EL MÓVIL DE LOS ATENTADOS DE PARÍS Y BRUSELAS...

Es demasiado pronto para decir con certeza de dónde vino la orden que dio lugar a los atentados perpetrados en París y Bruselas. Por el momento, la única explicación razonable es la que proporcionan los elementos que mencionaremos seguidamente.

En 2011, los ministros de Relaciones Exteriores de Francia, Alain Juppé (una verdadera serpiente), y de Turquía, Ahmet Davutoğlu, acordaban en secreto la creación de un Sunistán, que abarcaría territorios de Iraq y Siria —tarea que quedaría en manos del Emirato Islámico—, y crear un seudo-Kurdistán al que serían empujados los kurdos de Turquía. Aquel proyecto tenía el respaldo de Israel y el Reino Unido.

Inmediatamente después de la muerte del fundador del islamismo turco, Necmettin Erbakan, y en momentos en que acaba de iniciarse la «primavera árabe», el gobierno del entonces primer ministro turco Erdoğan concluye un acuerdo secreto con Francia. Según un diplomático que estudió ese documento, en él se estipulan las condiciones para la participación de Turquía en las guerras contra Libia, que acaba de empezar, y contra Siria, que será el paso siguiente. Representada por su ministro de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, Francia se compromete fundamentalmente a resolver la «cuestión kurda» sin «afectar la integridad del territorio turco». Esta rebuscada fórmula significa que se creará en otro lugar un seudo-Kurdistán para expulsar hacia él a los miembros del PKK. Hasta aquel momento, ese proyecto de limpieza étnica, que no es nuevo, sólo se había mencionado en la literatura militar israelí que describía el nuevo Estado creado en territorios pertenecientes a Siria e Iraq.

El 31 de octubre de 2014, François Hollande acompaña a Recep Tayyip Erdoğan a la entrada del Elíseo. Pero otro invitado acaba de salir discretamente por la puerta pequeña: el kurdo Salih Muslim Muhammad.

El 31 de octubre de 2014, el presidente francés François Hollande aprovecha una visita oficial de Recep Tayyip Erdoğan a París para organizar un encuentro secreto, en el palacio del Elíseo, con el copresidente de los kurdos de Siria, Salih Muslim Muhammad. Traicionando a los kurdos de Turquía y a su líder histórico, Abdullah Öcalan, Salih Muslim acepta convertirse en presidente del seudo Kurdistán que debería crearse con el derrocamiento del presidente sirio democráticamente electo Bashar al-Asad.

Es el momento de la Batalla de Kobane. Los kurdos de Siria defienden durante meses esa ciudad ante la embestida de las fuerzas del Emirato Islámico. La victoria de los kurdos sobre los yijadistas que atacan Kobane modifica seriamente el tablero político: para combatir seriamente a los yijadistas hay que aliarse con los kurdos. Pero los kurdos de Siria no obtuvieron la nacionalidad siria sino al inicio de la guerra, hasta entonces habían sido refugiados políticos turcos en territorio sirio, expulsados de su país durante la represión turca de los años 1980s. Los Estados miembros de la OTAN consideraban entonces al PKK, principal organización de los kurdos de Turquía, como una organización terrorista. En lo adelante, los miembros de la OTAN van a establecer una diferencia entre «los malos» del PKK turco y «los buenos» del YPG sirio, a pesar de tratarse de dos organizaciones hermanas.

A raíz de la batalla de Kobane, François Hollande cambia de bando y establece claramente su respaldo a los kurdos recibiendo en el Elíseo una delegación del YPG, el 8 de febrero de 2015.

Sorpresivamente, el 8 de febrero de 2015, Francia renuncia a su compromiso anterior. François Hollande recibe en el Elíseo, ahora oficialmente, a Asya Abdullah, copresidenta de los kurdos de Siria y fiel a Öcalan, y a la comandante Nesrin Abdullah, esta última en uniforme camuflaje. Salih Muslim no participa en esa reunión.

Recep Tayyip Erdoğan reacciona ordenando un atentado del Emirato Islámico contra una manifestación a favor de los kurdos, atentado perpetrado en Suruç el 20 de julio de 2015. Apoderándose de la retórica antiterrorista, Erdoğan declara la guerra al Emirato Islámico y a los kurdos, pero sus fuerzas armadas atacarán solamente a los kurdos. Con ello, Erdoğan pone fin al alto al fuego y reinicia la guerra civil en su propio país. A falta de un seudo-Kurdistán en Siria, Erdoğan provoca un éxodo de kurdos hacia Europa.


El 3 de septiembre de 2015, la publicación de la fotografía de un niño kurdo ahogado marca el inicio de una gran oleada de migrantes desde Turquía… hacia la Unión Europea, principalmente hacia Alemania. Durante las primeras semanas, los dirigentes alemanes acogen con entusiasmo el flujo masivo de nuevos trabajadores, muy necesarios para la industria pesada alemana, mientras que los medios de prensa expresan compasión por los refugiados que supuestamente huyen de la dictadura siria. El 29 de septiembre, los dirigentes franceses y alemanes incluso se apropian de la empatía hacia los migrantes para estudiar la posibilidad de subvencionar la continuación de la guerra asignando 3.000 millones de euros a Turquía —donación presentada a la opinión pública como una ayuda humanitaria para los refugiados.

A finales de septiembre de 2015, Rusia inicia su operación militar contra todos los yijadistas, independientemente de la bandera que agiten. Viendo en grave peligro su proyecto, Recep Tayyip Erdoğan empuja a Salih Muslim a emprender una operación de kurdización forzosa del norte de Siria. Brigadas kurdas expulsan a los profesores árabes y asirios de las escuelas y los reemplazan con maestros kurdos. Los sirios se rebelan y recurren a los rusos. Estos últimos tratan de restablecer la calma e incluso mencionan una posible federalización ulterior de Siria. Francia brilla por su ausencia.

El 13 de noviembre, exasperada por los repetidos cambios de rumbo de François Hollande, Turquía utiliza a la ciudadanía francesa como rehén y ordena la realización de los atentados de París, con un saldo de 130 muertos y 413 heridos.

Escribí entonces:
«Los sucesivos gobiernos franceses han establecido alianzas con Estados cuyos valores son contrarios a los valores de la República Francesa. Los gobiernos franceses sucesivos han ido comprometiéndose progresivamente a librar guerras secretas por cuenta de esos Estados, antes de renunciar a esos compromisos. El presidente Hollande; su jefe de estado mayor particular, el general Benoit Puga; su ministro de Exteriores Laurent Fabius y su predecesor Alain Juppé, ministro bajo el mandato del ex-presidente Sarkozy, son actualmente objeto de un chantaje del que sólo podrán librarse revelando en qué implicaron indebidamente al país».
 
Laurent Fabius tendría que ser juzgado por crímenes de guerra, y contra la humanidad sólo por Siria

¡Aterrorizado, París regresa apresuradamente al plan Juppé de 2011! Junto a Londres, fuerza, el 20 de noviembre, la adopción de la resolución 2249 en el Consejo de Seguridad de la ONU. Bajo el pretexto de luchar contra el Emirato Islámico, el objetivo es justificar la conquista del norte de Siria para crear allí —finalmente— el seudo-Kurdistán hacia donde Recep Tayyip Erdoğan podrá expulsar a «sus» kurdos (¡manda Turquía).

Pero Estados Unidos y Rusia retocan ligeramente el texto, de tal manera que Francia y el Reino Unido no pueden intervenir sin ser invitados por Siria —situación que recuerda de inmediato la fracasada operación colonial de 1956, cuando las tropas franco-británicas intentaron ocupar el Canal de Suez con apoyo de Israel y de Turquía, pero tuvieron que retirarse en cuanto Estados Unidos y la URSS fruncieron el ceño.

Durante los 5 meses y medio de intervención rusa en Siria, las relaciones entre Turquía y Rusia empeoraron constantemente. Tienen lugar:
  1. El Vuelo 9268 de Kogalymavia,  
  2. Las acusaciones de Vladimir Putin en la cumbre del G20 realizada en Antalya, 
  3. El Derribo del bombardero ruso Su-24 en Siria y las sanciones rusas contra Turquía, 
  4. La publicación de las fotos aéreas de las caravanas de camiones cisterna llevando a través de Turquía el petróleo robado por el Emirato Islámico, etc...
El avión accidentado, en Bangkok en agosto de 2014

Derribo del Su-24 ruso 
(Sputnik/Dmitriy Vinogradov)
Después de sopesar la posibilidad de una guerra contra Turquía, Rusia decide finalmente mostrarse sutil y respaldar al PKK contra el régimen de Erdoğan. Serguéi Lavrov logra convencer a su interlocutor estadounidense de que hay que aprovechar la inevitable desestabilización en Turquía para organizar el derrocamiento del dictador Erdoğan. Sabiéndose amenazado tanto por Rusia como por Estados Unidos, el régimen turco trata nuevamente de buscar aliados. El primer ministro turco, Ahmet Davutoğlu, viaja el 5 de marzo a Teherán y el ministro iraní de Exteriores, Mohammad Yavad Zarif, llega a Ankara el 18 de marzo. Pero la República Islámica no tiene intenciones de enemistarse con los 2 Grandes.

Ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Mohammad Yavad Zarif

El 14 de marzo, Vladimir Putin anuncia la retirada de los bombarderos tácticos rusos. Parece que el proyecto de creación de un seudo-Kurdistán vuelve a ser posible. Pero Washington y Moscú se adelantan a Ankara y comienzan la entrega indirecta de armamento al PKK.

Colmo de males para Ankara, ahora es la Unión Europea quien ya no quiere oír hablar de colonizar el norte de Siria. La mayoría de los Estados miembros de la UE sigue la política exterior impuesta por París desde hace 5 años, con la ya ampliamente comprobada ausencia de éxito. Como expresión de descontento, varios países, como Bélgica, han concedido asilo político a líderes kurdos de Turquía. También manifiestan su descontento durante la cumbre UE-Turquía, realizada el 17 y el 18 de marzo, donde se ven obligados a aceptar definitivamente una subvención de 3.000 millones de dólares anuales para Ankara...

Mientras se desarrollaba la cumbre UE-Turquía, o sea sin importarle las decisiones que se tomarían, el presidente Erdoğan pronuncia un discurso, transmitido por televisión, en ocasión del aniversario 101 de la batalla de Galípoli («la batalla de los Dardanelos», hecho que marcó la victoria del Imperio Otomano sobre los Aliados) y en memoria de las víctimas del atentado perpetrado varios días antes en Ankara. Erdogan declara en ese discurso:
«No hay ninguna razón para que la bomba que estalló en Ankara no explote en Bruselas o en otra ciudad europea. (…) Lanzo aquí un llamado a los Estados que los reciben con los brazos abiertos, que —directa o indirectamente— apoyan las organizaciones terroristas. Ustedes están alimentando una serpiente en su propia cama. Y esa serpiente que ustedes están alimentando puede morderlos en cualquier momento. Ver en sus televisores bombas que explotan en Turquía quizás no significa nada para ustedes. Pero cuando las bombas empiecen a estallar en las ciudades de ustedes, entonces entenderán lo que sentimos. Pero ya será demasiado tarde. Dejen ustedes de respaldar actividades que nunca tolerarían en su propio país, y que sólo toleran cuando son en contra de Turquía».

Batalla de Galípoli, 18 junio de 1915

Cuatro días después, ocurren los atentados de Bruselas, que dejan un saldo de 34 muertos y 260 heridos. Y, para que nadie crea en una simple coincidencia sino más bien en un acto deliberado, al día siguiente la prensa turca se regocija ante el castigo infligido a Bélgica.

Desde que el presidente Erdoğan reanudó la guerra civil en su propio país, esa guerra ha segado más de 3.500 vidas en Turquía.

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