DESPUÉS DE ALEPO, LIBERAR IDLIB

La liberación del este de Alepo pone fin al intento de derrocamiento de la República Árabe Siria. Y ha sido posible porque Qatar abandonó la partida y porque Turquía prácticamente ha cambiado de bando. Pero una parte de la geografía siria aún se halla bajo la ocupación de los yijadistas, servidores de la OTAN. Las próximas victorias militares y el fin de la guerra dependen, por tanto, de las negociaciones secretas que acaban de iniciarse con varios miembros de la alianza atlántica.
Pobladores del este de Alepo acogen con júbilo a los soldados del Ejército Árabe Sirio

La liberación del este de Alepo por el Ejército Árabe Sirio se hizo posible porque varios actores extranjeros aceptaron retirar su respaldo a los yijadistas. La República Árabe Siria no podía negociar por sí misma la salida de los actores que abandonan la escena, sólo podía hacerlo la Federación Rusa.

Moscú logró convertir a Qatar en un aliado. El cambio de bando de Qatar quedó sellado, a principios de diciembre, con la venta a Doha de una quinta parte del capital de Rosneft, el gigante ruso de los hidrocarburos. Rosneft es la joya de Rusia, es la empresa más grande del mundo. Con esa transacción, supuestamente destinada a equilibrar el déficit del presupuesto ruso, el presidente de Rosneft Igor Sechin y el presidente ruso Vladimir Putin unieron indisolublemente las políticas energéticas de los dos principales exportadores de gas del planeta. De hecho, Qatar abandona a sus yijadistas, aunque tiene una oficina permanente en la sede la OTAN, en Bruselas, desde mayo de 2016.

El otro actor que cambió de casaca es Turquía. Aunque Turquía sigue siendo miembro de la OTAN, el hecho es que su presidente, Recep Tayyip Erdoğan, se ha convertido, en el plano personal, en adversario de Washington. Desde las elecciones legislativas, la CIA ha tratado de asesinarlo 4 veces —la más reciente fue el pasado 15 de julio. Así que Moscú utiliza ahora a Erdoğan para separar a Turquía de Estados Unidos.

Aunque es una maniobra complicada que puede exigir bastante tiempo, lo cierto es que ya causa inquietud en Tel Aviv, comanditario del asesinato del embajador ruso en Ankara —crimen debidamente aprobado, e incluso celebrado públicamente en las páginas del New York Daily News, el cuarto diario más importante de Estados Unidos y portavoz del grupo de presión sionista más radical. Es posible que Tel Aviv esté también detrás de la muerte de Peter Polshikov, director del buró a cargo de Latinoamérica en el ministerio ruso de Relaciones Exteriores, hallado muerto en su apartamento de Moscú, con un balazo en la cabeza.

Después de haberse planteado la posibilidad de que el asesinato del embajador ruso en Ankara, Andréi Kárlov, fuese resultado de un doble juego de Erdoğan, Moscú comprobó que esa hipótesis resulta muy poco probable. Vladimir Putin ordenó reforzar las medidas de seguridad en Rusia y la protección de sus representantes en el extranjero. En todo caso, el asesinato del embajador ruso demuestra que el presidente Erdoğan ya no controla plenamente la situación en su terreno.

Las FARC-EP rechaza el asesinato del embajador ruso en Turquía, Andréi Kárlov

La captura de un grupo de militares extranjeros en un búnker construido en el este de Alepo viene a ilustrar la evolución del conflicto. Se trata principalmente de oficiales británicos, estadounidenses, franceses, sauditas y turcos. Al dar a conocer públicamente, en Nueva York, una lista no exhaustiva con los nombres de 14 de esos militares, el embajador sirio Bashar Jaafari puso a la OTAN ante sus responsabilidades, actitud muy diferente de la que Siria había adoptado —en febrero de 2012—cuando negoció bilateralmente con Francia y Turquía durante el asedio del Emirato Islámico implantado en Baba Amro. En aquel momento, Damasco entregó a ambos países unos 40 oficiales turcos y una veintena de militares franceses capturados en Baba Amro. Los militares turcos fueron liberados a través de la mediación del director de los servicios de inteligencia rusos, Mijaíl Fradkov, mientras que los franceses fueron entregados directamente al almirante Édouard Guillaud —el entonces jefe de estado mayor de las fuerzas armadas de Francia—, quien vino personalmente a recogerlos en la frontera libanesa. A cambio de la entrega de los militares franceses, el gobierno sirio y la administración del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy concluyeron un acuerdo en el que Francia se comprometía a abandonar la guerra contra la República Árabe Siria, acuerdo posteriormente violado por el sucesor de Sarkozy, François Hollande.

La existencia de un búnker de la OTAN en el este de Alepo confirma lo que siempre denunciamos sobre el papel de coordinación con los yijadistas que desde el inicio de la crisis ha desempeñado el LandCom de la OTAN, desde la ciudad turca de Esmirna. Pero el Consejo del Atlántico Norte nunca fue consultado sobre esa operación. Al igual que en el momento del asalto a Trípoli —la capital libia— en agosto de 2011, Washington utilizó los medios de la OTAN a espaldas de algunos miembros de ese bloque militar. Y con ello aplica la doctrina Rumsfeld, según la cual ya no existe una coalición permanente alrededor de Estados Unidos sino únicamente una sucesión de coaliciones «a la carta», según los blancos que selecciona Washington.

El proceso de liberación total del suelo sirio debería proseguir ahora con la liberación de Idlib. Esa gobernación siria se halla actualmente bajo la ocupación de una multitud de grupos yijadistas sin mando común. Como esos elementos son incapaces de garantizar la administración del territorio que controlan, y mucho menos de satisfacer las necesidades de la población civil, ese territorio está siendo gobernado de facto por la OTAN a través de falsas ONGs. Así lo comprobó el mes pasado un think-tank estadounidense.

Para vencer a los yijadistas de Idlib habría que cortarles su vía de abastecimiento, o sea sellar la frontera turca. Eso es lo que la diplomacia rusa está tratando de obtener.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article194705.html

La Unión Europea extiende por 6 meses su guerra económica contra Rusia...


El Consejo de Asuntos Exteriores y Relaciones Internacionales de la Unión Europea prorrogó por 6 meses sus «sanciones económicas» contra la Federación Rusa. La prórroga de estas sanciones, por demás ilegales a la luz del derecho internacional, se decidió en una reunión realizada el 19 de diciembre de 2016.

Las sanciones económicas unilaterales violan la Carta de las Naciones Unidas y, por lo tanto, contradicen el derecho internacional ya que hacen retroceder las relaciones entre los Estados al principio medieval del asedio, condenado —independientemente de las circunstancias— por todas las iglesias cristianas.

Hoy en día, las potencias occidentales presentan las sanciones económicas como un medio de presión sobre los dirigentes de los países «sancionados», cuando en realidad está ampliamente demostrado que ese tipo de medidas sólo hace sufrir a los sectores más pobres de la sociedad.

El Consejo de Asuntos Exteriores y Relaciones Internacionales de la Unión Europea justifica su decisión responsabilizando a Rusia por la no aplicación de los acuerdos de Minsk, sobre el conflicto en Ucrania, a pesar de que el presidente de Ucrania ha proclamado reiteradamente que nunca aplicará esos acuerdos.

Anteriormente, este mismo consejo de la Unión Europea había atribuido a Rusia la reacción de la población de Crimea contra el golpe de Estado orquestado por Estados Unidos en Kiev.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article194672.html

EL SÍNDROME DEL ESTE DE ALEPO

Mientras las grandes potencias que impartían órdenes a los yijadistas en el este de Alepo fingen interesarse por la suerte de los habitantes de la ciudad para sacar de allí a sus propios militares, nadie parece entender realmente el drama que los sirios han vivido en esa ciudad. Contrariamente a las declaraciones de los dirigentes occidentales, no son los bombardeos lo que ha llevado sufrimiento a la población de Alepo sino la ocupación de una parte de su ciudad por un ejército de yijadistas extranjeros que impuso el reino de su versión de la «sharia». Algunos pobladores sufren ahora un grave disturbio sicótico: el síndrome del este de Alepo.

Algunos habitantes del este de Alepo rechazan la ayuda del gobierno sirio

Al cabo de 4 años y medio de guerra, la población del este de Alepo ha sido finalmente liberada de la ocupación yijadista por la ofensiva del Ejército Árabe Sirio, con ayuda de Hezbolá, de Irán y de Rusia. La mayoría de los 120.000 pobladores liberados han sido registrados por el Estado sirio. La mayoría, pero no todos.

Asombrosamente, y a pesar de que el Estado sirio les ofrece alimentos, atención médica y alojamiento, este último por el momento precario, algunos habitantes del este de Alepo dicen que «no confían en el Estado». ¿A qué le temen? El hecho es que no han sido arrestados y que, por el contrario, están siendo acogidos como hijos de la Patria siria que permanecieron largo tiempo prisioneros del enemigo.

Como si hubieran olvidado la libertad en que vivían antes de la «primavera árabe» y como si nada hubiese sucedido durante los 4 últimos años, esas personas repiten la retórica de las transmisiones de Al-Jazeera de 2011. Afirman que la República es una dictadura, que tortura niños, masacra a los sunitas, etc.

Se observa en ellos, por primera vez a escala de una ciudad, un fenómeno ya muy conocido a escala individual. Como el niño o la esposa maltratados por un padre o un marido cruel, y que a pesar de ello justifican ese comportamiento brutal, algunos habitantes del este de Alepo repiten ahora el discurso de los yijadistas que los oprimían.

En 1973, el siquiatra sueco Nils Bejerot analizó la conmoción sufrida por los clientes de un banco retenidos como rehenes durante un asalto. El incidente se convirtió en una verdadera pesadilla. Dos policías resultaron heridos, uno de ellos gravemente. El primer ministro Olof Palme trató inútilmente de razonar con los criminales que amenazaban con matar a todos los rehenes. Sometidos a una terrible presión, los rehenes no optaron por rebelarse sino que prefirieron tratar de ganarse la simpatía de sus captores para escapar a una muerte que parecía probable. Y así acabaron los rehenes repitiendo el discurso de sus captores. Trataron de convencer a la policía para que no tomara el local por asalto y una de las mujeres capturadas como rehenes incluso se enamoró de uno de los criminales. Ese fenómeno es lo que hoy se designa como «síndrome de Estocolmo», por el nombre de la ciudad donde tuvo lugar el incidente.

Finalmente, la policía recurrió a gases somníferos, logrando así detener a los bandidos y salvar a los rehenes. El secuestro de estos últimos duró 6 días, pero se mantuvieron afectados por el síndrome durante mucho tiempo, al extremo de negarse a comparecer como testigos en el subsiguiente juicio. La joven anteriormente mencionada mantuvo la relación amorosa con su captor mientras este estuvo tras las rejas.

El año pasado, el sicólogo clínico Saverio Tomasella mostró que el «síndrome de Estocolmo» es «la marca de una gravísima afectación de la interioridad del ser humano que ha vivido, directamente e impotente, el rapto de su identidad subjetiva».

No debemos por lo tanto creer que los habitantes del este de Alepo que hoy sufren ese síndrome van a recuperar rápidamente su contacto con el mundo real. Debemos, por el contrario, ofrecerles una total seguridad y dar prueba, una vez más, de gran paciencia. Aunque el deber de cada sirio es aportar, en primer lugar, respaldo y socorro a los soldados y a todos los que resistieron a la ocupación yijadista, esos civiles siguen siendo —por encima de todo— conciudadanos, hijos de la Patria siria.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article194626.html

LA COMUNICACIÓN SEGÚN EL PRESIDENTE TRUMP

Nuestro sitio web, Voltairenet.org, demuestra desde hace años que es posible comunicar con la gente sobre los temas políticos yendo contra el esquema de opinión que imponen los grandes medios de difusión. Donald Trump ha optado por la vía que nosotros abrimos hace tiempo y que otros también han escogido. Para obtener información sobre la próxima administración estadounidense, no vale la pena leer el New York Times, que trata de caricaturizarla, sino sitios web como Breitbart.com. El presidente electo ya no responde a las preguntas de la «gran prensa» sino que prefiere expresarse a través de twitter.com/realdonaldtrump.


Las reglas que rigen la comunicación política moderna fueron impuestas por Estados Unidos, país hasta ahora bajo control de la ideología puritana (expresión políticamente correcta, excusas públicas con valor absolutorio, creencia de que Estados Unidos es la nación escogida por Dios para «iluminar» el mundo, separación entre los WASP y las minorías, interpretación de la riqueza como un don de Dios a quienes se ponen a su servicio, etc.). Al derrocar la ideología puritana que Washington encarna, en particular la dinastía Clinton, Donald Trump también puso fin a las actuales reglas de la comunicación política.

Donald Trump no basó su campaña electoral en grandes shows, mezcla de farándula y política. Mientras sus adversarios subían al escenario rodeados de estrellas del show business y gastaban presupuestos faraónicos, Trump se concentró en el mensaje que quería transmitir y gastó 10 veces menos dinero que la señora Clinton.

Considerando el hecho que tenía en contra prácticamente todos los medios de difusión, casi no les concedió entrevistas y denunció constantemente, en cada uno de sus mítines de campaña, la parcialidad de dichos medios. Su portavoz nunca trató de seducir a los periodistas. Hizo más bien todo lo contrario, apoyándose en sitios web contestatarios sin importarle que ya tuviesen o no su propio público. El director de su campaña electoral incluso ya animaba uno de esos sitios, Breitbart.com, antes de hacerse cargo de la campaña de Trump.




Orientando su campaña electoral directamente contra la clase política de Washington, Donald Trump no alquiló locales de campaña sino que prefirió quedarse en su Trump Tower de Nueva York. Siguiendo esa misma lógica personal, tampoco ha alquilado en Washington ningún local donde instalar su equipo de transición. De hecho, mientras la administración Obama se ocupa en Washington de los asuntos pendientes, el futuro se decide en Nueva York.

Desde que resultó electo, Donald Trump no ha concedido conferencias de prensas ni entrevistas sino que se ha dirigido directamente a los estadounidense a través de Twitter y de YouTube. Es la primera vez que un jefe de Estado se dirige a sus conciudadanos de esa manera, saltándose los grandes medios de difusión.


Como si la campaña no hubiese terminado aún, Donald Trump ha emprendido una gira de agradecimiento, con nuevos mítines, que la prensa trata de no mencionar. En sus discursos agradece, en primer lugar, a los electores de las minorías (las mujeres, los hispanos, los afroamericanos y los gays) que votaron por él a pesar de la imagen de racista que los grandes medios le forjaron. Repite su mensaje, no contra las élites sino contra el modo de funcionamiento que estas adoptaron en Washington y contra la ideología puritana que encarnan.

Y finalmente, también está anunciando sus primeras decisiones. En materia de política exterior, confirmó que pondrá fin al Tratado Transpacífico que había sido concluido contra China; que pondrá fin a los cambios de régimen (incluyendo el caso de Siria); que sustituirá, donde sea posible, la actual política de confrontación con una nueva política de cooperación (incluso con Rusia); y que reformará los servicios secretos estadounidenses, cuya única función consiste hoy en día en asesinar líderes del Tercer Mundo.

(Ver a partir del minuto 46)

En el pasado, la prensa presidencial disponía de confortables locales en la Casa Blanca y decidía los temas que había que discutir. Actualmente, la mayoría de sus miembros han tenido que dejar Washington y esperan todo el día al pie de la Trump Tower que «The Donald» baje para acompañar a alguno de sus visitantes hasta el auto y que tenga a bien lanzarles algunas palabras, a modo de migajas.

Los grandes medios, tanto los de la prensa escrita como los medios audiovisuales, persisten en tratar de ridiculizar al presidente electo, presentándolo como incompetente y extremista. Pero Trump ya logró saltar por encima de sus cabezas y comunicar directamente con los estadounidenses sin recurrir a ellos.

LA CAMPAÑA «ATLÁNTICA» CONTRA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

Es una historia que comenzó hace 15 años. La OTAN trató primero de silenciar a los ciudadanos que querían saber la verdad sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. Luego arremetió contra los que cuestionan la versión oficial de las «primaveras árabes» y de la guerra contra Siria. Como una cosa lleva a la otra, después atacó a quienes denunciaban el golpe de Estado en Ucrania. Ahora, la OTAN se inventa una seudo-ONG para que acuse como agentes rusos a todo el que haya hecho campaña por Donald Trump.

Logo del Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 vinieron, simultáneamente, un estado de emergencia permanente y una serie de guerras. Como escribí en aquel momento, la teoría según la cual todo fue concebido y organizado por un puñado de yijadistas desde una cueva en Afganistán no resiste el más mínimo análisis. Todo hace pensar, por el contrario, que los atentados del 11 de septiembre fueron organizados por una facción del complejo industrial-militar.

De ser cierto este análisis, los subsiguientes sucesos sólo podían conducir a la represión en Estados Unidos y en los países aliados de esta potencia.

Quince años después, la herida que abrí en aquel momento sigue sin cerrarse, incluso se abrió aún más a raíz de nuevos acontecimientos. A la Ley Patriota y las guerras por el petróleo se sumaron las «primaveras árabes». La mayoría de la población useña no sólo ha dejado de creer en lo que le dice su gobierno desde el 11 de septiembre de 2001 sino que, al votar por Donald Trump, acaba de expresar su rechazo al sistema posterior al 11 de septiembre.

Resulta que yo abrí el debate mundial sobre los atentados del 11 de septiembre, que fui miembro del último gobierno de la Yamahiriya Árabe Libia y que tengo la oportunidad de relatar —desde el lugar de los hechos— lo que está sucediendo en la guerra contra Siria. Al principio, la administración estadounidense creyó que podía detener el incendio acusándome de escribir cualquier cosa por dinero y atacándome donde duele, o sea el portamonedas. Pero mis ideas han seguido extendiéndose.

En octubre de 2004, cuando 100 personalidades estadounidenses firmaron una petición reclamando que se reabriera la investigación sobre los atentados del 11 de septiembre, Washington empezó a inquietarse. En 2005, reuní en Bruselas más de 150 personalidades del mundo entero —entre las que se hallaban invitados sirios y rusos, como el general Leonid Ivashov, ex-jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas de la Federación Rusa— para denunciar a los neoconservadores mostrando que el problema estaba alcanzado proporciones globales.

El General Leonid Ivashov en la Conferencia Axis for Peace 2004

Bajo el mandato de Jacques Chirac, los servicios de la presidencia de la República Francesa se preocuparon por mi seguridad. Pero en 2007, la administración Bush solicitó mi eliminación física al nuevo presidente francés Nicolas Sarkozy. Cuando un amigo personal, oficial y miembro del estado mayor, me advirtió sobre la respuesta positiva de Sarkozy, supe que no tenía más camino que el exilio. Otros amigos —en aquel momento llevaba 13 años como secretario nacional del Partido Radical de Izquierda— acogieron mi decisión con incredulidad, mientras que la prensa me acusaba de paranoia. Pero nadie vino públicamente a prestarme ayuda. Encontré refugio en Siria y viajo por el mundo evitando cuidadosamente los territorios de la OTAN, además de haber escapado a numerosos intentos de asesinato o de secuestro. A lo largo de 15 años, he abierto debates que se han generalizado. Siempre me han atacado cuando estaba solo. Pero cuando mis ideas han encontrado eco, han sido miles las personas que se han visto perseguidas por haberlas compartido y desarrollado.

Fue en aquella misma época cuando Cass Sunstein —el esposo de la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Samantha Power— redactó con Adrian Vermeule un trabajo, destinado a las universidades de Chicago y Harvard, sobre cómo luchar contra las «teorías de la conspiración», y así designan el movimiento que inicié. En nombre de la «Libertad» ante el extremismo, los autores de aquel trabajo definen en su texto todo un programa destinado a liquidar la oposición:

«Podemos imaginar fácilmente una serie de respuestas posibles.
1. El gobierno puede prohibir las teorías de la conspiración.
2. El gobierno pudiera imponer una especie de gravamen, financiero o de otro tipo, a quienes difundan esas teorías.
3. El gobierno pudiera implicarse en un contra-discurso para desacreditar las teorías del complot.
4. El gobierno pudiera comprometer a partes privadas creíbles para que se impliquen en un contra-discurso.
5. El gobierno pudiera implicarse en la comunicación informal con las terceras partes y estimularlas».

La administración Obama dudó en asumir públicamente esa opción. Pero, en abril de 2009, propuso en la Cumbre de la OTAN organizada en Strasbourg-Kehl la creación de un servicio de «Comunicación Estratégica». Incluso expulsó de la Casa Blanca al célebre abogado Anthony Jones, en 2009, por haberse expresado sin rodeos sobre ese tema.

El proyecto de creación del servicio de comunicación estratégica de la OTAN estuvo engavetado hasta que obtuvo el apoyo del gobierno letón. Y finalmente ese servicio se instaló en Riga, bajo la dirección de Janis Karklins —por demás responsable en la ONU de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información y del Foro para la Gobernanza de Internet. Concebido por los británicos, ese servicio cuenta con la participación de Alemania, Estonia, Italia, Luxemburgo, Polonia y el Reino Unido. Al principio, se limitó a incrementar los estudios sobre el tema.

Pero todo cambió en 2014, cuando el think-tank de la familia Jodorkovski, el Institute of Modern Russia (Instituto sobre la Rusia Moderna), con sede en Nueva York, publicó un análisis de los periodistas Peter Pomerantsev y Michael Weiss. Según ese informe, Rusia ha desplegado en el exterior un vasto sistema de propaganda. Pero, en vez de tratar de construirse una imagen favorable —como en tiempos de la guerra fría—, Moscú ha decidido ahora inundar Occidente con «teorías conspirativas» para sembrar confusión. Los autores del trabajo afirman que esas «teorías» ya no abordan solamente el tema del 11 de septiembre sino también la cobertura periodística de la guerra contra Siria.

En un esfuerzo por reactivar el antisovietismo de la guerra fría, ese informe marcaba el inicio de una inversión de valores. Hasta entonces, la clase dirigente estadounidense sólo trataba de disimular el crimen del 11 de septiembre atribuyéndolo a unos cuantos barbudos sin importancia. Ahora se trata de acusar a un Estado extranjero de ser responsable de los nuevos crímenes que Washington ha cometido en Siria.

En septiembre de 2014, el gobierno británico creó la 77th Brigade: una unidad encargada de contrarrestar la propaganda extranjera. Esa 77th Brigade británica se compone de 440 militares y más de un millar de civiles provenientes del ministerio británico de Exteriores, así como del MI6, del organismo de cooperación externa y de la Stabilisation Unit. Y no se conocen sus objetivos. Esa brigada trabaja con la 361st Civil Affairs Brigade del Ejército de Estados Unidos, con bases en Alemania e Italia. Ambas unidades militares estaban siendo utilizadas para sabotear los sitios web occidentales que tratan de dar a conocer la verdad sobre el 11 de septiembre y sobre la guerra contra Siria.

A principios de 2015, Anne Applebaum —esposa del ex-ministro de Defensa de Polonia Radosław Sikorski— creó en el Center for European Policy Analysis (Centro de Análisis de la Política Europea), con sede en Washington, una unidad designada como Information Warfare Initiative (Iniciativa sobre la Guerra de la Información). Su objetivo inicial era contrarrestar la información rusa en el centro y el este de Europa. La señora Applebaum puso esa iniciativa en manos del ya mencionado Peter Pomerantsev y de Edward Lucas, uno de los jefes de redacción de la conocida publicación The Economist.

Aunque Pomerantsev es a la vez coautor del informe del Institute of Modern Russia y uno de los dos principales responsables de la Information Warfare Initiative, ahora resulta que ya no habla del 11 de septiembre y que tampoco considera ya la guerra contra Siria como un tema central sino sólo como un tema recurrente que permite «percibir» la acción del Kremlin. Este personaje concentra sus ataques sobre el canal de televisión Russia Today y la agencia de prensa Sputnik, dos órganos de prensa públicos rusos.

En febrero de 2015, le llega a la Fondation Jean Jaures —think tank del Partido Socialista francés y contacto de la National Endowment for Democracy (NED)— su turno de publicar una Nota titulada Conspirationnisme, un état des lieux. Pasando por alto todo lo sucedido alrededor de Rusia, esa Nota toma el debate en el punto donde lo había dejado Cass Sunstein y propone simple y llanamente prohibir que los «conspiracionistas» puedan expresarse. Por su parte, la ministra de Educación de Francia organiza talleres en las escuelas para advertir a los alumnos en contra de los «conspiracionistas».

El 19 y el 20 de marzo de 2015, el Consejo Europeo pide a la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, que prepare un plan de «comunicación estratégica» para denunciar las campañas de desinformación de Rusia sobre Ucrania. El Consejo no mencionaba ya ni el 11 de septiembre, ni la guerra contra Siria sino que cambiaba de objetivo para concentrarse en Ucrania.

En abril de 2015, la señora Mogherini crea un Servicio Europeo para la Acción Exterior (EEAS, siglas en inglés) que no es otra cosa que una unidad de Comunicación Estratégica dentro de la Unión Europea. Esa estructura está bajo la dirección de un británico agente del MI6, Giles Portman, y distribuye a numerosos periodistas europeos, dos veces por semana, toda una argumentación que supuestamente demostraría la mala fe de Moscú, argumentos que posteriormente aparecen publicados en los medios de difusión europeos.

El 20 de agosto de 2015 se inaugura en Riga el Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN, bajo la dirección de Janis Sarts. Participan en la ceremonia el senador estadounidense John McCain, director de una de las dos ramas de la NED, quien conversa en la foto con la presidente de Lituania, Dalia GrybauskaitėFoto: Gatis Dieziņš

A partir de su creación, el Centro de Comunicación Estratégica de la OTAN se vincula a un servicio del Atlantic Council: el Digital Forensics Research Lab. La OTAN redacta un Manual de Comunicación Estratégica, cuyo objetivo es coordinar y reemplazar todo el dispositivo anterior en materia de Diplomacia Pública, de Relaciones Públicas (Public Affairs), de Relaciones Públicas Militares, de Operaciones sobre los Sistemas Electrónicos de Comunicación (Information Operations) y de Operaciones Sicológicas.

Bajo la inspiración de la OTAN, Anna Fotyga, la ex-ministra de Exteriores de Polonia, ahora convertida en eurodiputada, lleva al Parlamento Europeo una resolución —adoptada el 23 de noviembre de 2016— sobre «la comunicación estratégica de la Unión [Europea] tendiente a contrarrestar la propaganda dirigida contra ella por terceros». Obsérvese que existe un nuevo desplazamiento del blanco: ya no se trata de contrarrestar el cuestionamiento sobre el 11 de septiembre —asunto de hace 15 años—, ni tampoco el cuestionamiento de la guerra contra Siria sino de crear una mescolanza entre la impugnación de los acontecimientos en Ucrania y el discurso del Emirato Islámico (Daesh). Y se vuelve así al punto inicial: quienes cuestionaban el 11 de septiembre trataban, según la OTAN, de rehabilitar a al-Qaeda; quienes le hacen el juego a Rusia tratan de destruir a Occidente, como lo hace Daesh. Pero no importa que la OTAN esté apoyando a al-Qaeda en el este de Alepo.

Dado a conocer el 24 de noviembre de 2016 en un sonado artículo del Washington Post, un misterioso grupo llamado Propaganda or Not? ha elaborado una lista de 200 sitios web —entre ellos Voltairenet.org— a los que el Kremlin supuestamente ha confiado la tarea de repercutir la propaganda rusa y confundir a la opinión pública estadounidense hasta el extremo de llevarla a votar por Donald Trump.

Propaganda or Not? no publica los nombres de sus responsables, pero dice reunir en su seno a 4 organizaciones: Polygraph, The Interpreter, el Center for European Policy Analysis y el Digital Forensic Research Lab.
Polygraph es un sitio web de la Voice of America, la radio y televisión pública de Estados Unidos bajo control de la Broadcasting Board of Governors.
The Interpreter es la revista del Institute of Modern Russia, ahora difundida por la Voice of America.
—El Center for European Policy Analysis es un apéndice de la National Endowment for Democracy (NED) dirigido por Zbigniew Brzezinski y Madeleine Albright.
Digital Forensic Research Lab es un programa del Atlantic Council.

En un documento divulgado por Propaganda or Not?, esta falsa ONG nacida de varias asociaciones financiadas por la administración Obama señala al enemigo: Rusia. Y acusa a ese país de haber dado origen al movimiento a favor de la verdad sobre los atentados del 11 de septiembre y de los sitios web de apoyo a Crimea y Siria.

El 2 de diciembre de 2016, el Congreso de Estados Unidos votó un ley que prohíbe toda cooperación militar entre Washington y Moscú. En pocos años, la OTAN ha reactivado el macarthismo.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article194331.html#nh9

¿Cómo será la política militar de la administración Trump en el Extremo Oriente?

La política de la futura administración Trump parece previsible en cuanto a la lucha contra los islamistas y el despliegue de la OTAN en el este de Europa. Pero es mucho más difícil anticipar cuáles son sus intenciones en el Extremo Oriente. El analista Valentin Vasilescu ofrece algunas pistas.

Donald Trump será el presidente de Estados Unidos durante los 4 próximos años. Estados Unidos se considera el «gendarme del mundo» y además traza las líneas de acción de la OTAN. Su política militar estará en manos del general Michael Flynn, ya designado como consejero presidencial para la seguridad nacional.

Una de las certezas sobre la administración Trump es que debe marcar un cambio radical de actitud hacia el gobierno del presidente sirio Bashar al-Asad, lo cual es visible en el hecho que el hoy presidente saliente Barack Obama apartó a Michael Flynn de su cargo como director de la agencia de inteligencia del Pentágono (Defense Intelligence Agency, DIA) precisamente por haber solicitado el cese del apoyo de Estados Unidos a los mercenarios yijadistas.

Desde esta perspectiva, la base rusa de Hmeymim podría convertirse en centro de mando unificado para la lucha contra los mercenarios yihadistas que operan en Siria. Siguiendo esa misma lógica, Estados Unidos tendría que aceptar implicarse junto al Ejército Árabe Sirio participando en acciones militares contra los yijadistas en el terreno, como ya lo hacen varias unidades de la Spetsnaz (fuerzas especiales rusas) y de blindados de la Federación Rusa. La aviación de la coalición internacional contra el Emirato Islámico (Daesh), encabezada por Estados Unidos, podría dar apoyo aéreo a las tropas terrestres. Desde la intentona golpista en Turquía, Michael Flynn mostró su apoyo al presidente turco Erdoğan, así que sería lógico que Estados Unidos trate de introducirlo en su ecuación para resolver la crisis siria, al igual que Vladimir Putin y Bashar al-Asad, abandonando la variante del respaldo a los combatientes kurdos.

Si bien las posibilidades de cooperación de Estados Unidos con Rusia en el Medio Oriente parecen muy elevadas, esas posibilidades parecen mucho más tenues en cuanto a la solución en Europa de la situación creada por la ampliación de la OTAN hasta las fronteras rusas.

Donald Trump ya habló por teléfono con el presidente polaco Andrzej Duda y le garantizó apoyo militar estadounidense. Pero no ha hablado con el presidente de Rumanía, ni con el de Bulgaria. Eso significa que el plan de la OTAN para el despliegue de una brigada blindada en los países bálticos y Polonia se concretará durante el mandato de Donald Trump, pero sin el envío de tropas o de medios de combate a otros países de la OTAN, ni a Rumanía ni a Bulgaria. Y el Mar Negro seguirá siendo un lago ruso. Es posible que se negocie la eliminación del escudo antimisiles de Estados Unidos en Polonia y Rumanía, a condición de que Rusia ponga en la mesa, como moneda de cambio, alguna garantía de preservación de las principales zonas de interés de Estados Unidos. Pero eso no sucederá en el Extremo Oriente.

Mucho más grandes son las probabilidades de modificación de la actual estrategia de Estados Unidos hacia China, dado el hecho que la economía china se ha puesto por delante de la economía estadounidense y que las fuerzas armadas chinas están en condiciones de dotarse de las tecnologías militares más avanzadas. El 60% de la población mundial vive en el sur de Asia y eso explica por qué Estados Unidos no quiere perder ese mercado a manos de China. Una modificación de la estrategia estadounidense sería prohibir el acceso de la flota y de la aviación chinas a sus zonas de interés económico y militar. Eso sería posible mediante la creación de 4 sectores de vigilancia con medios satelitales y aéreos para seguir todos los movimientos de China.

El primer sector abarcaría el acceso al Mar de China Septentrional desde el Océano Índico, con los puntos de paso obligados a través del Estrechos de Malaca y del Estrecho de la Sonda. Aquí tendría el papel clave Singapur, que controla el Estrecho de Malaca —principal vía de aprovisionamiento de China con petróleo proveniente de los países del Golfo. En Singapur, Estados Unidos utiliza la base naval de Sembawang y la base aérea de Paya Lebar.


El segundo sector abarcaría las vías de acceso al Mar de China desde el Océano Pacífico, con los pasos obligados a través del Mar de Joló [también conocido como Mar de Sulú], del Mar de Célebes [al sur del anterior] y el Canal Babuyan (entre el norte de Filipinas y Taiwán). La coordinación de las misiones estadounidenses de reconocimiento sobre las líneas de comunicación internas en el Mar de China Meridional puede hacerse desde la base estadounidense de Andersen (en Guam) o la base naval de la misma isla de Guam (Islas Marianas).


El tercer sector abarcaría el acceso al Mar de China Septentrional a través del Océano Pacífico con los puntos de paso obligados, al sur, por la zona situada entre la isla de Taiwán y el archipiélago de Okinawa (Ryukyu) y, al norte, por la zona comprendida entre el archipiélago de Okinawa y la isla de Kyushu (extremo sur de Japón). Hay la misma distancia entre Okinawa y Kyushu que entre la isla de Taiwán y Okinawa: 600 kilómetros. La coordinación de las misiones estadounidenses de reconocimiento puede realizarse desde la base estadounidense en Okinawa.


El cuarto sector abarcaría el acceso al Mar de China Septentrional desde Japón y Corea del Sur. El dispositivo de vigilancia sobre la península de Shandong y la costa este de China ya está siendo garantizado por Corea del Sur y Japón, en el marco de su cooperación con las tropas de Estados Unidos desplegadas en ambos países.