115 MENTIRAS SOBRE LOS ATENTADOS DEL 11-S

Sigue sin haber una versión oficial sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. No se ha abierto investigación judicial alguna sobre los propios atentados ni la menor investigación parlamentaria. No hay más que una versión gubernamental recogida en un informe presentado por una comisión presidencial. El profesor David Ray Griffin, autor de una obra de referencia en la que estudia ese informe, encontró en ese texto 115 mentiras aquí enumeradas.

Derrumbe del edificio #7 del World Trade Center Este edificio no fue impactado por ningún avión y su derrumbe presenta las características de una demolición controlada. La comisión investigadora ni siquiera abordó el tema. 

Para cada mentira nos referiremos a los análisis que hace el profesor David Ray Griffin en su obra Omisiones y manipulaciones de la Comisión Investigadora. Las cifras que aparecen entre paréntesis se refieren a las páginas de la edición original estadounidense de ese libro.

1. Omisión de la prueba de que por lo menos seis de los supuestos secuestradores aéreos (entre ellos Walid al-Shehri, acusado por la Comisión de haber apuñalado a una azafata del Vuelo 11 de American Airlines antes del choque del avión contra la torre norte del World Trade Center) están vivos actualmente (19-20).

2. Omisión de pruebas sobre Mohamed Atta (como su pronunciada inclinación por la bebida, por la carne de puerco y las exhibiciones eróticas privadas) que contradicen las afirmaciones de la Comisión de que Atta se había convertido en un fanático religioso (20-21).

3. Confusión voluntariamente creada alrededor de las pruebas que demuestran que Hani Hanjour era tan mal piloto que nunca hubiera sido capaz de lograr estrellar un avión de pasajeros contra el Pentágono (21-22).

4. Omisión del hecho que las listas de pasajeros (flight manifests) que se hicieron públicas no contenían ningún nombre árabe (23).

5. Omisión del hecho que nunca, ni antes ni después del 11 de septiembre, se ha visto que un incendio haya provocado el desplome total de un edificio con estructura de acero (25).

6. Omisión del hecho que los incendios de las Torres Gemelas no fueron ni extremadamente extensos ni especialmente intensos y que ni siquiera duraron mucho tiempo comparados con otros incendios ocurridos en rascacielos (con estructuras) similares sin que estos últimos se desplomaran (25-26).

7. Omisión del hecho que, dada la hipótesis que el incendio provocó los derrumbes, la torre sur, que fue golpeada después que la torre norte y afectada por un incendio de menor intensidad, no debería haber sido la primera en desplomarse (26).

8. Omisión del hecho que el edificio #7 del World Trade Center (contra el cual no se estrelló ningún avión y que sólo sufrió pequeños incendios muy localizados) también se desplomó, hecho sobre el cual la Agencia Federal para el Manejo de Situaciones de Emergencia (FEMA) confesó que no podía ofrecer ninguna explicación (26).

9. Omisión del hecho que el derrumbe de las Torres Gemelas (y el del edificio #7) presenta al menos diez características de haber sido producto de una demolición controlada (26-27).

10. Afirmación según la cual el núcleo de la estructura de cada una de las Torres Gemelas era «un pozo de acero vacío», afirmación que niega la presencia de 47 columnas de acero macizo que eran en realidad el centro de cada torre. Según la teoría del «apilamiento de pisos» (the «pancake theory») que explica los derrumbes, varias decenas de metros de esas columnas de acero macizo debieran haber quedado en pie (27-28).

11. Omisión de la declaración de Larry Silverstein [el propietario del WTC], declaración según la cual el propio Silverstein en coordinación con los bomberos decidió «demoler» ―en lenguaje técnico (to «pull»)― el edificio #7 (28).

12. Omisión del hecho que el acero de los edificios del WTC fue rápidamente recogido del lugar de los hechos y enviado al extranjero por vía marítima ANTES de que pudiera ser analizado en busca de huellas de explosivos (30).

13. Omisión del hecho que el edificio #7 había sido evacuado antes de su derrumbe, luego la razón que se dio oficialmente para acelerar lo más posible la recogida del acero [en aquel lugar] (porque podía haber sobrevivientes bajo los escombros) no tenía ningún sentido en el caso de este edificio (30).

14. Omisión de la declaración del alcalde R. Giuliani quien dijo que se le advirtió de antemano que el WTC iba a derrumbarse (30-31).

Giuliani (derecha) en la Zona Cero tras los ataques del 9/11, con el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, una verdadera alimaña.

15. Omisión del hecho que Marvin Bush, hermano del presidente estadounidense, y su primo Wirt Walker III eran los directores de la compañía encargada de garantizar la seguridad del WTC (31-32).

16. Omisión del hecho que el ala oeste del Pentágono, [la misma que fue impactada el 11 de septiembre], era precisamente, por diversas razones, la que menos posibilidades tenía de ser blanco de los terroristas de al-Qaeda (33-34).

17. Omisión de toda discusión tendiente a determinar si los daños que sufrió el Pentágono correspondían realmente con los daños que podría haber provocado el impacto de un Boeing 757 desplazándose a varios cientos de kilómetros por hora (34).

18. Omisión del hecho que existen fotos que demuestran que la fachada del ala oeste no se derrumbó hasta 30 minutos después del impacto y que el orificio de entrada es demasiado pequeño para el diámetro de un Boeing 757 (34).

19. Omisión de todo testimonio contradictorio sobre la presencia o la ausencia de pedazos visibles de un Boeing 757, ya sea dentro o fuera del Pentágono (34-36).

20. Ausencia total de discusión tendiente a determinar si el Pentágono disponía de un sistema de defensa antimisiles capaz de derribar un avión de pasajeros, aún cuando la Comisión sugirió que los terroristas de al-Qaeda decidieron no atacar una central nuclear precisamente porque pensaron que esta dispondría de ese tipo de defensa (36).

21. Omisión del hecho que las imágenes provenientes de diferentes cámaras (incluyendo las de la gasolinera que se encuentra frente al Pentágono, confiscadas por el FBI inmediatamente después del impacto) podrían ayudar a determinar qué fue realmente lo que impactó el Pentágono (37-38).

22. Omisión de la alusión del secretario de Defensa D. Rumsfeld a «un misil [utilizado] para golpear [el Pentágono]» (39).

23. Aprobación aparente de la respuesta, totalmente insatisfactoria, a la pregunta tendiente a saber por qué los agentes del Servicio Secreto permitieron que el presidente Bush permaneciera en la escuela de Sarasota cuando, según la versión oficial, deberían haber pensado que un avión secuestrado podía tener esa misma escuela como blanco (41-44).

24. Fracaso en explicar por qué el Servicio Secreto no pidió una escolta de aviones de caza para [el avión presidencial] Air Force One (43-46).

25. Afirmaciones según las cuales en el momento en que el cortejo presidencial llegó a la escuela [de Sarasota], ninguno de los asistentes sabía que varios aviones habían sido secuestrados (47-48).

26. Omisión del informe según el cual el secretario de Justicia John Ashcroft había recibido una advertencia para que dejara de viajar en líneas aéreas comerciales antes del 11 de septiembre (50).

John Ashcroft

27. Omisión de la afirmación de David Schippers de que, basándose en informaciones provenientes de agentes del FBI sobre posibles ataques en el sur de Manhattan, él había tratado infructuosamente de transmitir dicha información al secretario de Justicia John Ashcroft durante las 6 semanas anteriores al 11 de septiembre (51).

28. Omisión de toda mención sobre el hecho que agentes del FBI afirmaron tener conocimiento de los blancos y fechas de los ataques [terroristas] mucho antes de los hechos (51-52).

29. Afirmación, mediante una refutación circular que da la cuestión por resuelta, de que el desacostumbrado volumen de compras de acciones en baja antes del 11 de septiembre no implica que los compradores supieran de antemano que los ataques iban a producirse (52-57).

30. Omisión de los informes según los cuales el alcalde [de San Francisco] Willie Brown y ciertos responsables del Pentágono fueron advertidos de que no debían tomar el avión del 11 de septiembre (57).

31. Omisión del informe según el cual Osama bin Laden, que ya en aquel entonces era el criminal más buscado por Estados Unidos, fue atendido en julio de 2001 por un doctor useño en el hospital useño de Dubái y que recibió allí la visita de un agente local de la CIA (59).

32. Omisión de los artículos que sugieren que, después del 11 de septiembre, el ejército useño permitió deliberadamente la fuga de Osama bin Laden (60).

33. Omisión de informes, entre ellos el que reportaba la visita del jefe de los servicios de inteligencia de Arabia Saudita a Osama bin Laden en el hospital de Dubái, que entran en contradicción con la versión oficial de que la familia de Bin Laden y su país han renegado de este (60-61).

34. Omisión del resumen de Gerald Posner sobre el testimonio de Abu Zubaydah, según el cual tres miembros de la familia real saudita (que murieron los tres misteriosamente con sólo 8 días de intervalo) estaban financiando a al-Qaeda y conocían de antemano la realización de los ataques del 11 de septiembre (61-65).

Posner in 2013 en Miami

35. Desmentido de la Comisión sobre el descubrimiento de una prueba del financiamiento de los sauditas a al-Qaeda (65-68).

36. Desmentido de la Comisión sobre el descubrimiento de una prueba que demuestra que dinero perteneciente a la esposa del príncipe Bandar, la princesa Haifa, fue entregado a agentes de al-Qaeda (69-70).

37. Desmentido, que simplemente ignoró la diferencia existente entre vuelos privados y vuelos comerciales, sobre el hecho que el vuelo privado en el que varios sauditas viajaron el 13 de septiembre desde Tampa hasta Lexington violó los reglamentos sobre el espacio aéreo establecidos en aquella fecha (71-76).

38. Desmentido sobre la autorización extendida a varios sauditas para que salieran del territorio de USA poco después del 11 de septiembre sin que esas personas fuesen sometidas a una investigación apropiada (76-82).

39. Omisión de la prueba que demuestra que el príncipe Bandar obtuvo una autorización especial de la Casa Blanca para los vuelos de los sauditas (82-86).

40. Omisión de la afirmación de Coleen Rowley según la cual responsables del Cuartel General del FBI habían visto el memo de Phoenix del agente Kenneth Williams (89-90).

41. Omisión del hecho que el agente del FBI en Chicago Robert Wright, Jr. afirma que el Cuartel General del FBI cerró su investigación sobre una célula terrorista y trató posteriormente de intimidarlo para impedir que publicara un libro en el que relata sus experiencias (91).

42. Omisión de la prueba que demuestra que el Cuartel General del FBI saboteó el intento de Coleen Rowley y de otros agentes [del FBI] de Minneapolis de obtener una orden de búsqueda para conseguir la computadora de Zacarias Moussaoui (91-94).

43. Omisión de las tres horas y media de testimonio que prestó ante la Comisión la ex-traductora del FBI Sibel Edmonds que, según una carta que ella misma hizo pública y que dirigió al presidente [de la Comisión] Kean, revelaba serias disimulaciones por parte de responsables del FBI en relación con el 11 de septiembre y dentro del propio Cuartel General del FBI (94-101).

Sibel Edmonds

44. Omisión del hecho que el general Mahmud Ahmed, jefe del ISI [los Servicios de Inteligencia pakistaníes], se encontraba en Washington una semana antes del 11 de septiembre y que se reunió allí con el director de la CIA, George Tenet, así como con otros altos responsables estadounidenses (103-04).

45. Omisión de la prueba que demuestra que Ahmed, el jefe del ISI [los Servicios de Inteligencia pakistaníes] ordenó el envío de 100.000 dólares a Mohamed Atta antes del 11 de septiembre (104-07).

46. Afirmación de la Comisión de que no encontró prueba alguna de que algún gobierno extranjero, incluyendo al de Pakistán, haya financiado a agentes de al-Qaeda (106).

47. Omisión del informe según el cual la administración Bush presionó a Pakistán para que Ahmed fuese destituido de su cargo de jefe del ISI después de la divulgación de la información que revelaba que este había ordenado el envío de dinero del ISI a Mohamed Atta (107-09).

48. Omisión de la prueba que el ISI (y no sólo al-Qaeda) se encontraba detrás del asesinato de Ahmad Sah Masud (el comandante de la Alianza del Norte en Afganistán) que se produjo precisamente después de un encuentro que duró una semana entre responsables de la CIA y del ISI (110-112).

49. Omisión de la prueba que demuestra que el ISI está implicado en el secuestro y posterior asesinato de Daniel Pearl, periodista del Wall Street Journal (113).

50. Omisión del informe de Gerald Posner según el cual Abu Zubaydah afirmó que un oficial militar pakistaní, Mushaf Ali Mir, que mantenía estrechos vínculos con el ISI y con al-Qaeda sabía de antemano de los ataques del 11 de septiembre (114).

51. Omisión de la predicción que hizo, en 1999, Rajaa Gulum Abbas, agente del ISI, de que las Torres Gemelas «se derrumbarían» (114).

52. Omisión del hecho que el presidente Bush y otros miembros de su administración se refirieron repetidamente a los ataques del 11 de septiembre como «oportunidades» (116-17).

53. Omisión del hecho que el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano («The Project for the New American Century»), muchos de cuyos miembros se convirtieron en figuras claves de la administración Bush, publicó en el año 2000 un documento que decía que un «nuevo Pearl Harbour» ayudaría a conseguir fondos para una rápida transformación tecnológica del aparato militar useño (117-18).

54. Omisión del hecho que Donald Rumsfeld, quien fue presidente de la comisión del United States Space Command y había recomendado aumentar el presupuesto destinado a este, se valió de los ataques del 11 de septiembre, en la tarde de ese mismo día, para garantizar esos fondos (119-22).

55. No se mencionó que las tres personas responsables del fracaso de los esfuerzos por prevenir los ataques del 11 de septiembre (el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el general Richard Myers y el general Ralph Eberhart) eran también los tres principales promotores del US Space Command (122).

56. Omisión del hecho que Unocal Corporation había declarado que los talibanes no podían garantizar la seguridad adecuada para emprender la construcción de sus pipelines (para petróleo y gas) a partir de la cuenca del Caspio y a través de Afganistán y Pakistán (122-25).

57. Omisión del informe según el cual representantes de USA dijeron durante un encuentro, en julio de 2001, que ya que los talibanes rechazaban su proposición de construir un oleoducto, una guerra contra ellos comenzaría en octubre (125-26).

58. Omisión del hecho que en su libro, publicado en 1997, Zbigniew Brzezinski escribía ya que para que USA pueda mantener su predominio global es necesario que ese país controle el Asia central, con sus vastos recursos petrolíferos, y que un nuevo Pearl Harbour sería útil para obtener el apoyo de la opinión pública estadounidense a esos designios imperiales (127-28).

59. Omisión del hecho que miembros claves de la administración Bush, entre ellos Donald Rumsfeld y su delegado Paul Wolfowitz, se esforzaron durante muchos años por desatar una nueva guerra contra Iraq (129-33).

60. Omisión de los apuntes de las conversaciones de Donald Rumsfeld correspondientes al 11 de septiembre que demuestran que este estaba decidido a utilizar los ataques como pretexto para desatar una guerra contra Iraq (131-32).

61. Omisión de la declaración que aparece en el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, según la cual «la necesidad de una fuerte presencia useña en el Golfo va más allá del tema del régimen de Sadam Husein» (133-34).

62. Afirmación según la cual el protocolo de la FAA (Federal Aviation Agency) sobre lo sucedido el 11 de septiembre requería un largo proceso de aplicación que tenía que pasar por varias etapas de la cadena de mando cuando el propio Informe Oficial [de la Comisión] cita pruebas de lo contrario (158).

63. Afirmación según la cual en aquellos días sólo dos bases de la fuerza aérea useña del sector noreste del NORAD (North American Aerospace Defense Command o Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte) mantenían cazas en alerta y, en particular, que no había aviones de combate en alerta en las bases de McGuire y de Andrews (159-162).

64. Omisión del hecho que la base Andrews de la fuerza aérea estadounidense tenía varios aviones de caza en alerta permanente (162-64).

65. Aceptación de la doble afirmación según la cual el coronel Marr, del NEADS (North East Air Defense Sector), tenía que comunicarse telefónicamente con un superior para que este lo autorizara a enviar aviones de caza desde [la base] de Otis y que necesitó 8 minutos para realizar esa llamada (165-66).

66. Aprobación de la afirmación según la cual la pérdida de la señal del transpondedor de un avión hace prácticamente imposible la localización de la nave por los radares militares useños (166-67).

67. Afirmación según la cual la intercepción de Stewart Payne no demostró que el tiempo de respuesta del NORAD en el caso del Vuelo 11 de American Airlines fue extraordinariamente lento (167-69).

Trayectoria del vuelo 11 de American Airlines, de Boston a Nueva York

68. Afirmación según la cual los cazas de la base de Otis se mantuvieron en tierra durante 7 minutos después de haber recibido la orden de despegue porque no sabían adónde volar (174-75).

69. Afirmación según la cual las fuerzas armadas useñas no sabían del desvío del Vuelo 175 de United Airlines hasta las 9:30, momento exacto en que este vuelo se estrelló contra la torre sur del WTC (181-82).

70. Omisión de toda explicación sobre (a) la razón por la cual un informe anterior del NORAD, según el cual la FAA notificó a los militares el desvío del Vuelo 175 de United Airlines a las 8:43, se considera ahora como falso y (b) cómo fue que ese informe, si era falso, pudo ser publicado y se mantuvo como válido durante cerca de 3 años (182).

71. Afirmación según la cual la FAA no estableció la teleconferencia sino a partir de las 9:20 de aquella mañana (183).

72. Omisión del hecho que un memo de Laura Brown, de la FAA, afirma que la teleconferencia se estableció sobre las 8:50 y que trató precisamente sobre el desvío del Vuelo 175 de United Airlines (183-84, 186).

73. Afirmación según la cual la teleconferencia del NMCC, (Centro de Mando Militar o National Military Command Center) no comenzó antes de las 9:29 (186-88).

74. Omisión, en la afirmación de la Comisión de que el Vuelo 77 de American Airlines no se desvió de su trayectoria antes de las 8:45, del hecho que la hora mencionada en informes anteriores fue las 8:46 (189-90).

75. Fracaso en mencionar que el anuncio de la caída de un jet en Kentucky, poco después del momento en que el Vuelo 77 de American Airlines desapareciera del radar de la FAA, fue tomada lo bastante en serio por los responsables de la FAA y de la unidad antiterrorista del FBI como para que estos la enviaran a la Casa Blanca (190).

76. Afirmación según la cual el Vuelo 77 de American Airlines voló durante cerca de 40 minutos por el espacio aéreo useño en dirección a Washington sin ser detectado por los radares militares (191-92).

77. Fracaso en explicar, si el anterior informe del NORAD según el cual se le informó a este ―a las 9:24― que la trayectoria del Vuelo 77 de American Airlines era «incorrecta», cómo fue que ese informe erróneo pudo salir a la luz, o sea que se trata de saber si los responsables del NORAD mintieron o si fueron «embaucados» durante cerca de tres años (192-93).

78. Afirmación según la cual los aviones de combate de Langley, que según dijera primeramente el NORAD fueron enviados a interceptar el Vuelo 77 de American Airlines, fueron realmente desplegados como respuesta a un informe erróneo de un controlador (no identificado) de la FAA de las 9:21 de que el Vuelo 11 de American Airlines se encontraba aún en vuelo y que se dirigía hacia Washington (193-99).

79. Afirmación según la cual los militares no fueron contactados por la FAA sobre el probable secuestro del Vuelo 77 de American Airlines antes del impacto contra al Pentágono (204-12).

80. Afirmación de que Jane Garvey no se sumó a la videoconferencia de Richard Clarke hasta las 9:40, o sea después del impacto contra el Pentágono (210).

81. Afirmación de que ninguna de las teleconferencias logró coordinar la FAA y las respuestas de los militares a los secuestros porque «ninguna [de las mismas] incluía a los responsables adecuados en el seno de la FAA y del Departamento de Defensa», aunque Richard Clarke dice que su propia videoconferencia incluía a la directora de la FAA Jane Garvey, al secretario de Defensa Donald Rumsfeld y al general Richards Myers, jefe interino de las Fuerzas Armadas (211).

82. Afirmación de la Comisión según la cual esta no sabía qué miembros del Departamento de Defensa participaron en la videoconferencia con Richard Clarke cuando el propio Clarke afirma en su libro que se trataba de Donald Rumsfeld y del general Myers (211-212).

83. Aprobación de la afirmación del general Myers de que él se encontraba en el Capitolio durante los ataques sin mencionar el informe contradictorio de Richard Clarke, según el cual Myers estaba en el Pentágono y participó en la videoconferencia con Clarke (213-17).

84. Fracaso al mencionar la contradicción entre el testimonio de Clarke sobre los movimientos de Rumsfeld de aquella mañana y las declaraciones del propio Rumsfeld (217-19).

85. Omisión del testimonio del secretario de Transporte Norman Mineta ante la propia Comisión, testimonio según el cual el vicepresidente Cheney y las demás [personas presentes] en el refugio subterráneo habían sido advertidas a las 9:26 de que un avión se acercaba al Pentágono (220).

86. Afirmación según la cual los responsables del Pentágono no sabían que un avión se estuviera acercando a ellos antes de las 9:32, las 9:34 o las 9:36, o sea sólo minutos antes que el edificio fuera impactado (223).

87. Aceptación de dos versiones que se contradicen entre sí sobre el aparato que impactó el Pentágono: una que describe la ejecución de una espiral de 330 grados hacia abajo (un «picado a gran velocidad») y otra en la que no se menciona esa maniobra (222-23).

88. Afirmación según la cual los cazas provenientes de Langley, que supuestamente recibieron la orden de despegar rápidamente para proteger Washington del «vuelo 11 de American Airlines» no estaban en lo absoluto cerca de Washington porque fueron enviados hacia el océano por error (223-24).

89. Omisión de todas las pruebas que sugieren que lo que impactó el Pentágono no fue el Vuelo 77 de American Airlines (224-25).

90. Afirmación según la cual la FAA no informó a los militares sobre el desvío del Vuelo 93 de United Airlines antes de que este se estrellara (227-29, 232, 253).

91. Doble afirmación de que el NMCC no monitoreó la conferencia iniciada por la FAA y no pudo por consiguiente conectar a la FAA con la teleconferencia iniciada por el NMCC (230-31).

92. Omisión del hecho que el Servicio Secreto dispone de medios que le permiten tener conocimiento de todo lo que hace la FAA (233).

93. Omisión de toda investigación sobre las razones que llevaron al NMCC a comenzar su propia teleconferencia si, como dijo Laura Brown ―de la FAA―, eso no forma parte del protocolo estándar (234).

94. Omisión de toda investigación sobre por qué el general Montague Winfield no solamente fue reemplazado por un «bisoño», el capitán Leidig, como director de operaciones del NMCC sino que abandonó además el mando cuando estaba claro que el Pentágono se encontraba ante una crisis sin precedente (235-36).

95. Afirmación según la cual la FAA notificó (de forma errónea) al Servicio Secreto, entre las 10:10 y las 10:15, que el Vuelo 93 de United Airlines se encontraba todavía en vuelo y se dirigía hacia Washington (237).

97. Omisión de todas las pruebas que indican que el Vuelo 93 de United Airlines fue derribado por un avión militar (238-39, 252-53).

98. Afirmación según la cual [el zar del contraterrorismo] Richard Clarke no recibió el pedido de autorización de fuego hasta las 10:25 (240).

99. Omisión del testimonio del propio Clarke, que sugiere que este recibió el pedido de autorización de fuego hacia las 9:50 (240).

100. Afirmación según la cual Cheney no bajó al refugio subterráneo del PEOC [o CPOU (siglas correspondientes a Centro Presidencial de Operaciones de Urgencia]) hasta las 9:58 (241-44).

101. Omisión de los múltiples testimonios, entre ellos los de Norman Mineta [secretario de Transporte] ante la propia Comisión, testimonios según los cuales el [vicepresidente] Cheney se encontraba en el CPOU antes de las 9:20 (241-44).

102. Afirmación según la cual la autorización para derribar un avión civil tenía que ser otorgada por el presidente (245).

103. Omisión de informes según los cuales el coronel Marr ordenó derribar el Vuelo 93 de United Airlines y el general Winfield indicó que él mismo y otros [oficiales] esperaban en el NMCC que un caza alcanzara el Vuelo 93 de United Airlines (252).

104. Omisión de informes que indican que había dos aviones de caza en el aire a varios kilómetros de New York y tres a sólo 320 kilómetros de Washington (251).

105. Omisión del hecho que había por lo menos 6 bases militares con cazas en estado de alerta en la región noreste de USA (257-58).

106. Aprobación de la afirmación del general Myers de que el NORAD había definido su misión solamente en términos de defensa contra amenazas dirigidas [hacia USA] desde el extranjero (258-62).

107. Aprobación de la afirmación del general Myers de que el NORAD no había previsto la posibilidad de que un grupo de terroristas pudiera utilizar aviones de pasajeros secuestrados como misiles (262-63).

108. Fracaso en poner en perspectiva la significación del hecho, presentado en el propio Informe, o en mencionar otros hechos que prueban que el NORAD sí había efectivamente previsto la amenaza que podía representar la posible utilización de aviones de pasajeros secuestrados como misiles (264-67).

109. Fracaso en explorar la implicaciones de la cuestión de saber cómo pudieron influir la maniobras militares («war games») programadas para aquel día en el fracaso de los militares en los intentos por interceptar los aviones de pasajeros secuestrados (268-69).

110. Fracaso en discutir la posibilidad que el desarrollo de la Operación Northwoods haya favorecido los ataques del 11 de septiembre (269-71).

111. Afirmación (presentada para explicar por qué los militares no recibieron la información sobre los aviones secuestrados con tiempo suficiente para lograr interceptarlos) según la cual el personal de la FAA falló inexplicablemente unas 16 veces en la aplicación de los procedimientos normales (155-56, 157, 179, 180, 181, 190, 191, 193, 194, 200, 202-03, 227, 237, 272-75).

112. Fracaso en mencionar que la proclamada independencia de la Comisión se vio fatalmente comprometida por el hecho que su director ejecutivo, Philip Zelikow, era prácticamente miembro de la administración Bush (7-9, 11-12, 282-84). (ndt: era colaborador cercano de Condoleeza Rice)

113. Fracaso en mencionar que la Casa Blanca trató primeramente de impedir la creación de la Comisión [Oficial de Investigación sobre los Ataques Terroristas del 11 de Septiembre] y que obstaculizó después el trabajo de esta, como lo hizo al asignarle un presupuesto extremadamente restringido (283-85). (ndt: Presupuesto estimado en 15 millones de dólares cuando el film de ficción «Vuelo 93» de Paul Greengrass costó 18 millones y «World Trade Centre» de Oliver Stone costó CUATRO VECES MÁS, o sea 60 millones de dólares. En lo tocante al primer punto, la creación de la Comisión no se produjo hasta después de 441 días de los ataques y el presidente Bush propuso que fuera presidida por Henry Kissinger… para luego retractarse ante las violentas críticas de la opinión pública contra esa proposición).

114. Fracaso en mencionar que el presidente de la Comisión, la mayoría de los demás miembros de la Comisión, y por lo menos la mitad del personal de la misma tenía serios conflictos de intereses (285-90, 292-95).

115. Fracaso de la Comisión, la cual se vanagloriaba de que la presentación de su informe final había tenido lugar «sin disensión», en mencionar que esto fue posible únicamente porque Max Cleland, el miembro de la Comisión más crítico en cuanto a la actuación de la Casa Blanca ―juró incluso «que no sería cómplice de un tratamiento parcializado de las informaciones»―, tuvo que renunciar a su puesto dentro de la Comisión para poder aceptar un cargo en el Banco Export-Import y que la Casa Blanca dio a conocer su nominación para ese cargo únicamente después que las críticas emitidas por Cleland se hicieron especialmente directas (290-291).

Terminaré precisando que concluí mi estudio del texto que he dado en llamar «el informe Kean-Zelikow» escribiendo lo siguiente: Finalmente, el Informe de la Comisión Investigadora sobre el 11 de septiembre, lejos de evacuar mis dudas en cuanto a una complicidad oficial, no hizo más que confirmarlas. ¿Qué podría llevar a los responsables encargados de la redacción de ese informe final a montar una superchería de tanta envergadura si no el intento de enmascarar enormes crímenes? (291).

Fuente: http://www.voltairenet.org/article143924.html

SIMULACRO DE PAZ

Cuando parecía que subsistía el alto al fuego pactado en Siria por el secretario de Estado John Kerry y el ministro ruso de Exteriores Serguéi Lavrov ―con excepción de la agresión israelí del primer día―, el Pentágono también agredió al Ejército Árabe Sirio. Ahora asegura que se trató de un error, pero la reacción de la embajadora de Estados Unidos en la ONU hace pensar más bien en la ejecución de un plan. ¿Cuál es el juego de Washington?

Al negociar con USA un alto al fuego en Siria, Rusia estaba consciente de que Washington no lo respetaría, como ya sucedió con los anteriores. Pero Moscú esperaba avanzar así por el camino del reconocimiento de un mundo multipolar. Washington, por su parte, utilizaba el próximo fin del mandato del presidente Obama para justificar que se trataba de la última posibilidad de suscribir un acuerdo.

Dejemos de lado la intentona israelí de aprovechar la tregua para atacar Damasco y el Golán. El resultado fue que los aviones israelíes fueron blanco de misiles antiaéreos de nueva generación, Israel perdió un avión y tendrá que reparar otro. Al parecer, Siria está ahora en condiciones de poner en duda el predominio aéreo de Israel en la región.

Dejemos de lado también el hecho que los jefes de Estado y de gobierno europeos aplaudieron el acuerdo, aún sin conocer su contenido, con lo cual quedaron totalmente en ridículo.

Concentrémonos en lo fundamental. En definitiva, el convoy «humanitario» de la ONU ―repleto de armas y municiones― sigue en espera del lado turco de la frontera, oficialmente porque no está garantizada la seguridad de la carretera, en realidad porque las autoridades sirias quieren hacer valer su derecho a verificar la carga de los camiones antes de dejar pasar el convoy. El hecho es que la actitud de la ONU confirma las revelaciones del ex-jefe del antiterrorismo turco, Ahmet Sait Yayla, actualmente en fuga fuera de su país: el Pentágono y Turquía utilizan los convoyes humanitarios para enviar armamento a los yihadistas.

El ex-jefe del antiterrorismo turco, Ahmet Sait Yayla, confirma en una larga entrevista el apoyo que el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan aporta personalmente al Emirato Islámico (Daesh).

También es fundamental el hecho que el Pentágono atacó una posición fija del Ejército Árabe Sirio en Deir ez-Zor. Detuvo los ataques cuando Rusia le señaló el «error». Y después permitió que los yijadistas se lanzaran al ataque aprovechando el «error» que les había abierto el camino.

En el plano estratégico, impedir que el Ejército Árabe Sirio libere toda la gobernación de Deir ez-Zor es mantener al Emirato Islámico (Daesh) en su papel de barrera sobre la ruta terrestre Damasco-Bagdad-Teherán. Anteriormente, el Pentágono permitió que el Emirato Islámico se instalara en Palmira, la etapa histórica de la «Ruta de la Seda». Actualmente los yijadistas siguen cortando la ruta del lado iraquí, pero es posible evitarlos pasando por Deir ez-Zor si los iraquíes liberan Mosul.

Desde el punto de vista de USA, el acuerdo de alto al fuego sólo era una manera de ganar tiempo, reabastecer a los yijadistas y proseguir después la guerra. Llevando la situación al plano diplomático, Rusia convocó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, con lo cual puso a correr a todo Washington. En efecto, el momento no corresponde solamente al final del mandato de Barack Obama, también está la apertura de la Asamblea General de la ONU.

Evidentemente muy inquieta, la embajadora de USA, Samantha Power, abandonó la sala del Consejo de Seguridad, en medio de la reunión urgente, para hablar con la prensa. Su objetivo era que los primeros despachos de las agencias mencionaran solamente el punto de vista de USA. Se refirió con ironía a la «puesta en escena» rusa alrededor de algo que supuestamente no pasaba de ser un simple «incidente» (¡62 muertos y un centenar de heridos!). Y luego se lanzó en una diatriba sobre los crímenes mucho más graves del régimen de Damasco.

Al ser alertado sobre la manipulación, el embajador ruso, Vitali Churkin, salió de la sala del Consejo para explicar a la prensa su punto de vista. Los periodistas, a quienes la Cámara de los Comunes del Reino Unido acaba de recordar las mentiras de la señora Power sobre los supuestos crímenes de Muamar el Gadafi, reportaron las dos intervenciones.

Ahora, Rusia hará valer su ventaja en el plano diplomático: USA ha sido sorprendido en pleno delito de traición. Moscú tendrá por tanto la oportunidad de anunciar, en plena Asamblea General de la ONU, su voluntad de acabar con los yijadistas. La manipulación useña se vuelve, como un búmeran, contra quienes la concibieron.

Washington no tendría más que 2 opciones: enfrascarse en una confrontación abierta, que no desea, o aceptar que sus protegidos pierdan la partida.

Fuente: http://www.voltairenet.org/article193358.html#nh1

BRATISLAVA: LA CUMBRE DE LA MEZQUINDAD

Los 27 países que aún quieren mantenerse en la Unión Europea acaban de realizar en Bratislava (Eslovaquia) una reunión cumbre sin la participación del Reino Unido. Supuestamente iban a reflexionar juntos sobre su proyecto común, pero se limitaron a retomar las mismas cantinelas que todo el mundo conoce. El mundo está cambiando y el Reino Unido se adapta a ese proceso de cambio, mientras que la Unión Europea opta por el estancamiento.

Tres meses después de la decisión de los electores británicos de salir de la Unión Europea, los jefes de Estado y de gobierno de esa entidad ―con excepción del primer ministro del Reino Unido― acaban de reunirse en Bratislava con intenciones de dar un nuevo impulso a la UE.

Se esperaba de ellos una reflexión sobre los factores que condujeron al Brexit y sobre lo que habría que hacer con la Unión Europea. Pero no fue eso lo que sucedió en Bratislava. Los 27 países miembros de la UE se limitaron a mencionar lo que pudiera acelerar la disolución de esa entidad regional mientras que se hablaba del terrorismo sin entender que ese peligro es de carácter interno, mientras que Alemania y Francia desenterraban nuevamente el proyecto de creación de un ejército común y mientras que Jean-Claude Juncker defendía los intereses de los banqueros de Luxemburgo.

En el momento del Brexit, explicamos en estas columnas que Buckingham Palace y un sector influyente de la clase dirigente británica deseaban distanciarse de Washington y acercarse a China en el plano económico y a Rusia en el plano militar. Pero Downing Street no ha mostrado ninguna de sus cartas y mantiene en secreto sus intenciones hasta la apertura de las negociaciones con vista a la salida de la Unión Europea.

Sin embargo, Londres ha dado dos pasos importantes en materia de política internacional. Primeramente, la publicación del Informe Chilcot sobre la guerra contra Iraq y del informe de la comisión de la Cámara de los Comunes sobre la guerra contra Libia. El informe de la comisión Chilcot sobre la guerra contra Iraq, redactado en 2009-2010, dormía desde hace años en una gaveta. El informe de la Cámara de los Comunes sobre la guerra contra Libia data de este verano. Ambos informes critican el alineamiento de Downing Street con la política de la Casa Blanca, primeramente bajo el mandato del laborista Tony Blair y después bajo el mandato del conservador David Cameron. En un estilo netamente británico, los autores de ambos informes ponen de relieve la inutilidad de ambas guerras y resaltan las mentiras que permitieron justificarlas. Pero no dicen ni una palabra sobre los acuerdos secretos entre Londres y Washington, ni sobre el papel del MI6 en la fabricación de esas mentiras. Los secretos deben seguir siendo secretos. En todo caso, esos informes ponen fin a la actual versión de la «relación especial» entre Gran Bretaña y USA.



Británicos manifestándose contra la intervención en Iraq frente al Big Ben, en 2005

Tony Blair y George W. Bush en 2006

Pero los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea parece que no han leído esos informes y no se plantearon por tanto la interrogante de saber lo que planea Londres. Algunos incluso aseguraron que los británicos acabarán renunciando a salir de la Unión Europea si los presionan lo suficiente durante las negociaciones del Brexit.

Todos advirtieron a Angela Merkel contra la organización de una segunda oleada de migrantes y repitieron que están dispuestos a aplicar las medidas ya tomadas para impedirla. Pero nadie preguntó si la primera ola de migrantes bastará para resolver el problema demográfico de Alemania o si Berlín cree que tendrá que organizar un segundo acto, como había anunciado anteriormente.

Lo cierto es que si Berlín reedita la operación de los migrantes, las amenazas de los otros 26 miembros de la Unión Europea contra Alemania no serán más que palabras al viento. El primer ministro de Luxemburgo ―o sea, el sucesor de Jean-Claude Juncker en ese cargo― propuso la exclusión de Hungría, que se niega a aceptar su cuota de refugiados. ¡Curiosa manera de evitar la disolución de la UE!


Primeramente, en materia de lucha contra el terrorismo, poner cuidado en no permitir que cualquiera entre en Europa. Se trata de una necesidad evidente, pero eso no resolverá el problema dado el hecho que gran parte de los terroristas son… europeos. La UE sigue sin tener ningún tipo de reflexión sobre el terrorismo de masas que hoy se observa en el «Medio Oriente ampliado», ni sobre las contadas acciones terroristas que le han tocado en su propio territorio. Nadie se ha molestado en leer los libros estratégicos del Emirato Islámico (Daesh), como Gestión de la barbarie, y ni ha observado por tanto que la manera actual de luchar contra el terrorismo es precisamente lo que los terroristas quieren que haga la UE.

En segundo lugar, el proyecto de ejército común europeo se discutirá en la cumbre de diciembre. Ese proyecto recuerda el proyecto de Comunidad Europea de Defensa (CED) de los años 1950 que supuestamente uniría a Francia, Alemania Occidental (RFA) y los miembros del Benelux. En aquella época ―o sea en el contexto de la guerra de Corea―, París se oponía al rearme de Alemania Occidental pero era favorable a la integración de un ejército «alemán occidental» en el seno de un ejército común. Aquel proyecto nunca llegó a concretarse porque fue rechazado en París por una alianza conformada por los gaullistas y los comunistas franceses. Hoy existe de nuevo un ejército alemán que incluso ha desplegado unidades que participan en operaciones de «mantenimiento de la paz» sin que París se oponga. En el contexto actual, caracterizado por las guerras de Siria y del Dombás, la Unión Europea finge creer que existe una amenaza de invasión rusa. Hace año y medio, la UE se dotó de una East StratCom Task, o sea un discreto buró de propaganda anti-rusa que «alimenta» a miles de periodistas con sus «informaciones». Como en 1954, es evidente que ese proyecto responde a los deseos de Estados Unidos de enrolar a los europeos en próximas guerras. Y no sería sorprendente que ahora encuentre la oposición del Reino Unido post-Brexit.

Para terminar, en 2017 se desarrollaría el Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas. Ese fondo se conoce a través del «plan Juncker». En realidad es un viejo proyecto del Banco Europeo de Inversiones (BEI), institución que también tiene su sede en ese paraíso fiscal que es Luxemburgo. Ese fondo no ha hecho otra cosa que acrecentar los medios de la BEI y su burocracia. En realidad, si ha reactivado las inversiones en Europa ha sido sólo marginalmente y, paradójicamente, ha acentuado los desequilibrios. Por ejemplo, casi no intervino en Grecia, el país que más lo necesitaba, pero eso no es lo que interesa a los banqueros, que sólo ven a Grecia como un deudor.

En definitiva, la cumbre de Bratislava mostró la voluntad de los 27 miembros de la Unión Europea de no cambiar absolutamente nada. Según ellos, todo puede seguir como antes, con tal de que Alemania no traiga más migrantes. Así que Europa puede continuar su «lucha contra el terrorismo» viéndolo desarrollarse, puede seguir preparándose para seguir dócilmente las órdenes de USA en la próxima guerra que Washington

Fuente: http://www.voltairenet.org/article193322.html#nh1

15 AÑOS DE CRÍMENES

USA y sus aliados conmemoran los 15 años de los hechos del 11 de septiembre de 2001. Thierry Meyssan aprovecha la ocasión para pasar revista a la política de Washington desde aquellos acontecimientos… Y el balance resulta particularmente sombrío. Sólo caben dos posibilidades: o la versión de los atentados que defiende la Casa Blanca es auténtica, y en ese caso su respuesta a los ataques ha resultado tremendamente contraproducente, o se trata de un engaño y USA ha logrado saquear el Gran Medio Oriente.

«...Esta colaboración entre la OTAN y los yijadistas resulta chocante incluso a numerosos altos responsables useños, como el general Carter Ham, comandante del AfriCom, quien se negó en 2011 a trabajar con al-Qaeda y tuvo que renunciar al mando de la agresión contra Libia»

Hace 15 años, el 11 de septiembre de 2001, hacia las 10 de la mañana, Richard Clarke, entonces coordinador nacional para la seguridad, la protección de la infraestructura y el contraterrorismo, activaba el «Plan de Continuidad del Gobierno». Según Richard Clarke, se trataba así de responder a la situación excepcional creada por dos aviones que se habían estrellado contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y por un tercer avión que se había estrellado contra el Pentágono.

Pero el «Plan de Continuidad del Gobierno» había sido concebido como respuesta a la destrucción de las instituciones democráticas provocada, por ejemplo, por un ataque nuclear. Nunca estuvo previsto activarlo en una situación en la que el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos así como los presidentes de la Cámara de Representantes y el Senado estuviesen vivos y en condiciones de seguir ejerciendo sus funciones.

La activación de ese plan puso las responsabilidades del presidente de USA en manos de una autoridad militar alternativa con base en Mount Weather. Esa autoridad militar sólo devolvió las prerrogativas presidenciales al presidente George W. Bush Jr, al final de aquel día. La identidad de los miembros de esa autoridad y las decisiones que tomaron durante aquellas horas siguen en secreto.

Dado el hecho que, el 11 de septiembre de 2001, el presidente useño se vio privado de las prerrogativas inherentes a su cargo durante unas 10 horas, en violación de la Constitución de los Estados Unidos, es técnicamente exacto hablar de «golpe de Estado». Por supuesto, el uso de esa expresión puede resultar chocante, porque estamos hablando de USA, porque el hecho se produjo en circunstancias excepcionales, porque la autoridad militar nunca reivindicó el hecho y porque finalmente devolvió el poder al presidente constitucional. A pesar de todo eso, el hecho es que se trató, stricto sensu, ni más ni menos que de un «golpe de Estado».

En un libro célebre, publicado en 1968, reeditado y convertido en lectura obligada de los neoconservadores durante la campaña electoral del año 2000, el historiador Edward Luttwak explicaba que un golpe de Estado verdaderamente exitoso es aquel cuya existencia nadie percibe, ya que al no percibirlo nadie tratará de oponerse a él.

Seis meses después de aquellos hechos, publiqué un libro sobre las consecuencias políticas de aquel día. Los medios de prensa solamente hablaron de los cuatro primeros capítulos, en los que demostraba que la versión oficial no podía ser cierta. Fui muy criticado por no proponer mi propia versión de aquel día, pero no tengo tal versión y hoy en día sigo abrigando al respecto más preguntas que respuestas.

LA GRAN IMPOSTURA, libro escrito por Thierry Meyssan, afirma que los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron un atentado de falsa bandera perpetrado por USA y denuncia el fin de la democracia useña, así como la instauración de un régimen militar expansionista. 

En todo caso, los 15 años transcurridos nos aclaran lo sucedido aquel día.


Desde el 11-S, el Estado federal se halla al margen de la Constitución.

En primer lugar, aunque la aplicación de algunas de sus disposiciones fueron brevemente suspendidas en 2015, USA sigue viviendo actualmente bajo los términos de la Ley Patriota. Adoptada apresuradamente, 45 días después del golpe de Estado, ¿ese texto constituye una respuesta al terrorismo? Dado su volumen, sería más adecuado hablar de un código antiterrorista que de una simple ley. Se trata, en realidad, de un texto preparado por la Federalist Society durante los 2 años anteriores a los hechos del 11 de septiembre. Sólo 4 parlamentarios se opusieron a su adopción.

La Patriot Act, suspende las limitaciones que la Constitución de USA podría imponer a las iniciativas del Estado federal en materia de lucha contra el terrorismo. Esas limitaciones están formuladas en la «Carta de Derechos», o sea en las 10 primeras enmiendas de la Constitución y su suspensión corresponde al principio del estado de emergencia permanente. El Estado federal puede entonces practicar la tortura fuera de su territorio y espiar masivamente a su población. Al cabo de 15 años de aplicación de tales prácticas ya no es técnicamente posible que USA pretenda presentarse como un «Estado de derecho».

Para aplicar el Acta Patriótica, el Estado federal comenzó por crear un nuevo ministerio: el Departamento de Seguridad de la Patria (United States Department of Homeland Security). El nombre real de este ministerio useño resulta tan chocante que en el mundo entero lo traducen como «Seguridad Interna» o «Seguridad Nacional», lo cual es falso.

Posteriormente, el Estado federal se dotó de un conjunto de cuerpos de policía política que, según un amplio estudio del Washington Post empleaban en 2010 al menos 850.000 nuevos funcionarios para espiar a 315 millones de habitantes.

La gran innovación institucional de ese periodo es la relectura de la separación de poderes. Hasta entonces se consideraba, según la concepción de Montesquieu, que la separación de poderes permitía mantener un equilibrio entre el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial, equilibrio indispensable para el buen funcionamiento y la preservación de la democracia. USA podía enorgullecerse de ser el único país del mundo que aplicaba estrictamente el principio de separación de poderes. Actualmente, por el contrario, la separación de poderes significa que el Poder Legislativo y el Poder Judicial ya no tienen posibilidad de control sobre los actos del Ejecutivo. Es incluso en virtud de esta nueva interpretación que el Congreso useño no fue autorizado a debatir las condiciones del golpe de Estado del 11 de septiembre de 2001.

Contrariamente a lo que escribí en 2002, los Estados de Europa Occidental se resistieron a esa evolución. No fue hasta hace un año y medio que Francia cedió y adoptó el principio del Estado de emergencia permanente, a raíz de la masacre perpetrada en las oficinas del semanario satírico Charlie-Hebdo. Esa mutación interna viene acompañada de un cambio radical en materia de política exterior.


Desde el 11-S, el Estado federal, al margen de la Constitución, ha saqueado el Gran Oriente Medio.

En los días posteriores a los hechos del 11 de septiembre de 2001, George W. Bush ―quien ya había recuperado sus prerrogativas presidenciales en la noche del 11 de septiembre― declaró a la prensa: «Esta cruzada contra el terrorismo, llevará tiempo». Aunque se excusó después por haberse expresado en esos términos, la selección de las palabras que utilizó en su declaración indicaba que el enemigo decía actuar en nombre del islam y que la guerra sería larga.

En efecto, por primera vez en su historia, USA está en guerra ininterrumpidamente desde hace 15 años. Ese país definió su Estrategia Contra el Terrorismo, estrategia que la Unión Europea no tardó en copiar.

Si las sucesivas administraciones useñas han presentado esa guerra como una persecución de Afganistán a Iraq, de Iraq hacia África, Pakistán y Filipinas y luego hacia Libia y Siria, el general estadounidense Wesley Clark, ex-Comandante Supremo de la OTAN, confirmó, por el contrario, la existencia de un plan a largo plazo. El 11 de septiembre de 2001, los autores del golpe de Estado decidieron cambiar todos los gobiernos amigos existentes en el «Medio Oriente ampliado», o Gran Medio Oriente, y hacer la guerra a los 7 gobiernos que oponían resistencia en esa región. El presidente Bush Jr. tomó nota de esa orden, 4 días después, durante una reunión organizada en Camp David. Hoy es evidente que ese programa se puso en aplicación y que aún está en marcha.

Estos cambios de regímenes amigos mediante revoluciones de colores y las guerras desatadas contra los regímenes que resistían al dictado useño no tenían como objetivo la conquista de esos países en el sentido imperial clásico ―en definitiva, Washington ya tenía a esos aliados bajo control― sino saquearlos. En esta región del mundo, sobre todo en el Levante, la explotación de esos países no sólo encontraba la resistencia de las poblaciones sino que existía un obstáculo adicional: la presencia de una extraordinaria cantidad de ruinas de civilizaciones antiguas. O sea, no sería posible saquearla a fondo sin enfrentar la crítica de los defensores de ese patrimonio histórico de la humanidad.

Según el presidente Bush Jr., los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron perpetrados por al-Qaeda, lo cual justificaba el ataque contra Afganistán mucho mejor que la ruptura ―en julio de 2001― de las negociaciones petroleras con los talibanes. La teoría de Bush fue desarrollada por su secretario de Estado, el general Colin Powell, quien prometió presentar al Consejo de Seguridad de la ONU un informe sobre ese tema. Pero no sólo USA nunca encontró tiempo ―en 15 años― para redactar ese informe sino que el pasado 4 de junio el ministro ruso de Relaciones Exteriores reveló que su homólogo estadounidense John Kerry le pidió que Rusia no atacara a al-Qaeda ―aliado de Estados Unidos― en Siria, revelación extremadamente sorprendente que la parte useña nunca desmintió.

Al principio, el Estado federal al margen de la Constitución prosiguió adelante con su plan, mintiendo descaradamente al mundo entero. Después de prometer un informe sobre el papel de Afganistán en los hechos del 11 de septiembre, Colin Powell mintió una y otra vez ante el Consejo de Seguridad de la ONU en un largo discurso destinado a vincular el gobierno de Iraq con aquellos atentados y a acusarlo de querer prolongar la masacre utilizando armas de destrucción masiva.

El Estado federal liquidó en días la mayor parte del ejército iraquí, saqueó los 7 principales museos de Iraq y quemó la Biblioteca Nacional. Puso en el poder una Autoridad Provisional de la Coalición, que no era un órgano de la coalición de países participantes en la invasión de Iraq sino una empresa privada, al estilo de la siniestra Compañía de Indias y perteneciente fundamentalmente a Kissinger Associates. Durante todo un año esa compañía saqueó todo lo que se podía saquear en Iraq. Finalmente entregó el poder a un gobierno títere iraquí, pero antes le hizo firmar un documento comprometiéndose a que nunca exigiría reparaciones de guerra y que no modificaría ―durante un siglo― las leyes comerciales draconianas redactadas por la Autoridad Provisional.

En 15 años, USA sacrificó más de 10.000 useños, mientras que la guerra dejaba más de 2 millones de muertos en el «Medio Oriente ampliado». Para acabar con aquellos que designa como sus enemigos, USA ha gastado más 3.5 billones de dólares. Y hoy anuncia que la masacre y el derroche de fondos van a continuar.

Extrañamente, ese derroche de miles de millardos (1 millardo = 1.000 millones) de dólares no ha debilitado económicamente a USA. Se trataba de una inversión que permitió a ese país saquear toda una región geográfica del mundo, apoderándose de sumas muy superiores.

Contrariamente a la retórica del 11 de septiembre, la retórica de la guerra contra el terrorismo es lógica. Se basa en una gran cantidad de mentiras presentadas como hechos comprobados. Por ejemplo, la filiación entre el Emirato Islámico (Daesh) y al-Qaeda se explica recurriendo a la personalidad de Abu Musab al-Zarqaui, personaje al que el general Colin Powell dedicó buena parte de su discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU. El problema es que el propio Powell reconoció posteriormente haber mentido descaradamente en el aquel discurso y es imposible verificar ni el menor elemento de la biografía de al-Zarqaui según la CIA.

Si se admite que al-Qaeda es la continuación de la Legión Árabe de Osama bin Laden, creada como tropa mercenaria de la OTAN durante las guerras contra Yugoslavia y contra Libia, también hay que admitir que al-Qaeda en Iraq, convertido en Estado Islámico y posteriormente en Daesh, es la continuación de esa organización yijadista.

WIE DER DSCHIHAD NACH EUROPA KAM, Jürgen Elsässer, NP Verlag, 2005. Existe una edición francesa titulada Comment le Djihad est arrivé en Europe («Cómo llegó la yijad a Europa»), Xenia, 2006.

Dado el hecho que, a la luz del derecho internacional, el saqueo y la destrucción del patrimonio histórico son ilegales, el Estado federal al margen de la Constitución, comenzó cediendo el trabajo sucio a ejércitos privados, como Blackwater. Pero su responsabilidad seguía siendo demasiado visible. Así que decidió confiar el trabajo sucio a su nuevo brazo armado: los yijadistas. A partir de ese momento, el saqueo del petróleo ―que en definitiva se consume en Occidente― es imputable a esos extremistas y la destrucción del patrimonio histórico se atribuye al fanatismo religioso de estos.

Para entender la colaboración entre la OTAN y los yijadistas, tenemos que preguntarnos que sería hoy de la influencia de USA si no existieran estos yijadistas. El mundo sería multipolar y Washington habría cerrado la mayor parte de sus bases militares a través del mundo. USA sería una potencia más.

Esta colaboración entre la OTAN y los yijadistas resulta chocante incluso a numerosos altos responsables useños, como el general Carter Ham, comandante del AfriCom, quien se negó en 2011 a trabajar con al-Qaeda y tuvo que renunciar al mando de la agresión contra Libia. Otro de esos responsables, el general Michael T. Flynn, director de la Defense Intelligence Agency, se negó a otorgar su aval a la creación del Emirato Islámico y fue obligado a dimitir. Más recientemente, la colaboración CIA-yihadistas se convirtió en tema de la campaña electoral por la presidencia useña: de un lado, Hillary Clinton, miembro de The Family, la secta de los jefes de estado mayor; del otro lado, Donald Trump, quien cuenta entre sus consejeros al ya mencionado general Michael T. Flynn y 88 oficiales superiores.

Michael T. Flynn, un hombre honesto que apoya al señor Trump, en su camino hacia la Casa Blanca


Al igual que en tiempos de la guerra fría, cuando Washington controlaba a sus aliados europeos a través del Gladio, o «los ejércitos secretos de la OTAN», hoy en día USA controla el Medio Oriente ampliado, el Cáucaso, el valle de Ferganá y hasta la región de Sinkiang a través del «Gladio B».

Quince años más tarde, las consecuencias del golpe de Estado del 11 de septiembre no son obra de los musulmanes, ni del pueblo useño sino de quienes lo perpetraron y de sus aliados. Son ellos quienes convirtieron la tortura en una simple herramienta, generalizaron las ejecuciones extrajudiciales perpetradas ahora en cualquier lugar del mundo, debilitaron la ONU, masacraron más de 2 millones de personas, saquearon y destruyeron Afganistán, Iraq, Libia y gran parte de Siria.