Simone de Beauvoir: Nazi, Pedófila y Misógina...

A medida que la voz del sector no feminista de la sociedad empieza a oírse cada vez más, el sector que aún no es consciente de la naturaleza tóxica de esta ideología reacciona con determinados argumentos que no hacen más que poner de manifiesto que el público desconoce todavía la realidad objetiva.

Hace tiempo, un grupo de feministas de cafetería intentaron convencerme de que el feminismo no es tan malo como afirmo; que si leyera algo más sobre feminismo, terminaría por comprenderlo. Como ejemplo de esta tesis, las mencionadas feministas me recomendaron leer las obras de Simone de Beauvoir, marxista-feminista francesa conocida por su libro EL SEGUNDO SEXO. Por supuesto, estas feministas no podían concebir que alguien se hubiese tomado en serio su ideología lo suficiente para leer su literatura, y después, racionalmente rechazarla por completo. Como ocurre con cualquier otro culto, tal cosa es impensable para los verdaderos creyentes de la secta.

Simone de Beauvoir: Nazi, Pedófila y Misógina

En el título de este artículo se han hecho varias alegaciones a cerca de la eminente feminista, y lo justo es que las demostremos; eso es exactamente lo que vamos a hacer en las próximas líneas.

Entre 1943 y 1944, durante la ocupación de Francia por los nazis, Simone de Beauvoir trabajaba como directora de sonido de Radio Vichy. Radio Vichy era la emisora de radio nacional de la llamada zona libre de Francia, tras la capitulación de la República francesa ante la Alemania nazi en 1940. Decimos «la llamada» porque el régimen de Vichy, aunque desde el punto de vista militar fuese en teoría neutral, en realidad colaboraba activamente con el régimen nazi, y hoy en día todo el mundo reconoce como un hecho que la institución de Radio Vichy era la portavoz de facto de la propaganda nazi en las ondas de radio francesas.

Mapa de Francia de junio de 1940 a noviembre de 1942. Al norte la zona bajo ocupación de la Alemania nazi (en rosa pálido). Al sur la Francia de Vichy (en lila). La zona ocupada por las tropas italianas (en verde) se extiende hasta cubrir la zona lila con rayas oblicuas a partir de noviembre de 1942. En rojo aparece el litoral francés bajo gobierno militar alemán directo y las regiones de Alsacia y Lorena anexadas al Tercer Reich en 1940. La línea punteada azul es la «línea de demarcación» impuesta como frontera interna por la Wehrmacht, de cruce restringido.

Los apologistas de De Beauvoir podrían decir que las circunstancias la obligaron a trabajar allí, igual que muchas otras personas que hoy afirman haber sido obligadas a colaborar con la Securitate durante el régimen comunista. Pero los manuscritos de De Beauvoir de esa época, que se revelaron más tarde, dicen otra cosa.

Incluso autores feministas, como Ingrid Galster, que ha dedicado años de su vida a estudiar a Simone de Beauvoir, han tenido que admitir, aunque a regañadientes, que la actitud de De Beauvoir como directora de sonido en la máquina de propaganda nazi era, como mínimo, de colaboracionismo sutil, y que las circunstancias por las que terminó trabajando allí no se debieron a la coacción, sino que fue una decisión perfectamente consciente. De Beauvoir ya era miembro del sindicato de funcionarios públicos, y podría haber escogido trabajar en un ayuntamiento, por ejemplo. Pero tuvo que elegir un empleo distinto a la enseñanza, porque su carrera como profesora estaba acabada (pese a que poseía la cualificación y el prestigio necesarios para enseñar, ya que había sido la segunda mejor estudiante doctoral de su generación, solo por detrás de su amante Jean-Paul Sartre).

Los motivos por los que ya no podía dar clase estaban relacionados con la pedofilia y con Jean-Paul Sartre. En 1943, Simone de Beauvoir fue despedida por comportamientos conducentes a la corrupción de un menor.

Una vez más, los apologistas de De Beauvoir se apresurarán a decir que el incidente de 1943 fue un hecho aislado, o que, como me llegaron a decir una vez, fue un hecho inventado por la persecución nazi, que no podía soportar que fuese una mujer marxista, independiente y empoderada. Pero nada más lejos de la realidad.

El interés sexual de De Beauvoir por los niños es un tema recurrente en su vida. Estuvo entre los primeros filósofos que intentaron unificar el género literario que había comenzado en la década de 1930 (y que perduró hasta la década de 1980 en la Europa occidental), de la pedofilia pedagógica femenina. Intentó llevar a cabo esta unificación en su ensayo «Brigitte Bardot y el síndrome de Lolita», publicado por primer vez en la revista Esquire en 1959, y republicado en multitud de ocasiones hasta mediados de la década de 1970. En dicho ensayo, De Beauvoir glorifica el aspecto físico infantil de Brigitte Bardot, que retiene la inocencia perfecta inherente al mito de la infancia, y después la presenta como un Houdini para las niñas, que las empoderará y liberará de las cadenas con las que estaban subyugadas.

Esquire es una revista principalmente para hombres, con una gran tradición literaria, publicada mensualmente por la Hearst Corporation. Fue creada en 1933 y floreció durante la Gran Depresión, guiada por el fundador y editor Arnold Gingrich.

El ensayo de 1959 no fue más que el principio. En 1977, De Beauvoir, junto con la mayor parte de la intelectualidad marxista francesa, firmó una petición exigiendo nada más y nada menos que la legalización de la pedofilia, y la puesta en libertad inmediata de tres individuos que cumplían largas sentencias de prisión por abusar sexualmente de varios niños y niñas de entre 11 y 14 años. La petición, firmada entre otros por De Beauvoir y Sartre, se publicó en Le Monde, y entre otras cosas, decía lo siguiente:
«Tanto tiempo en prisión para investigar un simple asunto de vicio, en el que los niños no han sido víctimas de ningún tipo de violencia, sino que, por el contrario, han testificado ante los magistrados que dieron su consentimiento, aunque la ley actual les niegue el derecho a consentir; tanto tiempo en prisión es algo que consideremos escandaloso de por sí. Hoy, el riesgo de ser condenado largas penas de prisión por haber tenido relaciones sexuales con menores, tanto niños como niñas, o por haber fomentado y fotografiado sus juegos sexuales. Creemos que existe una incongruencia entre la designación de delito, que sirve para legitimar semejante severidad, y los hechos en sí; y otra todavía mayor entre la ley anticuada y la realidad del día a día de una sociedad que tiende a conocer la sexualidad de los niños y adolescentes» […]
Así que, en opinión de De Beauvoir, los niños de 11 años de la Francia de finales de la década de 1970 eran seres sexuales. Dado que a esa edad la pubertad no se producía ni se produce en la mayoría de niños, nos parece justo considerar que De Beauvoir estaba haciendo un alegato en favor de la pedofilia, independientemente de la definición de la palabra que se elija.

La petición de 1977 desencadenó un gran debate a nivel social en Francia sobre la edad legal de consentimiento sexual; un debate que los abolicionistas (del que formaban parte De Beauvoir y su amante) consolidaron en el Front de libération des Pédophiles (FLIP, Frente de liberación de los pedófilos), y cuyos propios miembros explicaron claramente sus intenciones en un debate por radio en abril de 1978, en Radio France Culture. El FLIP sería recordado como pionero en las filas del movimiento pedófilo francés, aunque la propia organización no durase mucho por desavenencias internas.

Aparte de De Beauvoir y Sartre, hubo otras personas involucradas en la defensa de la pedofilia en esa época, incluidas personas que terminaron gobernando los destinos de Francia: por ejemplo, Bernard Kouchner y Jack Lang, que fueron respectivamente ministro de Sanidad y de Cultura a principios de la década de 2000, en la primera legislatura de Jacques Chirac.

Jack Lang, ¡ministro de Cultura! también defendía la pedofilia, junto a otros. Por supuesto pertenecía al Partido Socialista (Francia).

Todos estos hechos convierten a De Beauvoir, ya no en una apologista de la pedofilia, sino en una defensora activa. Sin embargo, lo que la convierte en corruptora fue su actividad, durante la cual reclutaba alumnas, abusaba de ellas y se las pasaba a Jean-Paul Sartre, a veces por separado y a veces en un ménage à trois integrado. The Telegraph escribió lo siguiente en una reseña del libro de Carole Seymour-Jones: A DANGEROUS LIAISON, acerca de la relación entre Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre:
«Durante largos períodos, la pareja se convertía en un trío, aunque ese acuerdo rara vez le iba bien a la tercera parte: al menos dos de las antiguas alumnas de De Beauvoir acabaron siendo amantes suyas, y después de Sartre, para que al final la pareja cerrase filas una vez desaparecía la diversión […] Para Seymour-Jones, los romances de De Beauvoir con sus alumnas no eran de origen lésbico, sino pedofílico: las estaba preparando para Sartre, una forma de abuso infantil».
Para De Beauvoir (al igual que para Sartre) la edad daba igual, siempre que las compañeras fuesen más jóvenes que ella y que Sartre. A la eminente feminista ni siquiera se le pasó por la cabeza la posibilidad de estar haciendo daño o abusando sexualmente de otros, porque pensaba que «preparar» a las niñas para que Sartre les arrebatara su virginidad (en palabras de Sartre, no mías) era en sí un acto de empoderamiento sexual para esas niñas.

Pero por si los flirteos con el nazismo y la pedofilia no bastan para convenceros del carácter cuestionable de De Beauvoir, echemos una ojeada a sus escritos feministas, que están tan llenos de misoginia que resulta difícil encontrar un equivalente en otros sectores de la sociedad. Este hecho no nos sorprende, si consideramos que el feminismo es en sí una ideología misógina. Pero no divaguemos.

El libro de cabecera de De Beauvoir, EL SEGUNDO SEXO, considerado por las feministas contemporáneas como «notablemente fresco», decía lo siguiente sobre las mujeres casadas:
«A la mujer –continúa la autora– le han asignado un papel parásito y todo parásito es un explotador. La mujer miente para retener al hombre».
Más de 25 años después, en 1975, en un diálogo con otra feminista, Betty Friedan, De Beauvoir aclararía su posición más allá de toda duda. En un debate sobre la manera de compensar a las madres que se quedan en casa y cuidan de los hijos, De Beauvoir respondió de manera inequívoca:
«No, no creemos que ninguna mujer deba tener esa opción... Ninguna mujer debería estar autorizada a quedarse en casa y criar a los hijos. La sociedad debería ser completamente diferente. Las mujeres no deberían tener esa opción, precisamente porque si existiese, demasiadas mujeres la elegirían. Es una manera de obligar a las mujeres a ir en una dirección concreta».
Betty Friedan, feminista que no femenina

¿Entendido? A ojos de esta eminente feminista, las mujeres son criaturas inertes, incapaces de decidir lo que les conviene como adultos responsables. De hecho, únicamente Simone de Beauvoir y su ideología marxista-feminista saben lo que es mejor para ellas. Por lo tanto, ninguna mujer debería estar autorizada a elegir nada que contradiga a De Beauvoir.

Durante el mismo diálogo, dice algo todavía más claro:
«En mi opinión, mientras la familia, el mito de la familia, el mito de la maternidad y el instinto maternal no sean destruidos, la mujer seguirá estando oprimida».
De hecho, el odio de De Beauvoir hacia la maternidad y las madres en general es muy evidente a lo largo de todo el libro. Veamos algunos ejemplos:
«La maternidad relega a la mujer a una existencia sedentaria; es natural que ella se quede en casa mientras los hombres cazan, pescan y van a la guerra... [La madre] es planta y animal, un conjunto de coloides, una incubadora, un huevo; asusta a los niños a quienes les preocupan sus cuerpos, y provoca la risa contenida en los hombres jóvenes porque ella es un ser humano, conciencia y libertad, que se ha convertido en un instrumento pasivo de la vida».
Y cuando esta eminente feminista empezaba a criticar el cuerpo de la mujer, nadie podía pararla:

La actitud psíquica evocada por la esclavitud menstrual constituye un gran obstáculo.
[…] «el cuerpo de la mujer, y especialmente el de la niña, es un cuerpo “histérico” en el sentido de que, por decirlo así, no hay distancia entre la vida psíquica y su realización fisiológica. La confusión que desencadena el descubrimiento de los problemas de la pubertad, por parte de la niña, los empeora. Debido a que su cuerpo le resulta sospechoso, lo examina con ansiedad y lo considera enfermo. Las glándulas mamarias que se desarrollan en la pubertad no tienen función alguna en la economía individual de la mujer: pueden eliminarse en cualquier momento de su vida».
De Beauvoir explica a continuación en su libro lo maligna y opresora que es la familia para el desarrollo de una niña. Si el padre tiene la osadía de mostrarse orgulloso y apreciar los éxitos de su hija, no es más que otra muestra de opresión e imposición de vasallaje de la hija hacia el padre. Pero,si bien el padre escapa relativamente indemne, la madre que se atreve a castigar a su hija recibe una reprimenda todavía peor de la eminente feminista:
«Las madres, ya lo veremos, son ciegamente hostiles a la liberación de sus hijas y, más o menos deliberadamente, se esfuerzan por atemorizarlas todavía más; para el niño adolescente, los esfuerzos por volverse hombre se respetan, y se le dan ya mayores libertades. A la niña se la obliga a quedarse en casa; sus actividades externas son supervisadas».
¿Entendido? El hecho de que algunos padres no permitiesen que sus hijas salieran después de cierta hora, en la Francia ocupada por los nazis, en medio de la 2GM, constituye opresión. Y recordemos que De Beauvoir se queja de esto (y existen serias dudas de que fuese algo generalizado) mientras niños de 13 y 14 años luchaban en la guerra, entre otras cosas, para que ella estuviese a salvo y pudiera escribir «filosofía» basura, y propaganda para el régimen nazi, un régimen que también tenía a niños de 14 y 15 años en sus filas. Me siento tentado a decir que debería haber revisado sus privilegios. Pero no lo voy a decir.

La hipocresía de esta mujer resulta a la vez fascinante y repugnante. Simone de Beauvoir, adorada hoy en día como gran icono del «buen» feminismo de 1960, y estudiada en los “diálogos feministas” de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública de Bucarest (SNSPA, por sus siglas en rumano), defendió con gran fervor el régimen revolucionario de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili (alias Stalin), incluso mucho tiempo después de que los horrores del estalinismo se conocieran en la Europa occidental.

Școala Națională de Studii Politice și Administrative din București (SNSPA)

Stalin&Lenin, ¡demonios!

En otras palabras: mientras muchos rumanos eran deportados al Gulag; mientras la élite intelectual de este país era diezmada en campos de concentración como Râmnicu Sărat, Pitești, o Aiud, y mientras niños de 12 años eran torturados en las cárceles comunistas por conspiración contra el orden socialista, Simone de Beauvoir publicaba EL SEGUNDO SEXO, donde explicaba cómo la liberación de la mujer está íntimamente relacionada con el destino del socialismo, al mismo tiempo que negaba, junto con su amante, las atrocidades estalinistas que tenían lugar en ese mismo momento. Y nosotros, los contribuyentes rumanos, pagamos para que los estudiantes vayan a la SNSPA a estudiar a esta indeseable, como si fuera alguien digno de admiración. Aquí tenemos un ejemplo real de misoginia patrocinada por el estado. Pero me da la sensación de que a la élite feminista no le preocupa lo más mínimo.

Râmnicu Sărat, prisión comunista

Prisión de Aiud, entrada

Queridas feministas de cafetería: si nos recomendáis leer a Simone de Beauvoir como ejemplo de «buena» feminista, solo hay dos explicaciones: o bien no la habéis leído vosotras mismas y la mencionáis solo para parecer cultas o, por el contrario, la habéis leído y estáis de acuerdo con lo que representa, en cuyo caso cualquier persona normal no feminista tendría que estar loco (como mínimo) para pensar que tenéis buenas intenciones.

La temeridad con la que De Beauvoir propone nada menos que la prohibición de ciertas opciones para la mujer, porque dichas opciones no se amoldan a su ideología, es un ejemplo perfecto de utópica trastornada para la que el planeta gira en torno a sí misma. Y si no lo hace, la culpa es del planeta, y hay que prohibirlo. La verdad debe ser prohibida, si es «incorrecta».

Si las feministas fuesen realmente sinceras al afirmar que pretenden combatir la misoginia y aumentar el espectro de opciones para la mujer, entonces empezarían por desterrar todo el arsenal ideológico de Simone de Beauvoir al basurero de la Historia. Pero no lo hacen, y no lo harán jamás, porque el feminismo, si tiene un buen día, es hipócrita; y en días normales es totalitario por naturaleza y en la práctica; y si tiene un mal día, exige el exterminio del hombre.

Queridas feministas, vuestra declaración pública de aprecio por Simone de Beauvoir dice más sobre vosotras que cualquier cosa que pueda decir nadie del sector no-feminista de la sociedad. Una vez más, habéis demostrado que el mejor argumento anti-feminista proviene directamente de las propias feministas. Y por ello, queremos daros las gracias.

Fuente: http://spa.avoiceformen.com/feminismo/simone-de-beauvoir-nazi-pedofila-y-misogina/

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