RUSIA PROHIBE 3 «ONGs» ANGLOSAJONAS


El fiscal general de la Federación Rusa declaró indeseables las 3 «ONGs humanitarias» creadas por la familia de Mijaíl Jodorkovski (en la foto):

Open Russia (registrada en el Reino Unido, tiene como administradores a Henry Kissinger y Lord Jacob Rothschild);
Open Russia Civic Movement (Reino Unido);
Institute of Modern Russia (Estados Unidos).

Estas 3 asociaciones se suman a otras 7 «ONGs» prohibidas en Rusia mediante la ley adoptada en julio de 2015:

National Endowment for Democracy (NED);
OSI Assistance Foundation (George Soros)
Open Society Foundation (George Soros)
US-Russia Foundation for Economic Advancement and the Rule of Law (fundación estatal estadounidense y rusa);
International Republican Institute (IRI/NED);
Media Development Investment Fund (OTAN)
National Democratic Institute for International Affairs (NDI/NED).

Actuando en coordinación con la OTAN, las asociaciones de Mijaíl Jodorkovski han venido haciendo campaña, desde hace 3 años, sobre temas como las llamadas «fake news» («noticias falsas»), la manipulación de sitios web alternativos occidentales y la supuesta intervención de los servicios de inteligencia rusos en las elecciones en Estados Unidos y Francia. También hacen campaña en Rusia para desacreditar de antemano las próximas elecciones rusas.

Desde que la CIA ha venido multiplicando los golpes de Estado disfrazados de «revoluciones de colores», varios países se han dotado de leyes que les permiten prohibir las «ONGs» que en realidad dependen de órganos gubernamentales y que sirven de tapadera a los servicios de inteligencia anglosajones.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article196150.html#nh1

LOS FRANCESES HUNDEN SU PROPIO BARCO

Estamos siendo testigos de un viraje histórico en Francia, donde el antiguo espectro político vuela en pedazos y está apareciendo una nueva fractura. Abrumados por la intensa propaganda mediática que inunda su país, los franceses han perdido las referencias esenciales y se empeñan en ver líneas rojas que ya ni siquiera existen, a pesar de que los hechos son muy claros y de que ciertas evoluciones son perfectamente previsibles.

Celebración privada en el restaurante parisino La Rotonde. Considerado ya como nuevo presidente de Francia, e incluso felicitado como tal, el aún candidato Emmanuel Macron recibe jefes de las empresas que se cotizan en la Bolsa de París y personalidades del mundo del espectáculo justo después de anunciarse el resultado de la primera vuelta de la elección presidencial. Aquí aparece conversando con su amigo, el banquero judío Jacques Attali.

Después de una campaña electoral tremendamente agitada, los franceses eligieron a Emmanuel Macron y Marine Le Pen para disputar la segunda vuelta de la elección presidencial.

En este momento, y es un hecho que está lejos de ser casual, ya casi todos los candidatos ahora eliminados, exceptuando a Jean-Luc Melenchon, han llamado a sus electores a votar por Macron, quien debería por tanto alcanzar fácilmente la victoria.

Los dos grandes partidos históricos que habían gobernado Francia desde los inicios de la Quinta República —el ahora llamado Les Républicains (ex-gaullistas) y el Partido Socialista (el antiguo partido de Jean Jaures)— han sido derrotados y una formación de nueva creación —llamada En Marche!— aparece en el escalón más alto de esta primera vuelta para disputar la segunda contra la candidata del Frente Nacional (FN).


¿Hay realmente un candidato del fascismo?

No es la primera vez que se produce en Francia este tipo de situación: de un lado, un partidario de la alianza con el país que parece ser la primera potencia del momento —Estados Unidos— y del otro, un movimiento en busca de la independencia nacional; de un lado, todo el conjunto de la clase dirigente, sin grandes excepciones, y del otro, un partido mucho menos homogéneo, que se compone masivamente de proletarios provenientes, en dos terceras partes, de la derecha mientras que la otra tercera parte proviene de la izquierda.

Todo indica que el futuro presidente de Francia será por tanto Emmanuel Macron, un ex-cuadro del banco Rothschild & Cie, que ahora cuenta con el respaldo de todos los patrones de las empresas que cotizan en la Bolsa de París.

Sin embargo, a pesar de todo lo que afirman los prejuicios profundamente anclados en las mentes, la principal característica de los partidos fascistas es… el apoyo unánime que reciben de los poderes financieros.

Esa unanimidad del gran capital viene siempre acompañada de una «unidad de la Nación» que borra todas las diferencias. Para ser iguales, tenemos que hacernos idénticos. A eso dio inicio el presidente saliente François Hollande, en 2012-2013, con su ley del «Matrimonio para todos». Esa ley fue presentada como algo que establecería la igualdad entre todos los ciudadanos, independientemente de la orientación sexual de cada cual, cuando en realidad planteaba de facto que las parejas homosexuales y las parejas con hijos tienen las mismas necesidades. Pero había otras soluciones más inteligentes. La oposición a esa ley dio lugar a grandes manifestaciones, que desgraciadamente no planteaban ningún tipo de proposiciones y en las que a veces aparecieron consignas homófobas.

De idéntica manera, en respuesta a la matanza perpetrada en los locales del semanario humorístico Charlie-Hebdo se impuso la consigna «Je suis Charlie!» [¡Yo soy Charlie!], y quienes osaban declarar «Yo no soy Charlie» fueron incluso enviados a los tribunales.

Es muy triste comprobar la ausencia de reacción de los franceses ante la unanimidad del gran capital y la manera perentoria en que se les conmina a recurrir a los mismos dispositivos jurídicos, a profesar las mismas convicciones y a repetir los mismos eslóganes. Así que hoy se obstinan en considerar que el actual Frente Nacional es «fascista», sin otro argumento que el ya lejano pasado de esa formación política.


¿Es posible la resistencia, 
ante el candidato del fascismo?

La mayoría de los franceses creen que Emmanuel Macron será un presidente al estilo de Sarkozy o de Hollande, que seguirá la política de sus dos predecesores. Estiman, por consiguiente, que Francia está llamada a seguir decayendo cada vez más y se resignan a aceptar esa maldición creyendo evitar así la amenaza de la extrema derecha.

Muchos recuerdan que, en el momento de su creación, el Frente Nacional reunía en su seno a los perdedores de la 2GM y de la política socialista de colonización de Argelia. Se concentran en la presencia en esa organización de unos cuantos personajes que colaboraron con el ocupante nazi, lo cual les impide ver que el Frente Nacional de hoy no tiene absolutamente nada que ver con esos individuos.

Los franceses se obstinan en ver al entonces subteniente Jean Marie Le Pen —el padre de Marine, la hoy candidata a la presidencia— como responsable de los terribles abusos que Francia cometió en Argelia mientras que exoneran de su enorme responsabilidad histórica a los dirigentes socialistas que trazaron la política colonialista de Francia en aquel país del norte de África, principalmente al terrible ministro francés del Interior de aquella época, François Mitterrand, quien años más tarde habría de convertirse en presidente de Francia bajo la etiqueta del Partido Socialista.

Nadie recuerda hoy que en 1940 fue un ministro fascista, el general Charles De Gaulle, quien rechazó el vergonzoso armisticio entre Francia y la Alemania nazi. Considerado entonces como el sucesor oficial del mariscal Philippe Pétain —que incluso era el padrino de su hija—, De Gaulle se lanzó solo en la creación del movimiento de resistencia. Luchando contra su propia educación y sus prejuicios, poco a poco reunió a su alrededor —en contra de su antiguo mentor— a franceses de todos los horizontes y tendencias para defender la República Francesa. En esa lucha adoptó como aliado a Jean Moulin, una personalidad de izquierda que años antes había desviado fondos del ministerio de Marina y contrabandeado armas para ayudar a los republicanos españoles en su lucha contra los fascistas.

Nadie parece recordar hoy que un colega de De Gaulle, Robert Schuman, firmó el vergonzoso armisticio entre Francia y la Alemania nazi. Años después, ese mismo Robert Schuman fundó la Comunidad Económica Europea (CEE), la actual Unión Europea, una organización supranacional basada en el modelo nazi del «Nuevo Orden Europeo», en aquel entonces dirigida contra la Unión Soviética y actualmente contra Rusia.


El modelo Obama-Clinton

El ex-presidente estadounidense Barack Obama ya expresó públicamente su apoyo al candidato Emmanuel Macron, quien a su vez se ha rodeado de un equipo de política exterior que incluye a los principales diplomáticos neoconservadores y no oculta su respaldo a la política exterior del Partido Demócrata estadounidense.

En Estados Unidos, el demócrata Barack Obama presentó su política exterior utilizando una retórica diametralmente opuesta a la de su predecesor, el republicano George Bush. Pero en la práctica, Obama sólo siguió —en todos los aspectos— los pasos de las administraciones de Bush hijo. Al igual que el republicano Bush Jr., el demócrata Obama aplicó el mismo plan de destrucción contra las sociedades del Medio Oriente ampliado, plan que ya ha causado más de 3 millones de muertes. Emmanuel Macron apoya esa política, sólo habrá que esperar un poco para saber si la justifica hablando de «democratización» o de «revolución espontánea».

En Estados Unidos, Hillary Clinton perdió la carrera por la presidencia, pero en Francia Emmanuel Macron tiene las mayores probabilidades de ganar la segunda vuelta y convertirse así en presidente de la República.

Nada demuestra que Marine Le Pen sea capaz de asumir el papel que Charles De Gaulle desempeñó en el pasado, pero sí son seguras 3 cosas:
—Al igual que en 1940, cuando los británicos no tuvieron otra opción que acoger a De Gaulle en Londres, los rusos de hoy apoyarán a la señora Le Pen.
—Al igual que en 1939, cuando fueron pocos los comunistas que —en contra de las orientaciones de su partido— se unieron a la resistencia, hoy son pocos los partidarios de Jean-Luc Melenchon que darán ese paso. Pero hay que recordar que, a partir de la agresión nazi contra la URSS, todo el Partido Comunista respaldó a De Gaulle y sus militantes fueron mayoría en las filas de la resistencia francesa. No cabe duda de que, en los próximos años, Melenchon y la señora Le Pen acabarán en el mismo bando.
—Emmanuel Macron nunca podrá entender a los hombres y mujeres que oponen resistencia a las fuerzas que tratan de imponer su dictado a su patria. Así que no podrá entender tampoco a los pueblos del «Medio Oriente ampliado», que siguen luchando por su verdadera independencia alrededor del Hezbolá libanés, de la República Árabe Siria y de la República Islámica de Irán.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article196101.html

Francia, víctima del terrorismo de sus propios aliados de la OTAN...

Faltando sólo 3 días para la primera vuelta de la elección presidencial, Francia acaba de ser blanco de un nuevo atentado terrorista. Thierry Meyssan estima que París tiene que parar de decir mentiras absurdas y tener en cuenta la verdadera importancia de lo que está pasando: el terrorismo internacional —que cuenta con la participación del gobierno francés— sigue órdenes de sus aliados de la OTAN… que además lo utilizan contra Francia.

Atentado en los Campos Elíseos, 20 de abril de 2017

A principios de 2017, recibimos informes de que había yijadistas preparando acciones cuyo objetivo era obligar a Francia y Alemania a posponer sus elecciones. No estaba claro:
—si se trataba de posponer la elección presidencial francesa (prevista para abril y mayo) o las elecciones legislativas (que deben desarrollarse en junio) o las dos; 
—si Francia era un blanco por sí misma o si las acciones que habían de realizarse en Francia serían el preludio de futuras acciones contra Alemania.

Entre los candidatos a la elección presidencial, los únicos que denuncian el respaldo a la Hermandad Musulmana son François Fillon y Marine Le Pen. Fillon ha convertido esa cuestión en uno de sus temas de campaña.

Nosotros mismos señalamos a nuestros lectores que las campañas de prensa y los escándalos judiciales utilizados contra Donald Trump en Estados Unidos y contra Francois Fillon en Francia venían de los mismos grupos. Escribíamos entonces que para Trump y Fillon
«no será posible restaurar la paz y la prosperidad sin acabar primero con la instrumentalización del terrorismo islámico, sin liberar el mundo musulmán del control que ejercen los yijadistas y sin atacar incluso la matriz del terrorismo: la Hermandad Musulmana». 
En aquel momento, los franceses, creyendo erróneamente que la Hermandad Musulmana es una tendencia de la religión musulmana, no reaccionaron. Publiqué entonces un libro, Sous nos yeux. Du 11-Septembre à Donald Trump, cuya segunda parte explica detalladamente, por primera vez, qué es esa organización secreta, creada y controlada por el MI6, los servicios secretos británicos. Es esa cofradía la que, desde la 2GM, ha venido tratando de convertir el islam sunita en un instrumento político. Y de la Hermandad Musulmana provienen todos los líderes de los grupos yijadistas, desde Osama bin Laden hasta Abu Bakr al-Baghdadi.


El 26 de febrero, Francois Fillon publicaba sin explicación un comunicado que fue objeto de grandes críticas:
«Estamos ante una situación inédita: a 2 meses de la elección presidencial, estamos viviendo una situación prácticamente de guerra civil que viene a perturbar el normal desarrollo de esta campaña. (…) Recuerdo a todos que estamos en estado de emergencia y que, a pesar de ello, el gobierno está permitiendo lo que sucede. (…) Como ex-Primer Ministro, como responsable electo de la Nación, hoy acuso solemnemente al Primer Ministro y al gobierno de no garantizar las condiciones para el ejercicio sereno de la democracia. Sobre ellos cae una grave responsabilidad porque están permitiendo que se desarrolle en el país un clima que es casi de guerra civil y que sólo puede resultar provechoso para los extremos. (…) Sean quienes sean los candidatos, deben tener derecho a expresarse y el gobierno debe tomar medidas para que los violentos y los enemigos de la democracia cesen de perturbar esta campaña presidencial».
El 17 de abril, la Policía Nacional informaba a los 4 principales candidatos sobre la existencia de amenazas a su seguridad y reforzaba la protección que se les asigna.

El 18 de abril, M. (de 29 años) y Clement B. (de 23 años) fueron arrestados mientras preparaban un atentado contra un mitin a favor de Francois Fillon.

El 20 de abril, un policía resultó muerto y otros 2 quedaron gravemente heridos en un atentado perpetrado en los Campos Elíseos.

Los candidatos Francois Fillon y Marine Le Pen cancelaron sus desplazamientos programados para el 21 de abril. Siguiendo esa tendencia y a pesar de no existir ninguna amenaza real en su contra, Emmanuel Macron hizo lo mismo.


La responsabilidad del próximo 
presidente de la República Francesa

El próximo quinquenio girará en torno a la seguridad de los franceses. Esta cuestión reviste un carácter particularmente grave en la medida en que en los recientes atentados terroristas perpetrados en suelo francés están implicados 3 de nuestros aliados de la OTAN: el Estado Profundo estadounidense, el Reino Unido y Turquía.

He abordado muy a menudo la cuestión de los atentados perpetrados en París —el 13 de noviembre de 2015— y en Bruselas —el 22 de marzo de 2016. En mi más reciente libro indiqué que si bien el presidente [turco] Recep Tayyip Erdoğan y su prensa han reivindicado esos atentados, estos fueron perpetrados por «dos comandos diferentes, con excepción de un actor operativo común: Mohamed Abrini del MI6» (p. 231).

Las sucesivas presidencias de Nicolas Sarkozy y François Hollande, con sus respectivos ministros de Exteriores, Alain Juppé y Laurent Fabius, han escondido desde hace años sus actividades criminales a los franceses así como la consecuencia de lo que han sembrado: el terrorismo dentro de su propio país.

Es absurdo creer que al-Qaeda y el Emirato Islámico (Daesh) puedan disponer de tanto dinero y armas sin respaldo de grandes Estados. Es absurdo creer que Francia pudiese participar en la operación de rediseño del «Medio Oriente ampliado» sin sufrir las consecuencias. Es absurdo creer que sea posible luchar contra el terrorismo cuando quienes lo controlan son nuestros propios aliados en el seno de la OTAN.


Fuente: http://www.voltairenet.org/article196081.html#nh4

EL FIN DEL SISTEMA DE PARTIDOS

La candidatura de Emmanuel Macron a la presidencia de Francia no busca crear un nuevo partido, algo como los demócratas ante los republicanos, como en Estados Unidos. Lo que se busca es más bien crear lo que pudiéramos llamar un «movimientismo» sin objetivos definidos pero que permita preservar los intereses de la clase dirigente. El partido francés de nueva creación, En marche!, trata de que los electores «marchen» hacia la disolución de la República Francesa en la globalización consumista.

Emmanuel Macron o la «revolución» del agua tibia

La declaración de Emmanuel Macron presentándose como el candidato «antisistema» sorprendió a los franceses dado que Macron fue secretario general adjunto de la presidencia de la República, en 2012, y posteriormente ministro de Economía, Industria y Sector Numérico en el gobierno de Manuel Valls, en 2014. Y si dimitió de ese cargo de ministro fue sólo para poder actuar libremente y presentarse como candidato en la elección presidencial.

Esta auto-designación de Macron nos dice algo muy importante sobre la evolución de la estructura política. Es evidente que Macron se separa del régimen de los partidos políticos como modo de gobierno del país. Pero la adopción de esa posición hacia los partidos ya constituidos no lo convierte en candidato antisistema porque el «sistema» que se instala no es ya un sistema de partidos sino una forma de gobierno político directo ejercida sobre los Estados nacionales por los actores políticos dominantes y las estructuras políticas internacionales.

Lo cierto es que la intervención de lo que ha dado en llamarse «antisistema» se impone cada vez más en el desarrollo de las elecciones francesas. Se repite el escenario que inició François Hollande: una candidatura que al principio parece prematura y la posterior eliminación de su competidor, Dominique Strauss-Kahn, frente al cual [Hollande] no habría tenido ninguna posibilidad de ganar.

En el caso actual es el candidato de la derecha, Francois Fillon —inicialmente gran favorito a la elección presidencial— quien ve su enorme éxito súbitamente afectado por un escándalo desatado a partir de un caso de empleo presuntamente ficticio que duró décadas y que al parecer acaba de descubrirse ahora.

Tanto en este último caso como en el de Strauss-Kahn, las intervenciones de último minuto destinadas a defender la moral y las buenas costumbres —liquidando de paso al político— vuelven a poner en posición ventajosa a candidatos que no tienen ninguna intención de separarse ni un pelo de la política imperial. Los que se benefician con esos hechos aparentemente fortuitos son precisamente los candidatos más maleables. En el caso de Macron se trata incluso de un candidato perfectamente «líquido», enteramente fabricado por los medios. El «antisistema» se ve así, ante todo, como una re-estructuración, realizada desde arriba, de la representación política.


Liquidación programada 
del Partido Socialista

El posicionamiento de Macron como candidato es parte de una fuerte tendencia, especialmente visible en el seno del Partido Socialista [de Francia] (PS): la tendencia a la auto-implosión. La candidatura de Macron, planteada desde el exterior de ese partido es sólo la más reciente de una serie de hechos que evidencian una voluntad interna de liquidación de esa formación política. El propio François Hollande ya decía en 2015:

«Hace falta un acto de liquidación. Hace falta un harakiri. Hay que liquidar el PS para crear el partido del Progreso».

El primer ministro Manuel Valls también se presentó como partidario de un «frente republicano», de una fusión de listas electorales al nivel de las primarias en las circunscripciones donde el Frente Nacional tuviese posibilidades de ganar. No es por tanto sorprendente su última declaración de que votaría por Emmanuel Macron para cerrarle el camino a la extrema derecha.

Como invitado de Matteo Renzi en la Festa de l’Unita, Manuel Valls declaró también: «No hay alternativa del lado de la izquierda. La única otra posibilidad es el Frente Nacional. Eso es lo único que deben tener en mente todos los socialistas». Y, ante las cámaras de BFM TV dijo: «Cada cual tiene que decirse a sí mismo: ¿Hay una política alternativa a lo que hacemos? Sí, la hay, es lo que propone la extrema derecha».

La organización de la legitimación [de Macron] se basa en la demonización de un partido político: el Frente Nacional, que sin embargo se ha convertido en un partido similar a los demás desde su aggiornamento como partido fascista al de órgano del «mejor de los mundos». El programa ha dejado de tener importancia. Sólo cuenta la capacidad, autoproclamada y autentificada por los medios, de impedir que el Frente Nacional llegue al poder. Macron se inscribe en esa línea política, constituye su apogeo. Esta hipostasia le garantiza su legitimidad y resta toda credibilidad a cualquier otra candidatura.


El fin del sistema de los partidos

La tendencia a la desaparición del sistema de los partidos, especialmente evidente en lo que concierne al PS, puede verse también del lado del partido republicano, aunque el proceso de descomposición parece allí menos avanzado y ha necesitado ayuda externa, a través del oportuno «escándalo» Fillon. A pesar de todo, es un proceso ya bastante adelantado, como lo demuestra el sistema de «primarias».

Ya no son los militantes de un partido quienes designan al candidato de su formación política. Cualquiera puede participar en ese proceso, incluso los miembros de un partido adversario. El designado ya no es candidato de un partido sino un candidato del conjunto de los franceses, incluyendo a sus propios adversarios. Ya no son las organizaciones las que se enfrentan sino simples personalidades, que ni siquiera defienden un programa sino que sólo cuentan con una imagen fabricada por los medios de difusión. Del enfrentamiento de ideas pasamos a la competición de las imágenes.

Nos encontramos ante una nueva configuración de la «escena política», del espacio de la representación política. Pasamos de un sistema organizado alrededor de un partido de masas dominante o de una estructura binaria de dos organizaciones «alternativas», izquierda y derecha, a un modo de gobierno que abandona ese sistema y que, tanto en los hechos como en materia de lenguaje, rechaza la política.

Una crisis de representación partidaria no es un fenómeno único en el paisaje político francés. Existen varias referencias históricas, como la del bonapartismo que instauró el Segundo Imperio o, más recientemente, la creación de la Quinta República, en 1958, por el general De Gaulle. Pero el problema actual es diferente. Los dos ejemplos que acabamos de citar tienen que ver con algo que forzó esa situación por causas externas ante el aparato legislativo. Hoy en día lo que estamos viendo es un proceso interno de auto desmantelamiento del conjunto de la estructura del Estado.

Si bien la crisis de representatividad de los partidos condujo en el pasado a un eficaz fortalecimiento del Ejecutivo, hoy en día el aumento de sus prerrogativas conduce a un acrecentamiento puramente formal de poder porque [el Ejecutivo] ya no trabaja por su cuenta sino para organizaciones supranacionales, para estructuras que fungen como intermediarias del Imperio, como la Unión Europea, el Consejo de Europa y la OTAN. El aparato ejecutivo nacional, en su constante violación de las prerrogativas del Parlamento, aparece como un simple repetidor. En esas circunstancias, ya no basta con hablar de crisis de representatividad de los partidos políticos. Ya no se trata de un hecho vinculado a una coyuntura política particular sino de un acontecimiento de tipo estructural.


Supremacía de la imagen

El fenómeno de la candidatura Macron es revelador de una mutación en el ejercicio del poder del Estado, que es el final de toda mediación con la sociedad civil. Los diferentes lobbys toman el lugar de los partidos. Las grandes empresas tienen la capacidad de defender directamente sus propios intereses en contra de la gran mayoría de la población, sin que la decisión tomada tenga que asumir la apariencia de una defensa del interés colectivo.

En otras palabras, la clase económica y políticamente dominante se convierte también en clase reinante, en la clase que ocupa la primera línea del «escenario político», del espacio de legitimación. La clase dominante maneja directamente sus intereses y promueve abiertamente a sus candidatos. El proceso de legitimación de este procedimiento ya no tiene nada que ver con la representación sino con el marketing ya que la escena política se confunde con la de los medios.

La candidatura Macron es entonces el síntoma de una sociedad capitalista avanzada, donde las relaciones sociales se han transformado por completo en relaciones entre cosas, entre mercancías. Las divergencias que expresan los diferentes candidatos se reducen a una competencia en materia de imágenes, a la competencia entre mercancías. Macron se sitúa así fuera del lenguaje. Cada cual puede entender lo que quiera en lo que dice Macron. Ni siquiera nos pide que estemos de acuerdo con su discurso sino que miremos su imagen y la adoptemos.

Ya no hay espacio para la política y el enfrentamiento entre puntos de vista divergentes sino una renuncia a la vida privada y pública para adaptarse a los constantes cambios de las relaciones de producción y el incremento de la fluidez de las fuerzas productivas, o sea a las exigencias, cada vez mayores, de la rentabilidad del capital.


En marche! nos lleva hacia una 
«sociedad moderna líquida»

Como un inventario al estilo de Prévert no constituye un programa, nada queda precisado. En nombre de la necesaria adaptación a la «modernidad», se promueve la propensión a aceptarlo todo, a renunciar a todo progreso social. Se abren así todas las expectativas a los promotores de esta nueva situación ya que no se define a priori ningún límite a sus futuras exigencias.

Macron se inscribe en una ideología de la «sociedad moderna líquida», como la entendió el sociólogo Zygmunt Bauman, la sociedad del cambio permanente para adaptarse a la fluidez de las cosas. La ausencia de coherencia interna del «programa» se presenta así como algo positivo, como una posibilidad de constante adaptabilidad, como una fluidez a priori preexistente en la conciencia de las cosas, que debe permitir integrar cualquier mutación.

Realizada bajo el mandato de Hollande, la reforma del Código Laboral es la condición previa para concretar la adaptabilidad permanente de los trabajadores a las exigencias de los patrones. Emmanuel Macron no sólo se inscribe en la continuidad de la acción del presidente saliente sino que incluso la magnifica, dándole con ello su verdadera dimensión, la de «sociedad líquida», que se caracteriza por la ausencia de proyectos precisos y por gobernar pragmáticamente.

Esa manera de gobernar sólo puede reservar todavía más espacio a los «expertos», reforzando la tendencia ya extremadamente fuerte a manejar los asuntos públicos mediante decretos y al empleo del artículo 49-3 de la Constitución francesa, ya ampliamente utilizado bajo la presidencia de Hollande.

De hecho, no hay alternativa, lo supuestamente situado «fuera del sistema» se limita a una reclamada capacidad de adaptabilidad a toda mutación social, sea cual sea esa mutación. La fluidez se refleja en el nombre mismo de su movimiento, «En marche!», una orden que ni siquiera precisa a quién se dirige pero que en todo caso nos advierte que tenemos que renunciar a toda forma de resistencia ante la máquina económico-política.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article196078.html#nh2

Trump: dos pasos adelante y un paso atrás

Mientras la prensa internacional describe el gran cambio de rumbo de Donald Trump, Thierry Meyssan nos muestra que el nuevo presidente de Estados Unidos vocifera y bombardea, pero pone especial cuidado en no dar pasos irreversibles.


El radical cambio de retórica del presidente Trump sobre el conjunto de su política exterior llegó acompañado del bombardeo contra la base aérea siria de Sheirat y el uso de una bomba gigantesca contra una montaña afgana.

El mundo tembló ante esa exhibición de fuerza: 59 misiles Tomahawk utilizados en Siria y una bomba guiada GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast en Afganistán. Pero la base aérea de Sheirat reiniciaba sus operaciones al día siguiente del ataque mientras que la «Madre de todas las bombas» ciertamente provocó el derrumbe de 3 salidas de un túnel natural, pero —también ciertamente— no destruyó los cientos de kilómetros de pasadizos subterráneos que los ríos han perforado con el tiempo en la montaña. En resumen, mucho ruido para nada.

Esas dos operaciones estaban destinadas, evidentemente, a convencer al Estado Profundo estadounidense de que la Casa Blanca enarbola nuevamente la política imperial. Y ese fue el efecto que tuvieron en Alemania y Francia. La canciller Angela Merkel y el presidente François Hollande aplaudieron al amo y llamaron a acabar con Siria de una vez. La sorpresa vendría de otra parte.

El Reino Unido no se limitó a seguir la corriente. Su ministro de Exteriores, Boris Johnson, propuso adoptar sanciones contra Rusia, según él cómplice de los «crímenes» sirios y de alguna manera responsable de la resistencia afgana, además de muchas otras cosas.

En la reunión de ministros de Exteriores del G7, Johnson anunció la anulación de su viaje a Moscú e invitó a todos sus socios a romper sus relaciones políticas y comerciales con Rusia. Pero sus homólogos, aunque aprobaron la iniciativa británica, mantuvieron una prudente reserva. Por su parte, el secretario de Estado Rex Tillerson descartó claramente la absurda proposición de Johnson y mantuvo su propio viaje a Moscú. Con el mayor aplomo, Johnson dijo entonces que los europeos habían dado a Tillerson un mandato para que hiciera entrar en razones a los rusos.

El protocolo internacional prevé que un ministro que visita otro país es recibido por su homólogo, no por el jefe de Estado local, pero la prensa atlantista presentó la recepción de Tillerson por parte de su homólogo ruso Serguéi Lavrov como indicio de un enfriamiento de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia. Sin haber tenido aún tiempo de saludar a su invitado, Lavrov fue interrumpido a gritos por una periodista estadounidense. Recordándole enérgicamente las reglas de cortesía, el ministro ruso se negó a responderle antes de haber cumplido lo que establece el protocolo.

El encuentro, a puertas cerradas, entre Lavrov y Tillerson duró más de 4 horas, lo que parece mucho tiempo para dos personas que no tenían nada que decirse. Los dos ministros solicitaron después una audiencia al presidente Vladimir Putin, que los recibió por espacio de 2 horas más.

Al término de ambos encuentros, los ministros dieron una conferencia de prensa y aseguraron, muy serios, que sólo habían tomado nota de sus divergencias. Serguéi Lavrov incluso mencionó a los periodistas el peligro que esta ruptura significaba para el mundo.

Pero al día siguiente, el mismo Lavrov indicaba, al dirigirse a la prensa rusa, que había llegado a un acuerdo con su visitante. Y dijo que Washington se había comprometido a no atacar nuevamente al Ejército Árabe Sirio y que Moscú había decidido restablecer la coordinación militar entre el Pentágono y las fuerzas armadas rusas para evitar incidentes aéreos en el cielo de Siria, coordinación que la parte rusa había suspendido a raíz del ataque estadounidense contra la base aérea siria.

En resumen, la administración Trump vocifera clamando su poderío y bombardea. Pero teniendo a la vez mucho cuidado en no cometer nada irreparable. Lo peor y lo mejor siguen siendo posibles.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article196046.html

De la Fondation Saint-Simon a Emmanuel Macron

Un estudio completísimo del ascenso de Emmanuel Macron a primera línea de la política francesa. En el mismo podemos ver como trabaja la élite globalista. Y como va tejiendo su tela de araña en cualquier país. La repentina aparición del nuevo partido político llamado En Marche! en la escena electoral francesa y la candidatura de su presidente, Emmanuel Macron, a la presidencia de República no tienen nada que ver con la casualidad. Está lejos de ser esta la primera maniobra de los partidarios de la alianza entre la función pública francesa y Estados Unidos.

Henry Hermand, uno de los principales creadores de la Fondation Saint-Simon, ha sido el padrino de la carrera de Emmanuel Macron. Incluso actuó como testigo de su boda, en 2007. En 2012 lo metió en el equipo del presidente François Hollande y creó su partido político en el Instituto Montaigne, en 2016.

Es imposible comprender la súbita aparición en la escena política francesa del hoy candidato a la presidencia Emmanuel Macron sin conocer las maniobras anteriores a esta, orquestadas por Jacques Delors y Dominique Strauss-Kahn. Para entender lo que sucede detrás del escenario, es necesario mirar al pasado.


1982: la Fondation Saint-Simon

En 1982, personalidades del ámbito universitario y directores de grandes empresas francesas decidieron crear una asociación que favoreciera «el encuentro entre los investigadores de las ciencias sociales y los actores de la vida económica y social y difundir al público los conocimientos resultantes de las ciencias humanas y sociales». Esa asociación fue la Fondation Saint-Simon.

Por más de 20 años, la Fondation Saint-Simon impuso en Francia los puntos de vista de Washington, creando lo que sus críticos llamaron «el pensamiento único». Después de las huelgas de 1995 y el fracaso de la reforma del sistema de jubilación, esa fundación decidió disolverse, en 1999.

La Fondation Saint-Simon organizó 70 seminarios anuales en los que participaron siempre unas 40 personas. Publicó 110 Notas mensuales y alrededor de 40 libros. Más discretamente, organizó también una cena mensual en la que se reunían personalidades del medio universitario, jefes de empresas cotizadas en la Bolsa de París y los principales empresarios de la prensa francesa.

En el marco de aquellas cenas no sólo se acercaron los puntos de vista de los participantes sino que los patronos de la prensa decidían los temas que abordarían sus publicaciones y cómo enfocarlos. Poco a poco el pluralismo de la prensa fue cediendo su espacio al «deber de informar» y después ante el «poder de formar» las mentes.

La Fondation Saint-Simon había sido creada, de un lado, por el historiador François Furet y el sociólogo Pierre Rosanvallon, y del otro lado, por el cabildero Alain Minc, el industrial Roger Fauroux, el banquero Jean Peyrelevade y, finalmente, el editor Yves Sabouret y el intelectual Jean-Claude Casanova. Su financiamiento estaba concebido por Henry Hermand, una eminencia gris de la izquierda no comunista.

Eran notorios los vínculos de todas esas personalidades con un poderoso grupúsculo estadounidense: los neoconservadores. Estos últimos, intelectuales trotskistas, acababan de unirse entonces al presidente republicano Ronald Reagan. Dejando de lado los conceptos de «derecha» e «izquierda», decían luchar contra el estalinismo y querer «democratizar» el mundo a toda costa. No disimulaban su admiración por el filósofo Leo Strauss, teórico de una dictadura global ilustrada. Algunos de ellos crearon la National Endowment for Democracy (NED) y el United States Institute of Peace. A pesar de las apariencias, estas dos últimas fundaciones fueron concebidas como instrumentos al servicio de los «Cinco Ojos», o sea del acuerdo existente entre los servicios secretos de Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y el Reino Unido.

Al principio, la Fondation Saint-Simon recibió subvenciones de la John M. Olin Foundation, que había invitado a Francois Furet a impartir clases en Chicago. Este organismo estadounidense, considerado muy derechista, ya había financiado antes a los trotskistas neoconservadores. Rápidamente, la Fondation Saint-Simon se incorporó a The Hague Club (el Club de La Haya), una supraestructura de la Fundación Rockefeller encargada de financiar una treintena de asociaciones atlantistas europeas con fondos de la CIA y posteriormente de la NED.

Es por tanto con dinero de los servicios secretos estadounidense que se organizaron las cenas mensuales en las que personalidades del mundo universitario se reunían con los patronos del CAC 40 (la Bolsa de París) alrededor de los directores de medios de prensa como revistas como Études, Esprit, la radio Europe 1, las publicaciones L’Expansion, L’Express, Le Figaro, Libération, Le Matin de Paris, Le Monde, el canal de televisión M6, el semanario Le Nouvel Observateur, la RTL y periodistas estrellas de las televisiones Antenne2 y TF1.

En los años 1990, cuando el sociólogo británico Anthony Giddens lanzó la «Tercera Vía» para adaptar la retórica socialista a la economía de mercado, la Fondation Saint-Simon celebró entusiasmada aquel acto de prestidigitación impulsado por el presidente estadounidense Bill Clinton y el primer ministro británico Tony Blair.

Anne Sinclair, periodista estrella de la televisión francesa TF1 y miembro de la Fondation Saint-Simon, acompañada de su amigo Jacques Delors, candidato oficial de esa Fundación a la presidencia de la República Francesa.



1993: la operación de Jacques Delors, 
y Martine Aubry
En 1993, los miembros de la Fondation Saint-Simon decidieron presentar su propio candidato a la presidencia de Francia: el entonces presidente de la Comisión Europea Jacques Delors. Simultáneamente, prepararon también el ascenso de la hija de su candidato, la ministra del Trabajo Martine Aubry, para convertirla en primer ministro de Delors.

El entonces socialista Jacques Delors había iniciado su carrera política en la derecha, en el gabinete del primer ministro Jacques Chaban-Delmas. Martine Aubry, entonces socialista, había hecho su debut como responsable de Relaciones Públicas del grupo industrial Pechiney, cuyo director, Jean Gandois, se convertirá en jefe del sindicato de patronos de Francia.

Mientras los medios de prensa cuyos directores eran miembros de la Fondation Saint-Simon comenzaban a cantar loas a la gloria de Jacques Delors y de su hija Martine Aubry, el tesorero de la fundación, Alain Minc, creaba, en los locales de la propia fundación, 2 organizaciones diferentes: 
—la Asociación Nacional de Empresas por la Inserción (ANEI), para implicar grandes empresas en la campaña electoral de Delors;
—y la Asociación de Amigos de la Fundación Actuar Contra la Exclusión (FACE), para financiar el ascenso de Martine Aubry.

Después del fracaso de François Bayrou en el congreso de los demócrata-sociales (CDS), Jacques Delors se da cuenta de que resulta imposible crear una nueva mayoría que reúna a socialistas y centristas. Renuncia entonces a presentarse a la elección presidencial. La ANEI es disuelta y sus fondos se transfieren a la FACE.

El programa político de la Fondation Saint-Simon del padre y la hija —Jacques Delors y Martine Aubry— consistía en convertir a Francia en el pilar de la Unión Europea. Preveía transformar Francia en el «hub» europeo desarrollando los transportes por carretera transversales y basar la economía en un incremento de la mano de obra. Para eso resultaba conveniente mantener la incorporación de las mujeres al trabajo y aumentar la inmigración. Para contener el desempleo, durante el periodo de transición, sería necesario disminuir el tiempo de trabajo.

Ese programa llegó a aplicarse parcialmente, más tarde, bajo el gobierno de Lionel Jospin, aunque la coyuntura internacional ya había cambiado. En 1998 y en el año 2000, Francia adoptó la semana laboral de 35 horas, en contra de la opinión de los patronos que habían apoyado esa medida en 1993-1995 y aumentó la inmigración laboral.

Pero el resultado fue contrario al que se esperaba en 1993: el desempleo creció inexorablemente. Mantener las mujeres en el trabajo planteó nuevos problemas en materia de jardines de infancia o guarderías infantiles, de tiempo de trabajo de los niños en las escuelas y, finalmente, de reducción del nivel de los alumnos. En ese contexto, la presencia masiva de inmigrantes desestabilizó el sistema social en su conjunto.


1995: la operación Juppé-Notat, 
para la reforma de las jubilaciones

El proyecto de ley del primer ministro de derecha Alain Juppé sobre la reforma de la jubilación contó con el apoyo de la revista Esprit y la CFDT (sindicato de izquierda), bajo la coordinación de la Fondation Saint-Simon.

Fue durante aquella campaña cuando el sociólogo Alain Touraine emergió como portavoz de los miembros de esa fundación.

Sin embargo, ante las gigantescas huelgas de diciembre de 1995, hubo que retirar el proyecto de ley. Víctima de su fracaso, la Fondation Saint-Simon no tardó en disolverse.


2000: el Instituto Montaigne

En el año 2000, el grupo asegurador AXA creó el Instituto Montaigne, un nuevo laboratorio de ideas. El instituto publicó rápidamente un trabajo colectivo de personalidades universitarias y jefes de empresas titulado Le Courage de réformer («La valentía de reformar»). Posteriormente nombró como director al periodista Philippe Manière. Este último fue formado por la Fundación Rockefeller en el Centro Bellagio, sede del Hague Club.

El Instituto Montaigne milita a favor de reformas económicas y sociales idénticas a las que pretendía implantar la Fondation Saint-Simon. En 2004, este instituto redacta la Charte de la diversité en entreprise («Carta de la diversidad en la empresa»), que recibe de inmediato el respaldo de la FACE y que ha sido adoptada actualmente por numerosos grupos. En 2012, publica un segundo libro colectivo, Réformer par temps de crise («Reformar en tiempos de crisis»). Después de la salida de Claude Bébéar de la dirección de AXA, su sucesor a la cabeza del grupo asegurador, Henri de Castries, se convierte en presidente del instituto.

Otra vez Anne Sinclair, pero ahora con su esposo, Dominique Strauss-Kahn, candidato no oficial de Terra Nova a la presidencia de Francia.



2008: Terra Nova

En 2008, Olivier Ferrand, colaborador de Dominique Strauss-Kahn, crea la asociación Terra Nova utilizando locales prestados por Henry Hermand. Este nuevo laboratorio de ideas introduce la modernidad estadounidense en la vida económica, social y política de Francia. Su funcionamiento sigue el modelo del Progressive Policy Institute creado por Bill Clinton y el senador estadounidense sionista Joseph I. Lieberman.

Como antes sucedió entre la Fondation Saint-Simon y el banco Crédit Lyonnais, Terra Nova mantiene estrechas relaciones con varios bancos, principalmente con Rothschild & Co.

En 2011, Terra Nova organizó la primera elección primaria para designar el candidato del Partido Socialista a la elección presidencial, con ayuda de la National Endowment for Democracy (NED) que incluso envió a París a su especialista Tom McMahon. El objetivo era lograr que otros partidos, además del Partido Socialista, adoptaran como candidato único a Dominique Strauss-Kahn, para garantizar que este lograra pasar a la segunda vuelta de la elección presidencial y ganarla. «DSK», entonces director del Fondo Monetario Internacional (FMI), se encargaría de implicar a los franceses en la globalización.

Pero Strauss-Kahn es arrestado en Estados Unidos poco antes de las primarias y Martine Aubry toma su lugar. La hija de Jacques Delors pasa a la segunda vuelta de las primarias socialistas, donde es derrotada por François Hollande.

Después del fallecimiento de Olivier Ferrand, secretario general de la CFDT, François Chérèque pasa a ocupar la presidencia de Terra Nova.

Mejor que Bill Clinton Y Tony Blair, Emmanuel Macron, es el yerno ideal


2016: la operación Emmanuel Macron

Este largo preámbulo permite entender la operación Emmanuel Macron.

A su salida de la ENA, Emmanuel Macron inicia su carrera, en 2004, en el gabinete de Jean-Pierre Jouyet. Este último es un ex-colaborador de Roger Fauroux —el presidente de la Fondation Saint-Simon— y de Jacques Delors —quien había sido el candidato de la fundación a la presidencia de Francia. Jouyet será ministro del presidente Nicolas Sarkozy, pero luego se convierte en secretario general de la presidencia de la República bajo el presidente socialista François Hollande.

Emmanuel Macron pasa entonces cierto tiempo en el banco Rothschild & Co, antes de convertirse en miembro del equipo del presidente Hollande como adjunto de Jean-Pierre Jouyet, reemplazando en esa función a Francois Perol, otro gerente asociado de Rothschild & Co.

En 2006, Emmanuel Macron entra al Partido Socialista y se hace miembro de la Fundación Jean-Jaures, cuyo financiamiento garantizan parcialmente los trotskistas neoconservadores de la NED. En 2007, se une también un grupo de ex-patronos y altos funcionarios llamado Les Gracques, reunido alrededor de Jean-Pierre Jouyet. Esa asociación trata de organizar una alianza entre el Partido Socialista y los centristas.

En 2012, Macron se convierte en Young leader de la French-American Foundation, en la que aparecen como administradores Philippe Manière (director del Instituto Montaigne) y Alain Minc (tesorero de la Fondation Saint-Simon). Recomendado por el propio Alain Minc, Macron se convierte también en Research Fellow en la London School of Economics, cuando sale del Elíseo, en 2014.

En mayo-junio de 2014, Emmanuel Macron es invitado a la reunión anual del Grupo de Bilderberg. En el orden del día aparecían tanto el intercambio de información de inteligencia entre Estados como la estructura del Medio Oriente ampliado posterior a las «primaveras árabes». Cabe recordar que el Grupo de Bilderberg fue creado al margen de la OTAN, que garantiza directamente la seguridad de sus encuentros sin importar en qué país se reúna. El presidente actual del Grupo de Bilderberg es el francés Henri de Castries, presidente-director general del grupo asegurador AXA y presidente del Instituto Montaigne.

En 2016, Macron crea su propio partido, En Marche!, en los locales del Instituto Montaigne y con ayuda de Henry Hermand –uno de los principales mecenas de la Fondation Saint-Simon y más tarde de Terra Nova [4]. Después de dar amplias explicaciones al respecto, Henry Hermand fallece en noviembre de 2016, a la edad de 92 años.

La originalidad del partido de Macron es que, durante sus 8 primeros meses de existencia, sólo tiene un candidato a la elección presidencial… sin programa ni proposiciones.

Pero eso no impide que le aporten su apoyo todo tipo de personalidades que evidentemente no necesitaban que les explicaran lo que ya sabían: el programa de Macron es el que ya tenían Jacques Delors y Dominique Strauss-Kahn.

Si bien la candidatura de Jacques Delors apuntaba a hacer de Francia el pilar de la Unión Europea, la de Emmanuel Macron —como antes la de Dominique Strauss-Kahn— pretende hacer entrar a los electores —ya nadie se atreve a decir «los franceses» en la globalización. El apoyo que aportan los medios de difusión resulta ahora más fácil que hace dos décadas debido a su concentración en unas pocas manos y al hecho que los 6 principales patrones de la prensa son favorables a la globalización.

Siendo ya Macron candidato a la presidencia, Martine Aubry renuncia esta vez a participar en la elección primaria del Partido Socialista. En febrero de 2017, Francois Bayrou, el hombre que no pudo lograr que los demócrata-sociales apoyaran a Jacques Delors, anuncia su respaldo a Emmanuel Macron.

Así es como se vende algo viejo haciendo creer que es nuevo.

Año tras año, los franceses celebran la fiesta del «beaujolais nouveau» y vuelven después a sus ocupaciones de siempre porque, contrariamente a la «France éternelle» de Charles De Gaulle, ese vinito puede parecer agradable... pero no se conserva.

DESDE ITALIA, EL ATAQUE CONTRA SIRIA

Manlio Dinucci observa el unanimismo de los dirigentes occidentales y de las élites «progresistas» en el respaldo de la guerra contra Siria. Todos los países de la OTAN están dispuestos a violar el derecho internacional y a sembrar la muerte en nombre de algo que Occidente llama «el Bien» y que les exige salvar a los civiles de las hipotéticas armas químicas de Asad. El problema es que, según las pruebas existentes, hasta ahora los únicos que han usado armamento químico son precisamente los yijadistas, que cuentan con apoyo de… los miembros de la OTAN.

La almirante estadounidense Michelle Howard

Después del ataque con misiles que Estados Unidos perpetró contra Siria, el ministro de Exteriores italiano, Angelino Alfano, declaró que Italia está preocupada por la «seguridad y la estabilidad de la región mediterránea». Los hechos muestran de qué manera contribuye Italia a preservarlas.

—El USS Porter y el USS Ross, los dos navíos de guerra estadounidenses que atacaron la base aérea siria de Shayrat, pertenecen a la Sexta Flota, que tiene su base principal en Gaeta (Italia).
—La Sexta Flota estadounidense depende del Mando de las Fuerzas Navales de Estados Unidos en Europa, cuyo cuartel general está en Nápoles-Capodichino (Italia).
—Ese mando, que dirigió desde Nápoles el ataque ordenado por el presidente Trump, está bajo las órdenes de la almirante Michelle Howard, quien tiene también bajo su mando la Fuerza Conjunta de la OTAN, cuyo cuartel general está en Lago Patria (Nápoles, Italia).
—La operación estadounidense de guerra contra Siria contó con apoyo de las bases estadounidenses de Sicilia (Italia). La Base Aérea de Sigonella y la estación del sistema de transmisiones navales MUOS que se halla en Niscemi.
—A esas dos bases se agrega el concurso de la base de Augusta, también en Sicilia (Italia), instalación donde los navíos de la Sexta Flota estadounidense y los de la OTAN se abastecen en combustible y municiones, incluyendo los misiles crucero Tomahawk utilizados contra Siria.

El USS Porter y el USS Ross disponen de lanzaderas verticales Aegis, dotadas de misiles interceptores como los ya instalados en la base terrestre de Deveselu, en Rumanía, que se instalarán también en otra base, actualmente en construcción, en Polonia. Esos dos barcos son parte del llamado «escudo antimisiles» que Estados Unidos está desplegando en Europa, evidentemente orientado contra Rusia. Pero, según la documentación de su constructor Lockheed Martin, las lanzaderas Aegis son capaces de disparar «misiles para todo tipo de misiones, como los misiles crucero Tomahawk».

No hay que olvidar que los «Tomahawk» también pueden llevar ojivas nucleares y que, por orden del Mando de Nápoles, los cuatro ACS (estadounidenses) desplegados en la base española de Rota, en el Atlántico, realizan rotaciones en el Mar Negro y el Báltico, en aguas muy cercanas a Rusia. Antes del ataque contra Siria, el USS Porter incluso había participado en un ejercicio en el Mar Negro.

Por su parte, el ministro italiano de Exteriores calificó el ataque estadounidense contra Siria de «acción militar proporcionada en sus plazos como en su modo de acción, como disuasión a ulteriores utilizaciones de armas químicas por parte de Asad». Y convocó en Lucca, en paralelo al G7 «de Exteriores», a «una reunión especial para reactivar el proceso político sobre Siria, [reunión] ampliada a los ministros de Exteriores de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Turquía y Jordania». O sea, precisamente los mismos países que, como parte de la red internacional organizada por la CIA, han aportado miles de millones de dólares, armamento, bases de entrenamiento y vías de tránsito a los grupos terroristas —incluyendo el Emirato Islámico (Daesh)— que desde hace años operan en Siria en contra de la República.

Es precisamente en momentos en que está fracasando esta operación, en la que Italia participa a través de los «Amigos de Siria», y en que estaba a punto de iniciarse una negociación para poner fin a la guerra, cuando se acusa al gobierno sirio de haber perpetrado una masacre de civiles, incluyendo numerosos niños, mediante un ataque químico deliberado, e incluso se afirma que Rusia respalda ese acto.

Una extensa documentación —que el profesor Michel Chossudovsky presenta en el sitio web Global Research— demuestra, por el contrario, que es el Pentágono, a partir de 2012 y a través de varios intermediarios, quien garantiza armas químicas y el entrenamiento requerido para utilizarlas a diversos grupos terroristas que operan en Siria. Y esos grupos han utilizado ese armamento, como pudo demostrarlo en 2013 la comisión investigadora de la ONU encabezada por Carla Del Ponte.

Pero Italia prefiere ignorar esas pruebas cuando, para «reactivar el proceso político sobre Siria», convoca precisamente a los países más implicados en el intento de destruir el Estado sirio.

Eso es lo que sucede mientras que la almirante estadounidense Michelle Howard, después de haber dirigido el ataque contra Siria desde el cuartel general de Nápoles —puente de mando del portaaviones «Italia»—, define esa agresión como «ejemplo de nuestra fuerza y capacidad de proyectar poderío en el mundo entero».

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195964.html

RUSIA ESTÁ LISTA PARA UNA GUERRA NUCLEAR


Ante el ataque que Estados Unidos perpetró el 6 de abril de 2017 contra un Estado soberano que es miembro de pleno derecho de la Organización de Naciones Unidas —Siria— las fuerzas armadas de la Federación Rusa han recibido nuevo armamento nuclear.

A la luz del derecho internacional, el ataque unilateral que Estados Unidos perpetró contra Siria constituye un crimen internacional.

El 96% de la triada nuclear rusa se halla en disposición operativa permanente y el 60% de esa triada dispone de bombas atómicas de última generación.

Es importante recordar que sólo 4 países (China, Estados Unidos, la India y Rusia) disponen de lo que se conoce como la «triada nuclear», o sea la capacidad de emprender un ataque nuclear con el uso simultáneo de rampas de lanzamiento terrestres, bombarderos aéreos y submarinos, equipados todos con armas nucleares.

Francia no dispone de su antigua triada nuclear desde que el presidente Jacques Chirac cerró, en 1996, los silos terrestres de lanzamiento de misiles atómicos emplazados en la meseta de Albión.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195973.html

12 DE ABRIL DE 2017: EL MUNDO ESTÁ DE NUEVO AL BORDE DE LA GUERRA.

La Casa Blanca se alinea finalmente junto a la coalición de los neoconservadores alrededor del Reino Unido y de varias grandes transnacionales. Estados Unidos retoma la política imperialista que había adoptado en 1991 y reactiva la OTAN. La ruptura con Rusia y China se consumó el 12 de abril de 2017. El mundo se halla nuevamente al borde de la guerra nuclear.


En dos semanas de intensa lucha en el seno de la administración Trump, Estados Unidos atacó ilegalmente la base aérea de Shayrat, en Siria, y multiplicó posteriormente las señales contradictorias antes de mostrar sus cartas. En definitiva, Washington vuelve a su política imperialista.

En menos de 2 semanas, la administración Trump defendió 7 posiciones diferentes sobre la República Árabe Siria.

Estados Unidos realizó otro importante cambio de posición el 12 de abril de 2017.

Al mismo tiempo, el secretario de Estado Rex Tillerson viajaba a Moscú para intentar un último acercamiento pacífico mientras que el Consejo de Seguridad de la ONU se reunía en Nueva York y tomaba nota del enfrentamiento y el presidente Trump volvía a lanzar la OTAN contra Rusia.

El consejero especial del presidente Trump, Steve Bannon, y su adjunto, Sebastian Gorka se preparaban para correr la misma suerte que el general Michael Flynn mientras que la prensa que anteriormente defendió a Trump hacía un balance de las actividades de los tres. Según los rumores, Jared Kushner, el yerno del presidente, es el único que goza ahora de verdadera influencia sobre Donald Trump, información que por el momento no es verificable.

Parece que la Casa Blanca ha modificado su posición bajo la influencia de los británicos, empeñados en preservar a toda costa el sistema yijadista que ellos mismos crearon. El ministro británico de Exteriores Boris Johnson se apoyó en los dirigentes europeos que se habían dejado convencer por los neoconservadores durante la Conferencia de Munich, el 19 de febrero.

Para justificar la agresión contra un Estado soberano miembro de la ONU, Rex Tillerson pudo referirse solamente a una síntesis de los servicios de «inteligencia» estadounidenses sobre el ataque químico de Jan Sheijun. Pero esa síntesis no presenta ningún indicio que permita sospechar de Siria sino que se limita a mencionar la existencia de información clasificada para terminar con una exhortación a derrocar el «régimen».

El carácter irreversible de ese brusco cambio de actitud se hace patente en el proyecto de resolución que presentó la OTAN al Consejo de Seguridad de la ONU, que se ganó un nuevo veto ruso. Presentado en Occidente como un simple pedido de investigación neutral sobre el ataque químico de Jan Sheijun, ese proyecto de resolución en realidad estipulaba que la fuerza aérea de Siria tendría que ponerse bajo control del número 2 de la jerarquía atlántica, el estadounidense Jeffrey Feltman. Este ex-adjunto de Hillary Clinton es el autor de un plan de capitulación total e incondicional de Siria.

El texto del proyecto de resolución presentado el 12 de abril retoma el contenido del borrador presentado el 6 de abril, sin que Estados Unidos llegasen a someterlo a votación en aquel momento. Ese texto no tiene en cuenta el intento de mediación de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, que trataron de volver a un pedido normal de investigación por parte de la ONU.

El intento tendiente a poner la fuerza aérea de la República Árabe Siria bajo control de la ONU reedita la táctica aplicada contra Serbia hace 19 años, en 1998, hasta el momento de la intervención ilegal de la OTAN.

El presidente Donald Trump culminó su cambio de postura al recibir en la Casa Blanca al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. En una conferencia de prensa conjunta, Trump dijo que ya no cree que la alianza atlántica sea obsoleta, agradeció su respaldo contra Siria y dijo que se dispone a trabajar en estrecha coordinación con sus aliados.

En respuesta, Rusia anunció que acaba de actualizar el 60% de su fuerza nuclear y que está lista para la guerra.

Nos hallamos así de vuelta en el mismo punto de hace 6 meses, cuando los Estados Unidos de Barack Obama se negaban a trabajar con China, Rusia y sus aliados: la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). Washington se disponía entonces a dividir el mundo en dos partes completamente separadas, que ya no tendrían contacto alguno entre sí.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195982.html#nh10

¿DE VERDAD CAMBIÓ TRUMP DE «CHAQUETA»?

Las cancillerías y la prensa aseguran que el presidente Trump ha cambiado su política y que traicionó a sus electores al aceptar la renuncia del general Flynn y con el bombardeo contra la base aérea siria de Shairat. Por su parte, Thierry Meyssan expone una serie de incoherencias que hacen pensar lo contrario: la agresión militar estadounidense contra Siria podría en realidad estar dirigida contra los aliados de Washington.

Michael T. Flynn y su amigo Sebastian Gorka muestran cada uno el libro del otro. El general Michael Flynn, representante de la política anti-yijadistas, se vio obligado a renunciar a sus funciones como consejero de seguridad nacional. Sebastian Gorka se mantiene como consejero adjunto del presidente Trump. Según Gorka, las apariencias del bombardeo de Shairat disimulan la realidad en cuanto a la política actual de la Casa Blanca.

Después de ser presidente electo de Estados Unidos gracias a un programa tendiente a poner fin al imperialismo y a servir los verdaderos intereses de su pueblo, ¿es posible que Donald Trump haya cambiado bruscamente de chaqueta, sólo 3 meses después de su llegada a la Casa Blanca?

Esa es la interpretación ultramayoritaria del bombardeo del 6 de abril de 2017 contra la base siria de Shairat. Todos los aliados de Estados Unidos han aprobado esa acción en nombre de supuestos principios humanitarios. Todos los aliados de Siria la condenaron en nombre del Derecho Internacional.

Sin embargo, durante el debate en el Consejo de Seguridad de la ONU, el representante del secretario general de Naciones Unidas no apoyó el argumento de un ataque químico supuestamente perpetrado por Damasco. Ese funcionario de la ONU resaltó, por el contrario, que era por el momento imposible saber cómo pudo tener lugar ese ataque. El representante de Bolivia incluso puso en duda la existencia misma de ese incidente químico, reportado únicamente por los White Helmets, o «Cascos Blancos», que no son otra cosa que un grupo de al-Qaeda que el MI6 británico utiliza para cubrir sus necesidades en materia de propaganda contra Siria. En todo caso, todos los expertos militares subrayan que los gases de combate se utilizan mediante disparos de obuses pero nunca, absolutamente nunca, mediante bombardeos aéreos.

Como quiera que sea, el ataque estadounidense contra la base siria de Shayrat se caracterizó por su aparente brutalidad: los 59 misiles BGM-109 Tomahawk utilizados representaban una potencia total equivalente a casi 2 bombas atómicas como la de Hiroshima. Pero el ataque se caracterizó también por su ineficacia: aunque hubo mártires que murieron tratando de apagar un incendio, los daños fueron muy poco importantes, tanto que al día siguiente la base ya estaba funcionando nuevamente.

O sea, la US Navy es un «tigre de papel» o esta operación no fue más que una puesta en escena.

De ser así, sería más fácil entender por qué la defensa antiaérea rusa no reaccionó, ya que esa ausencia de reacción implicaría que los sistemas de misiles antiaéreos rusos S-400 —cuyo funcionamiento es automático— habían sido voluntariamente desactivados antes del ataque.

Todo se desarrolló como si la Casa Blanca hubiese imaginado una artimaña cuyo objetivo final sería arrastrar a sus aliados a una guerra contra los responsable de los ataques con armas químicas, o sea contra los yijadistas. En efecto, hasta ahora, según Naciones Unidas, los únicos casos realmente comprobados de uso de ese tipo de arma en Siria e Iraq son los que se atribuyen a los yijadistas.

Durante los 3 últimos meses, Estados Unidos rompió con la política del republicano George Bush hijo —quien firmó la declaración de guerra contra Siria contenida en el texto de la Syrian Accountablity Act y del demócrata Barack Obama quien respaldó la «primavera árabe», o sea la reedición de la «Gran Revuelta Árabe», organizada por los británicos en 1916. Pero Donald Trump no había logrado convencer a sus aliados —principalmente a los alemanes, británicos y franceses— para modificar esa política.

Aprovechando lo que parece ser un cambio radical de la política de la Casa Blanca, Londres ha multiplicado sus declaraciones contra Siria, Rusia e Irán. El ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, incluso canceló su visita a Moscú.

Pero, si Washington ha cambiado de política, ¿por qué, haciendo exactamente lo contrario que su homólogo británico, el secretario de Estado Rex Tillerson confirma su próximo viaje a Moscú?

¿Y por qué el presidente chino Xi Jinping, quien se hallaba precisamente con su homólogo estadounidense durante el bombardeo contra la base aérea siria de Shairat, reaccionó tan pasivamente a pesar de que China ha hecho uso 6 veces de su derecho al veto en el Consejo de Seguridad para proteger a Siria?

En medio de este unanimismo oratorio y de tantos hechos contradictorios, el consejero adjunto del presidente Trump, Sebastian Gorka, multiplica además los mensajes en sentido opuesto. Gorka asegura que la Casa Blanca sigue considerando al presidente Asad como legítimo y a los yijadistas como el enemigo a liquidar. Sebastian Gorka es un amigo muy cercano del general Michael Flynn, quien había concebido el plan de Trump contra los yijadistas en general y, en particular, contra el Emirato Islámico (Daesh).

Fuente: http://www.voltairenet.org/article195919.html