general, no hay relación entre lo sucedido en Afganistán, en Iraq, en Túnez, en Egipto, en Libia, en Yemen y en Siria. Dan por sentado que todos esos pueblos aspiran a la democracia pero que ninguno de ellos es capaz de establecerla.

Detrás de esas apariencias discontinuas hay un plan general que afectó primeramente el Medio Oriente ampliado y que ahora se extiende a Occidente.

RED VOLTAIRE: De hecho, su libro aparece precisamente en momentos en que la expresión «post-verdad» está particularmente de moda en los medios masivos (para denunciar exclusivamente la supuesta propaganda de la Rusia de Putin y las también supuestas mentiras de Trump) y en que el «diario de reverencia atlantista» se autoproclama como una especie de MiniVer (Ministerio de la Verdad) con su indescriptible Décodex… El libro que usted nos propone muestra hasta qué punto están invertidos los valores y que estamos viviendo en un mundo que se ha hecho más que nunca verdaderamente orwelliano. ¿Queda aún alguna esperanza?

THIERRY MEYSSAN: En Occidente, acabamos de entrar, con la campaña anti-Trump, en la primera fase de la propaganda propiamente dicha, porque es la primera vez que el sistema arremete contra la función que hasta ahora había presentado como suprema. Aparece, en este caso, una evidente contradicción entre las técnicas de «relaciones públicas» y las técnicas de la «propaganda». En efecto, Donald Trump es un especialista en las primeras pero es una víctima de las segundas.

Una de las características de la propaganda es que sustituye al espíritu crítico. Cuando estábamos en la escuela, no pensábamos que un texto tenía más valor porque fuese de tal o cual autor, lo juzgábamos por su contenido. Aprendíamos a leer de manera crítica. La democracia se basa en ese principio: tenemos que prestar atención a lo que dice cualquier ciudadano, mientras que la monarquía sólo concedía la palabra a la nobleza y a la iglesia: hoy diríamos a los políticos y los periodistas.

Décodex hace exactamente lo contrario. Califica a priori un artículo de cierto o falso según su procedencia. Eso es intelectualmente estúpido y profundamente antidemocrático.

A ustedes no se les ha escapado el hecho que el Décodex está vinculado simultáneamente a la Entente de medios creada por una misteriosa ONG, First Draft, y al estado mayor militar de la Unión Europea. De hecho, [el diario francés] Le Monde, al hacer suya esa iniciativa, está muy lejos de poder reivindicar el estatus de simple órgano de prensa. Y, en respuesta a su pregunta, la esperanza no reside en los medios en general sino en que seamos capaces de resistir.

RED VOLTAIRE: El uso intensivo de la propaganda para vender una guerra no es ciertamente una novedad. Pero con Libia y Siria tenemos la impresión de que se han alcanzado niveles altísimos, raramente vistos anteriormente, exceptuando quizás el momento culminante de la 1GM, como señalaba últimamente, entre otros, Patrick Cockburn en CounterPunch.

THIERRY MEYSSAN: Sí, pero esa comparación es válida sólo para el Reino Unido —o más exactamente para su metrópolis— y Estados Unidos, cuyo territorio no se vio afectado por la guerra y que dominaban la propaganda moderna. En aquella época, Rusia, Alemania y Francia ni siquiera sabían en qué consistían esas técnicas.

La primera novedad es la importancia que tiene actualmente la actividad audiovisual y el uso, más frecuente de lo que parece, de imágenes de ficción que se presentan en los noticieros como si fuesen reportajes auténticos. Me refiero, por ejemplo, a secuencias de imágenes sobre la falsa «revolución verde» en Irán y las imágenes de la supuesta entrada de los rebeldes en la Plaza Verde de Trípoli, en Libia. Esa mezcla de ficción y realidad acaba de triunfar con la entrega, por parte de Hollywood, de un premio en la categoría de documental a al-Qaeda por su puesta en escena de los Cascos Blancos (White Helmets) en Alepo.

La segunda novedad es la creación de una coordinación internacional entre gobiernos aliados para acreditar su propia propaganda. Eso comenzó con el Buró Conjunto de Comunicaciones Globales de la Casa Blanca y de Downing Street [residencia oficial del primer ministro británico]. Hoy en día, esa coordinación la realizan la StratCom Task Force de la Unión Europea y el Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN.

RED VOLTAIRE: Todo el mundo sabe que «en tiempo de guerra, la verdad es la primera víctima», todos recordamos al menos algunas manipulaciones y mentiras que la prensa repitió unánimemente en el pasado. Pero, ¡todos siguen cayendo en la trampa una y otra vez! A veces tenemos la impresión de que, como se dice, «mientras más increíble, más fácilmente se lo tragan». Basta con que lo digan la mayor parte de los medios. A pesar de todo, no todos los periodistas —ni los políticos— son vendidos ni estúpidos. ¿Cómo explicar entonces esta ceguera colectiva, este trance consensual de los medios y los políticos?

THIERRY MEYSSAN: La prensa ha cambiado profundamente en los últimos años. En Estados Unidos el número de periodistas disminuyó en dos tercios desde los hechos del 11 de septiembre. En realidad, ya casi no hay periodistas sino muchos redactores que adaptan los despachos de agencias a diferentes públicos. Eso es completamente distinto.

Además, la lógica comercial ha prevalecido ampliamente sobre la preocupación por informar. Violar la Carta de Munich, documento que establece los derechos y deberes de los periodistas, se ha hecho algo cotidiano para la mayoría de ellos sin suscitar la menor condena, ni de parte de la profesión, ni de parte del público. Por ejemplo, nadie protesta cuando la prensa publica la contabilidad de un banco o de un gabinete de abogados, supuestamente en busca de gente que defrauda el fisco; ni cuando un diario publica un acta que debería permanecer secreta en el marco de un proceso de instrucción, supuestamente con intenciones de revelar las ilegalidades cometidas por un acusado. ¿Qué pasa entonces con la debida confidencialidad de esas profesiones? ¿Realmente quiere usted que la prensa pueda divulgar todas las operaciones bancarias que usted hace y el expediente de su divorcio? ¿Quiere usted ser designado como culpable sólo por haber sido interrogado por un magistrado? Entonces, ¿por qué acepta usted eso cuando se trata de personas conocidas?

Para terminar sobre este punto, la prensa y sus lectores ya no buscan entender el mundo y se han vuelto crueles. Hace 20 años, mis lectores me escribían reprochándome que criticaba a tal o más cual individuo sin mencionar sus méritos. Hoy sucede lo contrario, me reprochan rendir homenaje a tal o más cual personalidad sin mencionar que se le acusa de esto o de aquello.

Es porque hemos aceptado esta deriva que nos hemos hecho crédulos, no lo contrario. Los responsables políticos han adoptado nuestro comportamiento colectivo. Y cuando se le pregunta al presidente francés François Hollande por qué tomó tal o cual decisión en política exterior, lo que responde es que tenía que reaccionar a las expectativas de la prensa. O sea, él no decide su política exterior después de recibir los informes de su administración y de haber conversado con sus consejeros sino leyendo el periódico.

Hemos llegado a un sistema circular: los periodistas siguen a los políticos, que a su vez siguen a los periodistas. Ya nadie está en contacto con la realidad.

RED VOLTAIRE: Numerosos libros han abordado el tema de las «primaveras árabes», casi todos proponiendo una lectura simplista de hechos que se desarrollan de forma espontanea —el famoso «viento de libertad» que barre a los dictadores establecidos— conforme a la visión romántica, incluso ingenua, parisina, de la Revolución Francesa. En ese contexto, el libro de usted es una nota discordante, ¡es lo menos que se puede decir! ¿Cómo se justifica el análisis que usted hace? O, para plantear la pregunta de otra manera, ¿por qué no es pura y simplemente «conspiracionista»?

THIERRY MEYSSAN: Primeramente, durante la Revolución Francesa, el rey traicionó al buscar la ayuda de los ejércitos extranjeros para reprimir a su pueblo. Así que fue destituido. Pero el jefe de Estado no fue destituido por su pueblo en ninguno de los 7 países donde se desarrollaron esas primaveras árabes. ¿No le parece extraño?

Disponemos además de numerosos testimonios y de varios documentos que demuestran que los anglosajones prepararon esos acontecimientos desde el año 2004. Como siempre existe un periodo de tiempo entre el momento en que se toma la decisión, el despliegue de los elementos necesarios y la concretización del proyecto, y como no tenemos nada de memoria, nos sorprendimos ante algo que ya se nos había anunciado.

No malinterprete lo que acabo de decir. Es cierto que hubo movimientos de protesta en cada uno de esos países, pero ninguno fue una revolución tendiente a derrocar al jefe de Estado y a democratizar la sociedad. Estamos proyectando nuestra propia fantasía en acontecimientos que son de otra naturaleza.

Las «Primaveras Árabes» no son más que la reedición de la «Gran Rebelión Árabe de 1916»: un movimiento que en aquel momento todos creyeron espontáneo. Pero todos los historiadores coinciden actualmente en describirlo como enteramente concebido y manipulado por los británicos. La diferencia es que esta vez no hubo una figura romántica como Lawrence de Arabia, quien llegó a creer en las promesas de sus superiores de Londres. Todo eso se dirigió con un perfecto cinismo.

RED VOLTAIRE: Thierry Meyssan, quienes le siguen a usted y leen regularmente lo que usted escribe saben que es usted un hombre de paz. Desde hace más de 6 años está usted presente en el terreno donde se desarrollan estos conflictos y por eso su mirada y sus análisis tienen un valor extraordinario y merecen como mínimo ser escuchados. Sin embargo, usted cuenta como ha sido en ocasiones actor de los acontecimientos: tanto en Siria como en Libia, en Irán y en Rusia. Se impone entonces la siguiente pregunta. Sin acusarlo a usted de ser «el amigo de los mulás y de los peores dictadores» —lo cual sería una acusación completamente estúpida— ¿no podríamos pensar que su lucha contra el imperialismo le ciega? ¿O que está usted bajo la influencia de la propaganda del otro bando? ¡O incluso que usted mismo es un vector de esa propaganda!

THIERRY MEYSSAN: Yo mismo me planteo esa interrogante cada día y espero que ustedes, los que viven del otro lado de la frontera, se hagan también esa pregunta en relación con ustedes mismos. Donde quiera que uno viva siempre se halla bajo la influencia de su medio. La situación de ustedes en Europa no es mejor que la mía aquí.

Cada uno de nosotros tiene que hacer un esfuerzo para ser objetivo. Eso no es espontáneo. En un conflicto, tenemos que tratar de entender cómo analizan las situaciones nuestros adversarios. No para combatirlos mejor sino para tener la posibilidad de acercarnos a ellos.

Ya establecida esa premisa y sabiendo que la responsabilidad política reside en el hecho optar siempre por la menos mala de las soluciones, no pretendo haber servido a santos ni a los mejores. Es por eso que no he estado al servicio de George W. Bush ni de Barack Obama, que destruyeron el Medio Oriente ampliado; ni de Nicolas Sarkozy, que destruyó Libia; ni de Francois Hollande, que destruyó Siria. He estado al servicio de Hugo Chávez, que sacó a su pueblo del analfabetismo; de Mahmud Ahmadineyad, que industrializó Irán; de Muamar el Gadafi, que había eliminado la esclavitud en Libia; y de Bashar al-Asad, que ha salvado la República Árabe Siria de las hordas yijadistas. Nunca me pidieron hacer nada de lo que tuviese que avergonzarme y si me lo hubiesen pedido, yo no lo habría hecho.

RED VOLTAIRE: Al leer su libro uno siente una especie de vértigo porque lo que usted escribe es radicalmente diferente de la narración que se hace en Occidente. ¿Cómo es eso posible?

THIERRY MEYSSAN: En Occidente no hay regímenes autoritarios pero allí la propaganda es cotidiana. Eso sucede porque esa propaganda no es impuesta desde arriba sino esperada abajo. La propaganda no triunfa porque no queramos saber la verdad sino porque no queremos conocer los crímenes que se cometen en nuestro nombre. Somos como los avestruces que meten la cabeza en la arena para no ver.

La mejor prueba de lo que digo es la campaña electoral por la presidencia de Francia. Hasta este momento, prácticamente ninguno de los candidatos ha dicho lo que haría como presidente. Todos explican lo que tendría que hacer su primer ministro en el plano económico, pero ninguno se atreve a hablar de la responsabilidad presidencial a la que aspiran, que son la política exterior y la defensa de la Patria. Sin embargo, en tiempos de globalización, es simplemente imposible obtener resultados económicos sin comenzar por reposicionar el país en la escena internacional. Pero son pocos los que aún se atreven a analizar las relaciones internacionales. Eso se ha convertido en tabú.

RED VOLTAIRE: Los atentados terroristas de Daesh y Al-Qaeda en Francia en los dos últimos años modificaron un poco el discurso mediático, sobre todo después de las matanzas del 13 de noviembre en París. Los medios dieron repentinamente cierto eco a las voces disonantes —hasta entonces inaudibles— que cuestionaban la política francesa hacia Libia y Siria y también las relaciones especiales y privilegiadas que mantienen nuestros dirigentes con Qatar y Arabia Saudita. Pero después volvimos rápidamente al status quo según el cual Bashar el «verdugo» tiene que irse.

THIERRY MEYSSAN: Una vez más, ustedes toman las cosas al revés. El director general de la Seguridad Interior [francesa], Patrick Calvar, declaró ante una comisión parlamentaria que sabía quién ordenó los atentados pero que no lo diría. En efecto, no es él quien tendría que decirlo sino el presidente de la República, François Hollande.

Pero, como explico en mi libro, Alain Juppé y François Hollande contrajeron compromisos internacionales secretos que no pudieron cumplir. Sintiéndose engañado, Recep Tayyip Erdoğan ordenó los atentados de París y el de Bruselas e incluso se felicitó por ellos de antemano. Esas dos operaciones fueron realizadas por dos comandos diferentes, aunque Mohamed Abrini, del MI6 británico, participó en los dos.

Nuestros sucesivos gobiernos han tomado decisiones tan abyectas que no se atreven a confesarlas. Yo he abordado esa situación en mis artículos, pero sólo a medias. Esa situación no puede mantenerse. No puedo soportar ver morir a nuestros compatriotas en el teatro Bataclan y en las terrazas de los cafés. Escribí este libro para sacar a la luz la ropa sucia y para que logremos un cambio.

RED VOLTAIRE: Con este libro usted vuelve a sumergirnos en el pasado que, aunque reciente, parecía haber quedado atrás: me refiero en concreto al brillante discurso de paz de Dominique de Villepin ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en 2003, y a la intervención militar ilegal contra Libia, en 2011. ¿Cómo ha podido verse en Francia, en tan poco tiempo —sólo 8 años— el triunfo total entre nuestras «élites» de las tesis de los neoconservadores estadounidenses y de su profecía auto-realizada del «choque de civilizaciones» y la «guerra sin fin contra el terrorismo»?

THIERRY MEYSSAN: En primer lugar, en mi opinión, no hay tal profecía: el «choque de civilizaciones» y la «guerra contra el terrorismo» nunca existieron. Lo que estamos viendo sólo es una guerra de un Imperio y sus aliados contra los pueblos del Medio Oriente ampliado y contra el pueblo del Donbás. La novedad es que la Casa Blanca ya no gobierna el Imperio, quien lo gobierna es el Estado Profundo, algunos de cuyos dirigentes hemos podido identificar.

Luego, el alineamiento de las élites europeas tras la administración Obama es un fenómeno clásico de colaboración con el más fuerte, fenómeno que hoy se prolonga en contra de la administración Trump. Así que los europeos se han puesto al servicio de la oposición estadounidense.

RED VOLTAIRE: Sobre ese tema, usted establece una diferencia notable entre las presidencias de Sarkozy y de Hollande, este último reactivó la guerra en Siria mientras que Sarkozy —que la había iniciado— se disponía, por pragmatismo, a salir de ella.

THIERRY MEYSSAN: Aunque hay que decir que si Sarkozy se retiró sabiamente del conflicto sirio, anteriormente había proseguido la lucha contra Costa de Marfil y contra Libia hasta el último momento. Pero lo más importante no es eso. Los gobiernos de Sarkozy se dividieron en cuanto a la participación de Francia en el plan británico de las «primaveras árabes».

Tendríamos que rendir homenaje a quienes convencieron a Sarkozy de que hiciera la paz. Pero ahí se complican las cosas porque el Sistema los castigó a casi todos. Mientras que los medios cantaban loas a Alain Juppé, el prefecto Edouard Lacroix fue físicamente eliminado, Claude Guéant fue condenado a ir a la cárcel, Bernard Squarcini y Francois Fillon son ahora objeto de acciones judiciales. Hay que entender que esos ejemplos desestimulan a todos los que hoy pudieran poner fin a la guerra.

RED VOLTAIRE: Su libro comienza citando la siguiente resolución de la ONU:
«Todos los Estados deben abstenerse de organizar, ayudar, fomentar, financiar, estimular o tolerar actividades armadas subversivas o terroristas destinadas a cambiar por la fuerza el régimen de otro Estado, así como de intervenir en las luchas internas de otro Estado.»
Ese pertinente recordatorio de la base del Derecho Internacional parece ser perfectamente ignorado por la mayoría de nuestros responsables políticos, y también por los periodistas y los medios de difusión que se hacen eco de lo que dicen sin cuestionarlos nunca.

THIERRY MEYSSAN: Esa citación está sacada de la resolución que detalla la significación de la Carta de las Naciones Unidas. Es un texto de referencia que, por supuesto, han estudiado todos los diplomáticos y periodistas especializados.

Olvidar eso significa que uno no tiene ya intenciones de defender los principios del Derecho Internacional. Hoy estamos viviendo en un mundo hipócrita donde los responsables políticos y los funcionarios de la ONU dicen seguir la Carta pero la violan constantemente. Como muestro detalladamente en este libro, las actuales guerras en el Medio Oriente y Donbás están siendo dirigidas política y logísticamente desde la sede de la ONU por el segundo responsable de mayor nivel de esa organización: el estadounidense Jeffrey Feltman.

RED VOLTAIRE: En este libro, al contrario de los anteriores, usted ha optado por no citar las fuentes ni utilizar notas. ¿Cómo explica esa decisión, que puede dar pie a todas las acusaciones que no dejarán de oírse en su contra? ¿Apuesta usted por la inteligencia de los lectores?

THIERRY MEYSSAN: En 2002, en La Gran Impostura 1, —sobre los hechos del 11 de septiembre de 2001— yo citaba fuentes oficiales que aparecían en internet. En aquella época todavía era poca la gente con acceso a internet y me reprocharon que no me apoyaba en la única fuente seria: las que existían en papel. En 2007, en La Gran Impostura 2, —sobre la agresión que acababa de tener lugar contra el Líbano— cité cientos de despachos de agencias de prensas e informes oficiales. Al ser imposible reprocharme algo, la prensa ignoró el libro. Esta vez no ofrezco referencias. Los personajes que cuestiono probablemente desmentirán y me acusarán de inventar cosas. Si quieren que saquemos los trapos al sol, estoy dispuesto a contestarles.

¿Sabe usted?, entre 2002, 2007 y 2017 he vivido muchas cosas, he aprendido mucho y madurado mucho. Nadie en Francia ha participado en los acontecimientos como yo lo he hecho.

RED VOLTAIRE: Hace 10 años, su libro L’EFFROYABLE IMPOSTURE 2. MANIPULATIONS ET DÉSINFORMATIONS no fue objeto de ningún comentario en los medios. De hecho, la imagen de usted había sido tan denigrada que los libreros —que también son víctimas de la propaganda— recibieron su libro con reticencia, evitando darle visibilidad en sus establecimientos —como habitualmente se hace con un autor exitoso—, poniéndolo más bien lejos de las miradas, en los estantes, y llegando incluso a esconderlo hasta poniéndolo fuera del alcance del público, en el almacén. A pesar de eso aquel libro se vendió mucho. Dado el ambiente casi histérico alrededor de «Bashar», Putin y Trump, es evidente que este nuevo libro no contará con una acogida mejor que aquella. ¿Es posible ser optimista en cuanto a su difusión?

THIERRY MEYSSAN: Estamos en una época diferente. Hace unos años casi todos creíamos cualquier cosa, si aparecía publicada en Le Monde. Hoy en día, la mayoría se interroga sobre las contradicciones de la retórica del pensamiento correcto.

Por ejemplo, supongamos que al-Qaeda sea un grupo de antioccidentales rabiosos que cometieron los atentados del 11 de septiembre. ¿Cómo es posible entonces que alguien haya exigido al general Carter Ham, comandante del Africom, que colaborara con al-Qaeda en Libia? Exigencia que, por cierto, lo llevó a protestar y puso fin a su misión. ¿Por qué Laurent Fabius apoyó [como ministro francés de Exteriores] a los Estados árabes según los cuales al-Qaeda «está haciendo un buen trabajo» en Siria? ¿Por qué Francia envió municiones a al-Qaeda en Siria?

El general Carter Ham, protestó por tener que colaborar con al-Qaeda en Libia y puso fin a su misión

Por eso podemos esperar que individualmente, uno tras otro, los franceses en general —y por tanto también los libreros— revisarán lo que creían saber desde el inicio de los acontecimientos. Si los hechos parecen incoherentes, ¿dónde está su lógica?

RED VOLTAIRE: Thierry Meyssan, gracias por su tiempo y, sobre todo, por este libro extraordinario cuya lectura recomendamos a todos, además de recomendar también que lo den a conocer lo más ampliamente posible a su alrededor. ¿Quiere decir algo más, a modo de conclusión?

THIERRY MEYSSAN: Cada cual debe ahora posicionarse ante algo que comenzó en el Medio Oriente ampliado. Es un proceso que se inició en países lejanos, pero que ahora llega a nuestros países. Los atentados, por un lado, y la propaganda por el otro, ya están aquí. Si nos negamos a mirar la verdad de frente, nos aplastarán las fuerzas de las queremos a toda costa ser aliados. Mientras más esperemos, más difícil será defender la libertad en nuestro propio suelo.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195662.html

Washington reduce a la mitad su aporte financiero a la ONU...


El presidente Donald Trump instruyó a su secretario de Estado, Rex Tillerson, para que reduzca a la mitad el aporte financiero de Estados Unidos al funcionamiento de la ONU para los 3 próximos años.

Esta decisión se produce después de la demanda de que se realice una auditoria que la embajadora de Estados Unidos presentó recientemente ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

Desde julio de 2012 y la nominación del estadounidense Jeffrey Feltman a la cabeza del departamento de Asuntos Políticos de la ONU, los recursos de las Naciones Unidas están siendo utilizados por el Estado Profundo estadounidense para tratar de alcanzar sus objetivos de rediseño del Medio Oriente Ampliado y de cortar las dos rutas de la seda.

Aunque la decisión del presidente Trump seguramente dará lugar a una campaña mediática tendiente a presentarla como una medida nociva para la paz, en realidad se trata de todo lo contrario.

Es desde la sede de la ONU en Nueva York que se dirigen actualmente las guerras contra Siria y contra las repúblicas autoproclamadas en el Donbass y no será posible restablecer las funciones originalmente asignadas a esa organización sin excluir primero de ella a los representantes del Estado Profundo estadounidense y sin imponerle un cura de austeridad.

El secretario de Estado Rex Tillerson ya escribió a las ONGs miembros del Consejo de Derechos Humanos, con sede en Ginebra, para indicarles que hay que reformar la ONU o salir de ella.

El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas dio su aval a las imputaciones falsas según las cuales la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista había bombardeado un barrio rebelde en Trípoli. Esa mentira sirvió de justificación al Consejo de Seguridad para solicitar a la OTAN que «protegiera» a la población libia de la cólera del «dictador», con lo cual autorizó en realidad un «cambio de régimen» correspondiente a la más pura tradición colonial.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195659.html#nh1

¿Mantendrá Bruselas la estrategia nuclear del Pentágono...?

Si la administración Trump decidiese respetar el Tratado de No Proliferación, retiraría los misiles nucleares estadounidenses ilegalmente desplegados en Europa y pondría fin al enfrentamiento con Rusia. Pero los miembros de la Unión Europea prefieren mantener la política anterior y se aliaron al «Gobierno de Continuidad» estadounidense en la Conferencia de Seguridad de Munich. Eso indica que, para «protegerse», tienen serias intenciones de subvencionar la bomba atómica francesa.


El torpedo lanzado desde el New York Times —al acusar a Moscú de violar el  (FNI) alcanzó su objetivo, que era agravar las ya tensas relaciones entre Estados Unidos y Rusia, frenando o impidiendo la apertura de la negociación que Trump había anunciado durante su campaña electoral.

Ese torpedo lleva la firma de Barack Obama, quien, en julio de 2014 —inmediatamente después del putsch de la Plaza Maidan en Ucrania y de la subsiguiente crisis con Rusia— acusaba al presidente ruso Vladimir Putin de haber realizado ensayos con un misil de crucero con capacidades nucleares, denominado SSC-X-8, y de haber violado con ello el Tratado INF de 1987, que prohíbe el despliegue de misiles terrestres cuyo alcance fluctúe entre 500 y 5.500 kilómetros.

Según declaraciones de funcionarios anónimos de la inteligencia estadounidense, 2 batallones rusos ya disponen actualmente de esos artefactos. Cada uno de esos 2 batallones estaría dotado de 4 rampas móviles y de 24 misiles con ojivas nucleares.

Antes de dejar, el año pasado, el cargo de Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa, el general Philip Breedlove afirmaba que el despliegue de ese nuevo misil ruso «no puede quedar sin respuesta». Lo que no decía el general estadounidense Breedlove es que la OTAN mantiene desplegadas en Europa —y apuntando hacia Rusia— alrededor de 700 cabezas nucleares estadounidenses, francesas y británicas, casi todas listas para ser utilizadas en cualquier momento. Tampoco dijo el general Breedlove que a medida que ha ido extendiéndose por el territorio de la antigua URSS, la OTAN ha acercado sus fuerzas nucleares al territorio de Rusia.

En esa estrategia se inserta la decisión, adoptada por la administración Obama, de reemplazar las 180 bombas nucleares [estadounidenses] B-61 —desplegadas en Italia (50 en la base de Aviano y 20 en la de Ghedi Torre), Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía— por las B61-12: nuevas armas atómicas dotadas de 4 opciones de poder destructivo seleccionables según el tipo de objetivo que se pretende atacar y capaces de penetrar en el territorio del adversario para destruir los búnkeres de los centros de mando. Se trata de un programa de 10.000 millones de dólares, o sea que cada ejemplar de la nueva bomba atómica [estadounidense] costará más que su peso en oro.

¿Serán las bases militares estadounidenses extendidas por todo el mundo, 
la marca de la bestia?

Simultáneamente, Estados Unidos ya instaló en Rumanía la primera batería terrestre de misiles de la «defensa antimisiles», a la que seguirá la instalación de otra en Polonia, con misiles del sistema Aegis, ya instalados por demás a bordo de 4 navíos de guerra estadounidenses desplegados en el Mediterráneo y el Mar Negro. Se trata del llamado «escudo», cuya función es en realidad de carácter ofensivo ya que, de completarse su instalación, Estados Unidos y la OTAN pondrían a Rusia bajo la amenaza de un primer golpe nuclear, puesto que Washington y Bruselas podrían contar entonces con la capacidad de dicho «escudo» para protegerse de la represalia.

Además, el Mark 41 Vertical Launching System (Mk 41 VLS) de Lockheed Martin, instalado en los navíos y en la base de Rumanía, es capaz —según las especificaciones técnicas del fabricante— de lanzar «misiles para todo tipo de misiones», incluyendo misiones «de ataque contra objetivos terrestres con misiles de crucero del tipo Tomahawk», que también pueden llevar cabezas nucleares.

Moscú ya advirtió que esas baterías, por ser capaces de lanzar también misiles nucleares, violan el Tratado INF.

¿Qué hace la Unión Europea ante esta situación? Mientras clama a los cuatro vientos que está comprometida con el desarme nuclear, la Unión Europea está concibiendo en sus círculos políticos lo que el New York Times define como algo anteriormente impensable: «un programa de armamento nuclear de la UE».

Según ese plan, el arsenal nuclear francés sería «reprogramado para proteger el resto de Europa y pasaría a estar bajo un mando común europeo», que lo financiaría con un fondo común. Eso sucedería «si Europa ya no pudiese contar con la protección estadounidense». En otras palabras, si Trump —llegando a un acuerdo con Putin— decidiese suspender el despliegue de las bombas B61-12 en Europa. Sería entonces la Unión Europea quien garantizaría la continuación de la confrontación nuclear con Rusia.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195658.html

TRUMP: LA ACLARACIÓN

Dos meses después de su llegada a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump tendrá que aclarar su posición en relación con el plan de rediseño del Medio Oriente ampliado que sus predecesores trataron de imponer. Y si realmente quiere poner fin al yijadismo, tendrá que reconocer la resistencia de la República Árabe Siria y reposicionar tanto al Reino Unido como a Arabia Saudita y Turquía.

Luego de haber hecho declaraciones a todas luces apresuradas sobre diversos temas militares, el presidente Donald Trump está ateniéndose a las opiniones de su secretario de Defensa, el general James Mattis, en materia de cuestiones estratégicas y tácticas. La Casa Blanca decidirá sobre objetivos y medios políticos mientras que el Pentágono tendrá carta blanca en cuanto a la aplicación. Esta diferenciación entre política y acción militar no existía bajo la administración Obama: en aquella época, el Pentágono sometía toda acción letal a la aprobación de la Casa Blanca.

Desde la nominación del general James Mattis como nuevo secretario de Defensa, el presidente estadounidense Donald Trump solicitó al general la preparación de planes para liquidar definitivamente a los yijadistas en vez de limitarse a moverlos de un lugar a otro ni a conservar algunos para seguir utilizándolos.

En su discurso del 28 de febrero de 2017 ante el Congreso de Estados Unidos, Trump confirmó que su objetivo es acabar con el «terrorismo islámico radical». Y, para evitar errores de interpretación, recordó que las víctimas de ese terrorismo son tanto musulmanas como de confesión cristiana. Trump muestra así que no está en contra del islam sino contra una ideología política que recurre a referencias musulmanas.

Todo parece indicar que la cadena de mando estadounidense está siendo objeto de un proceso de corrección ya a punto de terminar. Cuando el presidente Trump haya fijado el objetivo y designado los medios a utilizar para alcanzarlo, los militares podrán concretar la operación como lo crean más conveniente. Y las responsabilidades estarán compartidas: al Pentágono le tocará asumir la responsabilidad por los errores de actuación o los «daños colaterales» mientras que la Casa Blanca asumirá las derrotas.

Es por eso que conviene precisar lo más rápidamente posible la posición de Estados Unidos frente a la República Árabe Siria. Esa posición debería anunciarse en Washington, el próximo 22 de marzo, en una reunión de los países miembros de la coalición anti-Daesh que debe contar con la participación del secretario de Estado, Rex Tillerson. Lo menos que puede decirse es que, por el momento, nada ha cambiado en ese sentido: en el Consejo de Seguridad de la ONU, la embajadora estadounidense Nikki Haley incluso respaldó recientemente un enésimo proyecto de resolución franco-británico contra Siria, que se estrelló contra el sexto veto chino y el séptimo veto ruso.

Por su parte, el embajador sirio Bashar Jaafari denunció que tras la maniobra franco-británica consistente en acusar sin pruebas —basándose en supuestos testimonios de los grupos empeñados en agredir a la República Árabe Siria— se escondía un intento de justificar un «cambio de régimen» y de absolver a Israel, país culpable de posesión de armamento atómico y por tanto violador del Tratado de No Proliferación.

Acabar con el yijadismo equivaldría a renunciar al plan conjunto de Londres y Washington tendiente a rediseñar el Medio Oriente ampliado y a instalar en el poder a la Hermandad Musulmana en todos los países de esa región. Sería también reconocer que las «primaveras árabes» sólo fueron la reedición —Made in CIA y MI6— de la «Revuelta Árabe» de 1916. Eso obligaría al Reino Unido a renunciar a una carta que desde hace un siglo había venido construyendo pacientemente; forzaría a Arabia Saudita a desmantelar la Liga Islámica Mundial, que desde 1962 coordina a los yijadistas; compelería a Francia a renunciar a su delirio de obtener un nuevo mandato sobre Siria, mientras que Turquía se vería obligada a dejar de apadrinar las organizaciones políticas de los yijadistas. No se trata, por tanto, de una decisión únicamente estadounidense sino que implicaría como mínimo a otros 4 Estados.

A pesar de las apariencias, esta decisión va mucho más allá del ámbito sirio. Pudiera incluso convertirse en el posible fin de la política imperial anglosajona, lo cual tendría múltiples consecuencias en el campo de las relaciones internacionales. Se trata, en efecto, del programa electoral de Donald Trump, pero nadie sabe si realmente podrá aplicarlo, debido a la extraordinaria oposición que ha encontrado en las élites estadounidenses.

Por su parte, el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, tuvo una reunión en Ankara con sus homólogos de Rusia y Turquía. El objetivo de ese encuentro era evitar que los militares de cada uno de esos países, presentes en el terreno, interfieran a los de los otros dos Estados en este conflicto caracterizado por la presencia de múltiples actores. Irán no fue invitado a Ankara ya que, en contraste con Hezbolá, sus militares desde hace tiempo se limitan a defender solamente a las poblaciones chiitas.

Mientras que el Ejército Árabe Sirio liberaba nuevamente la ciudad de Palmira, el contingente militar de Estados Unidos ilegalmente presente en suelo sirio aumentó sus efectivos a 900 hombres y atravesó el norte de Siria haciéndose lo más visible que pudo.

La cuestión práctica más importante es saber en qué tropas se apoyaría Estados Unidos para atacar la ciudad siria de Al Raqa, actualmente en manos del Emirato Islámico (Daesh). La prensa internacional sigue afirmando que el Pentágono cuenta con los kurdos del YPG, pero otras fuentes mencionan la posible aplicación de un esquema similar al de Mosul, en Iraq, donde consejeros estadounidenses dirigen las acciones del ejército nacional iraquí.

En la reunión de Ankara, el general Dunford pareció preocupado ante la posibilidad de enfrentamientos entre los soldados turcos y los milicianos kurdos, sobre todo teniendo en cuenta que parte del YPG ha decidido ponerse bajo la protección de Damasco, ante el anuncio de un posible avance turco-mongol.

En el mejor de los casos, tendremos que esperar hasta el 22 de marzo para saber si el presidente Trump finalmente reconoce que la administración Obama perdió su guerra contra Siria y si él mismo es verdaderamente serio cuando dice querer erradicar el yijadismo. ¿Qué pasará entonces con quienes han sido, a lo largo de medio siglo, los fieles ejecutores de la política británica?

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195609.html

¿SE APLICARÁN DERECHOS SOBRE INTERNET EN EUROPA?


La Unión Europea está preparándose para modificar su legislación sobre la reproducción de programas de radio y televisión. El objetivo es aplicar a esos productos el mismo sistema colectivo que a la reproducción de grabaciones musicales.

La Comisión Europea también se propone aplicar ese sistema a los despachos de las agencias de prensa, lo cual constituye un reclamo de la Alianza Europea de Agencias de Noticias (European Alliance of News Agencies o EANA), específicamente frente a GoogleNews. Pero el Parlamento Europeo se opone porque habría entonces que ampliar el sistema a la totalidad de los artículos que se publican en internet y se reproducen en otros sitios web.

Es importante recordar que la gestión colectiva de los derechos de autor favorece a los autores más importantes en detrimento de los pequeños. En la práctica, los pequeños autores nunca obtienen los derechos que debería aportar la reproducción de las grabaciones musicales porque estos se desvían en beneficio de los autores más importantes.

La Alianza Europea de Agencias de Noticias recuerda en un comunicado que, dado el hecho que no pueden vivir de la publicidad, las agencias que la componen reclaman que se instituya un sistema de remuneración colectiva con fondos provenientes de los ingresos de los motores de búsqueda. Pero la treintena de agencias miembros de esa alianza son empresas públicas o de economía mixta, así que en realidad se trata de instituir derechos de autor en beneficio de los Estados.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195596.html

EL NUEVO ORDEN MEDIÁTICO MUNDIAL

En sólo meses, el contenido de los medios de difusión nacionales e internacionales ha sufrido un profundo cambio en Occidente. Estamos siendo testigos del nacimiento de una «Entente» cuyos verdaderos iniciadores y objetivos reales aún se desconocen pero cuyas consecuencias directas contra la democracia ya son palpables.



¡Ponte unas gafas de esas...!

Occidente está atravesando una crisis sistémica sin precedentes: poderosas fuerzas están orientando poco a poco a todos los medios de difusión en una dirección única. Simultáneamente, el contenido de los medios se transforma. El año pasado todavía mostraban cierta lógica y tendencia a la objetividad. Y se aportaban mutuamente la contradicción en una sana emulación. Ahora actúan como manada, basan su coherencia en la manipulación de emociones y arremeten con saña contra las personas a las que denuncian.

La idea de una Entente de los medios de difusión es la prolongación del experimento del International Consortium for Investigative Journalism (ICIJ) («Consorcio Internacional para el Periodismo de Investigación»), un ente que no reúne medios de difusión sino sólo periodistas a título individual y que se hizo célebre publicando información robada en la contabilidad de dos oficinas de abogados de las Islas Vírgenes Británicas, el gabinete PricewaterhouseCoopers (PwC), el banco HSBC y la oficina panameña Mossack Fonseca.

Si bien algunas sacaron a la luz verdaderos delitos de una que otra personalidad occidental, esas revelaciones fueron utilizadas principalmente para desacreditar a dirigentes chinos y rusos. Lo más importante es que, con el pretexto de contribuir a la lucha contra la corrupción, la violación de la confidencialidad de abogados y bancos perjudicó gravemente a miles de clientes honestos sin suscitar reacción alguna de parte de la opinión pública.

Desde hace alrededor de 40 años puede verse un reagrupamiento paulatino de los medios de difusión en trusts/grupos internacionales. Hoy en día, más de dos terceras partes de la prensa occidental pertenecen a sólo 14 de estos grupos (21st Century Fox, Bertelsmann, CBS Corporation, Comcast, Hearst Corporation, Lagardère Group, News Corp, Organizações Globo, Sony, Televisa, The Walt Disney Company, Time Warner, Viacom y Vivendi). En este momento, la alianza montada entre Google Media Lab y First Draft está creando vínculos entre esos grupos, que ya se hallaban en posición dominante.

En esa Entente mediática están además las 3 principales agencias de prensa del planeta Associated Press (AP), la Agence France-Presse (AFP) y Reuters—, lo cual le garantiza una posición hegemónica en materia de información. Es evidente que se trata de un caso de «entendimiento ilícito». Pero su objetivo no es uniformizar precios sino uniformizar las mentes, imponer un pensamiento ya dominante.

Puede observarse que todos los miembros —sin excepción— de la Entente de Google ya han venido presentando, durante los últimos 6 años, una visión unívoca de lo que sucede en el Medio Oriente ampliado. Pero no existía entre ellos ninguna forma de concertación previa… o no se conocía. Es interesante ver que en esa Entente también se encuentran 5 de las 6 televisiones internacionales que participaron en el equipo de propaganda de la OTAN (Al-Jazeera, BBC, CNN, France24, Sky, sólo parece faltar Al-Arabiya).

En Estados Unidos, Francia y Alemania, Google y First Draft (expresión del inglés que significa «primer borrador» o «versión uno») han reunido bajo su tutela medios localmente presentes en esos países y medios de alcance internacional, supuestamente para «verificar» la veracidad de ciertos argumentos. Además de que se desconoce quién se esconde detrás de First Draft y qué intereses han llevado una firma comercial especializada en informática a asumir el financiamiento de esta iniciativa, lo cierto es que el resultado no tiene mucho que ver con un regreso a la objetividad.

En primer lugar porque las imputaciones que esos entes «verifican» no se seleccionan en función de su importancia en el debate: se seleccionan porque las mencionan individuos a quienes esta Entente quiere denunciar. Esas verificaciones supuestamente deberían acercarnos a la verdad, pero no es así: lo que hacen es tratar de convencer al ciudadano de que los medios de la Entente son honestos y que las personas que los denuncian no lo son. El objetivo no es una mejor comprensión del mundo sino destruir la reputación de los individuos «incómodos».

En segundo lugar porque una regla no escrita de esta Entente de medios es que se verifican solamente las afirmaciones de fuentes exteriores a esa Entente… pero sus miembros no se critican entre sí. Lo que buscan es reforzar la idea de que el mundo se divide en dos bandos: «nosotros», —que decimos la verdad— y «los otros» —obligatoriamente mentirosos. Esta manera de proceder viola el principio del pluralismo, elemento básico de la democracia, y abre el camino a la imposición de una sociedad totalitaria. Pero eso no es nada nuevo porque ya vimos su aplicación en la cobertura de las primaveras árabes y de las guerras contra Libia y Siria. La diferencia es que ahora se aplica, por vez primera, a una corriente occidental de pensamiento.

Y, finalmente, porque las imputaciones que esa Entente califica de «falsas» nunca serán vistas como errores, siempre serán consideradas como mentiras. O sea, se trata a priori de atribuir a «los otros» intenciones maquiavélicas, para desacreditarlos. Con ello se viola la presunción de inocencia, principio básico de la justicia.

Por todas esas razones, el funcionamiento del Consorcio Internacional para el Periodismo de Investigación y el de la Entente creada por Google y First Draft contradicen la Carta de Munich de la Organización Internacional de Periodistas (OIP), concretamente los artículos 2, 4, 5 y 9, de su título II.

No por casualidad vemos como avanzan acciones judiciales descabelladas precisamente contra los mismos que ya son blanco de la Entente de medios de difusión. En Estados Unidos desenterraron la ley Logan para utilizarla contra el equipo de Donald Trump, un texto que nunca llegó a aplicarse desde su adopción, hace 2 siglos. En Francia, han recurrido a la ley Jolibois contra los tuits políticos de Marine Le Pen, un texto que la jurisprudencia había limitado a la difusión (por demás posible bajo ciertas condiciones) de algunas revistas ultrapornográficas. La erradicación del principio de presunción de inocencia, en los casos de los individuos a eliminar, permite llevarlos al banquillo de los acusados con cualquier pretexto jurídico. Es importante observar que las acusaciones que se esgrimen recurriendo a esas leyes contra el equipo de Trump (en Estados Unidos) y contra Marine Le Pen (en Francia), podrían servir también contra muchas otras personalidades… pero nadie lo hace.

Por otro lado, la ciudadanía ya no reacciona cuando es la Entente mediática quien divulga acusaciones falsas. Por ejemplo, en Estados Unidos ese ente inventó que los servicios secretos rusos tenían un expediente comprometedor sobre Donald Trump y que lo estaban chantajeando. En Francia, esa misma Entente inventó que es posible emplear ficticiamente a una asistente parlamentaria, delito que atribuyó a Francois Fillon… candidato «incómodo» a la presidencia.

En Estados Unidos, los miembros, grandes o pequeños, de la Entente mediática están arremetiendo contra el presidente. Sus informaciones provienen de las intercepciones telefónicas que la administración Obama ordenó indebidamente contra el equipo de Trump. Todo eso demuestra que existe una coordinación entre la Entente mediática y los magistrados que utilizan las alegaciones que esta divulga para bloquear la acción gubernamental de la actual administración. Se trata, indiscutiblemente, de un sistema mafioso.

Los medios estadounidenses y franceses están atacando implacablemente a dos candidatos a la presidencia de Francia: Francois Fillon y Marine Le Pen. Al problema general de la Entente mediática se agrega en este caso la impresión errónea de que ambos blancos son víctimas de una conjura franco-francesa, cuando en realidad las órdenes vienen de Estados Unidos. Los franceses están comprobando que sus medios emiten información sesgada, creen —erróneamente— que se trata de una campaña contra la derecha y buscan —también erróneamente— a los manipuladores en su propio país.

En Alemania, esta Entente todavía no resulta efectiva, sólo debería serlo durante las elecciones legislativas.

En tiempos del Watergate, ciertos medios dijeron ser un «Cuarto Poder», después del poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Afirmaron que la prensa ejercía sobre el gobierno una función de control en nombre del Pueblo. Ni siquiera entraremos a mencionar aquí el hecho que lo que en aquel momento se imputó al presidente Nixon fue haber ordenado interceptar los teléfonos del partido de la oposición, lo mismo que ha hecho Obama. Hoy se sabe que «Garganta Profunda», la fuente del escándalo del Watergate, lejos de ser un denunciante ciudadano era nada más y nada menos que Mark Felt, alto responsable del FBI que incluso se había convertido en #2 de esa agencia federal a finales de la década de 1960. El manejo de aquel escándalo en realidad fue parte de la lucha entre una facción de la administración y la Casa Blanca y los electores fueron simplemente manipulados por ambos bandos a la vez.

Aceptar la idea del «Cuarto Poder» sería reconocer a los 14 trusts que poseen la gran mayoría de los medios de prensa occidentales la misma legitimidad que al conjunto de la ciudadanía. Sería confirmar el reemplazo de la democracia por una oligarquía.

Queda un punto por aclarar. ¿Cómo elije la Entente mediática los blancos de sus ataques? Lo único que Donald Trump, Francois Fillon y Marine Le Pen tienen en común es que quieren reanudar los contactos con Rusia y luchar a su lado contra la matriz del yijadismo, que es la Hermandad Musulmana. Aunque Francois Fillon ya fue primer ministro de un gobierno que estuvo implicado en esos acontecimientos, los tres encarnan la corriente de pensamiento que contradice la versión dominante sobre las primaveras árabes y sobre las guerras contra Libia y Siria.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195560.html

INICIOS DE LA DEMOCRACIA ORGÁNICA

Pablo de Tarso predicando a los demócratas griegos

La historia de la democracia orgánica es la historia de la representación política y de la democracia desde sus inicios hasta la Revolución de las Trece Colonias y la francesa. A partir de ellas la democracia se desvía de sus orígenes, al sostenerse sobre ineficaces mecanismos artificiales de representación inorgánica fundamentados en la demagogia y el arte de manipular a las mayorías, hasta conducirnos a la situación actual de todos conocida.

Una de las opiniones con mayor aceptación afirma que los partidos políticos modernos tuvieron su origen remoto en el siglo XVII, evolucionaron durante el XVIII y se organizan, en el pleno sentido del término, a partir del XIX y, concretamente, después de las sucesivas reformas electorales y parlamentarias iniciadas en Gran Bretaña en 1832.

Dada la complejidad del tema y el poco tiempo disponible esta sección se irá completando poco a poco sobre los cimientos de la espléndida obra descatalogada de Gonzalo Fernández de la Mora: «Los teóricos izquierdistas de la democracia orgánica» progresivamente ampliada con otras fuentes. Este aparentemente modesto trabajo de Fernández de la Mora me parece una auténtica «piedra de Rosetta» indispensable para una interpretación más correcta y completa de la historia del pensamiento político en Europa y por lo tanto del mundo. Debería ser más divulgada.

Para evitar confusiones entre el «maremágnum» de ideologías aparentemente diferentes e incluso contrarias hay que diferenciar entre organicismo y democracia orgánica. El primero es una teoría de la organización de la sociedad o un modo de percibirla que se llevó a cabo mediante diferentes formas políticas. Una de estas formas es la democracia orgánica, de relativamente reciente aparición, que es un modo práctico de llevar a cabo el organicismo. A su vez ambos han sido compatibilizados a lo largo de la historia con diferentes ideologías políticas.

No debe confundirse la representación orgánica con la representación estamental defendida por la nobleza  ni el sufragio censitario de la alta burguesía.
El corporativismo es otra consecuencia del organicismo, hasta el punto de ser considerados sinónimos por parte de algunos autores.
La mayoría de los pensadores relacionados en este blog pueden ser considerados teóricos organicistas pero su relación con la democracia orgánica es tan solo la de ilustres precursores.

Características comunes a todos ellos son:
—Su incompatibilidad con el contractualismo y su consecuencia: el sufragio universal inorgánico.
—La imbricación de la sociedad a través del establecimiento de cuerpos intermedios con el fin de representar a la sociedad y «enfrenar el poder de sus gobernantes» en palabras de Ramiro de Maeztu.
—La preservación de los cauces naturales preexistentes para la representación política, en lugar de inventar mecanismos sociales o instituciones artificiales.


LOS INICIOS DE LA DEMOCRACIA ORGÁNICA


El organicismo en sentido genérico y lato afirma que la sociedad humana es un fenómeno espontáneo y natural, que la división de funciones es un proceso necesario y articulado, y que los ciudadanos se cualifican y definen por su actividad social. De estos postulados fundamentales los clásicos dedujeron que la persona no es sujeto, sino miembro del cuerpo político. Y los medievales concluyeron que las comunidades intermedias y, singularmente, los estamentos son órganos básicos de la colectividad. Cuando el voluntarismo mecanicista del siglo XVIII impuso la doctrina del pacto social y el prototipo constitucional de la democracia individualista y aritmética, los organicistas se dividieron en dos corrientes políticas principales (la sociológica fue predominantemente académica): la del romanticismo alemán y el tradicionalismo francés que pretendieron restaurar el sistema estamental del Medievo; y la del krausismo que asimiló parcialmente el espíritu liberal de 1789 y elaboró el nuevo método representativo de la democracia orgánica.

Son numerosos, pues, los pensadores que en algún momento cavilaron alrededor del organicismo, pocos lo vertebraron como una realidad posible y aún menos lo experimentaron en la forma política de la democracia orgánica. Dejando al margen a la Iglesia católica, en cuya organización terrenal siempre hubo un componente de democracia orgánica.

Aunque la inspiración medievalista no se extinguió totalmente, ciertos neotradicionalistas decimonónicos, el conservatismo positivista francés, el guildismo anglosajón, los corporativismos portugués, italiano y español del siglo XX, etc., acusan una innegable similitud con la interpretación krausista de la sociedad y el estado.

La genealogía de cada tendencia y aún de cada posición personal, es de variada trayectoria. En Posada, por ejemplo, la transmisión es directa y plena; en Mella es indirecta y parcial, y en Manuel Durán, Antonio Maura,, Enrique Prat de la Riba, Miguel Primo de Rivera, el vizconde de Eza, Víctor Pradera, Eugenio d'Ors, José Ortega y Gasset, Ángel Herrera Oria, Manuel Bofarull, Santiago Ramírez, Eduardo Aunós, José Mª Gil Robles, y otros, es colateral y resulta difícil determinar dónde concluyen las coincidencias ambientales  y donde comienza el influjo doctrinal.

Sean cuales fueren las relaciones precisas entre cada autor organicista contemporáneo y el krausismo, es, sin embargo, claro que la procedencia temporal y conceptual corresponde, en esta materia, a Heinrich Ahrens, que fue el primer gran teórico de la representación de intereses y de la democracia orgánica, y cuya argumentación y cuyos esquemas institucionales se repiten durante generaciones.

Hasta ahora, el paralelismo español entre el organicismo krausista y el corporativismo tradicional no había sido estudiado, ni siquiera mínimamente; pero no pasó del todo inadvertido. El primero que dio testimonio de la analogía de ambos modelos fue Giner de los Ríos, aunque su alusión sea velada:
«Verdad es que, si algún raro presentimiento de la naturaleza orgánica del Estado rompe a trechos la oscura niebla de nuestros partidos políticos, débase las más de las veces a los hombres conservadores, sobre todo a los antiguos».
La realidad de esta coincidencia viene confirmada por un argumento contrario. Los análisis globales del krausismo elaborados desde el pensamiento católico español no impugnaron la concepción orgánica de la sociedad. Ese papel lo asumió por primera vez Alonso Martínez, quien, instalado en posiciones russonianas, insinuó en 1874 el reaccionarismo de la teoría krausista del Estado, negó su veracidad, la calificó de quimérica y condensó las razones de su repudio en esta exclamación: «¿Pobre libertad humana, si no tuviera más defensa que el artificioso mecanismo ideado por la escuela krausista!» La consideraba, pues, antiliberal.

En 1891, después de citar a Ahrens, a Giner, a Azcárate y a Pérez Pujol como representantes del organicismo liberal, E. Gil Robles reconocía que:
«contiene afirmaciones formales comunes, en las que no pueden menos de coincidir las escuelas y que son de gran utilidad para que, purgadas del vicio intrínseco del liberalismo, las emplee la política cristiana como materiales constructivos de una teoría embrionaria e implícitamente contenida en el derecho teórico tradicional»
Es muy revelador que este doctrinario tan radical admitiera que los krausistas desarrollaran nociones que latían en el Derecho público cristiano sólo de modo incoado, es decir, que no llegaron a ser ni formuladas ni elaboradas por el pensamiento tradicional, luego éste las recibió del krausismo.

En 1893, Mella, siguiendo a Gil Robles, se declaró consciente de los puntos de contacto entre su pensamiento y lo que él llamaba el «liberalismo orgánico del cual son caracterizados representantes en Alemania, Ahrens y Bluntschli y... en nuestra patria... el señor Azcárate y el señor Salmerón» pero, al enumerar las discrepancias, demostró que sus conocimientos de la teoría krausista no eran satisfactorios

En 1928, Posada, también confeso del paralelismo doctrinal, comparaba a su maestro con la máxima figura de la escolástica hispana:
«La idea del organismo (el organismo social) sostenida por Giner, es bastante más vecina de la del cuerpo místico, de la sociedad organizada sustantiva (Aristóteles) de Suárez que de las sostenidas  por el organicismo de Worms o de Lilienfeld. Un análisis más detenido de la respectivas posiciones de Suárez y de Giner nos llevaría muy lejos; nos llevaría probablemente a afirmar que más que meras analogías de conceptos o de puntos de vista, sea cierta otra analogía superior entre espíritu y espíritu».

Y en 1931, a la vista del corporativismo portugués y, sobre todo, del italiano, Posada se preguntaba:
«¿Habremos sido fascistas los llamados krausistas sin saberlo?» 
Desde la otra orilla filosófica, Larraz desbrozó la cuestión y estableció un paralelo entre el corporativismo de Giner y el de Maeztu. Pero salvo breves alusiones, como la certera y precursora de Ollero, la esencial y extensa coincidencia pasó inadvertida a los historiadores del pensamiento político español, a los doctrinarios y a los gobernantes.

La explicación más razonable es que los pocos que estudiaban a los krausistas eran russonianos de ejercicio y prestaban oídos de mercader al organicismo de la escuela, mientras que los tradicionalistas y conservadores no leían bien a sus adversarios, ni querían reconocerles magisterio en punto tan polémico.

De este breve y panorámico examen de la conciencia histórica se deduce que la postergación de la teoría krausista de la democracia orgánica revela que la izquierda política no seguía a sus pensadores oficiales, y que la comunicación intelectual entre las llamadas dos españas era mínima.

El organicismo krausista y el corporativismo tradicional español coinciden en las tesis siguientes:
—La sociedad no es una situación a la que el hombre accede voluntariamente a través de un contrato social. La sociedad es algo necesario y dado en donde el hombre nace, y solo en ella es viable.
—No existe el hombre aislado, sino únicamente el hombre dentro de uno o de varios grupos.
—Entre la familia y la humanidad hay una serie de cuerpos sociales intermedios. Esos cuerpos intermedios, como el municipio o el gremio, tienen autonomía propia, y el Estado debe respetarla.
—La misión del Estado es subsidiaria, y solo podrá asumir aquellas funciones que no sean efectivamente realizadas por los cuerpos intermedios.
—En los órganos políticos deberán estar representados los intereses de los distintos grupos sociales mediante el voto plural y corporativo.
—El sufragio universal e individualista o inorgánico no permite la representación genuina de la estructura y de los intereses sociales.
—La autonomía de los cuerpos intermedios incrementa las posibilidades de libertad real.

Los partidos políticos y los gobernantes, excepto Salmerón, afines al krausismo no fueron fieles, en la práctica, al organicismo desarrollado por sus intelectuales. En cambio los partidos y los gobernantes de signo tradicional incluyeron en sus programas el corporativismo que defendían sus doctrinarios.

¿Porqué esta paradoja? El krausismo era una filosofía antimaterialista, antipositivista, casi mística, contrarrevolucionaria y burguesa que, en otros países, estuvo asociada a posiciones políticas moderadas, aunque laicas. Pero en la, entonces confesional España, la heterodoxia de los krausistas les impulsó a vincularse con los movimientos republicanos y revolucionarios, cuya arma principal de lucha era el sufragio universal inorgánico con el que la nueva clase media aspiraba a sustituir a la nobleza, atrincherada en la representación estamental, y a la alta burguesía, defensora del sufragio censitario.

Así se produjo la contradicción entre unos intelectuales fieles al corporativismo de la escuela y unos políticos afines, que estaban asociados a los partidos de la izquierda.

Esto explica, por ejemplo, el enfrentamiento teórico y práctico de dos presidentes de la 1Re, Pi y Margall, que dependía del federalismo de Proudhon, y Salmerón, que creía en el organicismo de Krause y que, por ello, se convirtió en cabeza de  la derecha republicana.

Y así se explica también que Giner, que fue el mentor espiritual de muchos políticos de la izquierda española, afirmara el organicismo social; pero fuera bastante tímido en propugnar las fórmulas de representación  corporativa que del sistema se derivan.

Los tradicionalistas encontraron en el organicismo una superación actualizada del modelo social prerrevolucionario, y un poderoso argumento contra el individualismo demoliberal y, por eso, incluyeron el corporativismo en sus esquemas doctrinales y en sus programas de acción.

Así se da la paradoja  de que fueron los amigos políticos de los krausistas  los que construyeron una sociedad inorgánica, mientras que fueron sus adversarios políticos los que trataron de configurarla orgánicamente.

El pragmatismo circunstancial fue la causa de esa contradicción entre teoría y práctica.

También el krausismo fue diferente en España.

Fuente: http://historiademorganica.blogspot.com.es/